La vida secreta de nuestros libros en cuarentena

nacido en cuarentena
La vida secreta de nuestros libros en cuarentena

¡Esas manos iban por mí! Lo supe porque en mis hojas estaba el llamado de un lector. Sentí el cosquilleo en el espacio que existe entre mis párrafos. Bailaban aquellos silencios que bien sabían en pocas horas serían leídos como pausas o suspiros. Sí, esas manos iban por mí después de meses en estado de espera.

Me tomaron, me ajustaron, me identificaron… ¡y me llevaron! Por fin iba a volver a la magia del viaje para el que fui creado. De nuevo vería en primer plano los gestos de asombro y las pequeñas muecas delirantes de quienes se clavan en mí por unas horas —más bien semanas, soy un regordete y me siento orgulloso. 509 páginas de aventura.

Partí temporalmente del Claustro Comfama más limpio que nunca. No era para menos: mi misión sería salvarle la soledad a quien abriera estas páginas. Recuerdo cuando, en los estantes, El amor en los tiempos del cólera, que tantas veces en esta época extraña había ya salido, nos contó que afuera en las calles y también adentro de las casas se respiraba un anhelo insólito por leer.

Nos necesitaban. Y nosotros a ellos, los lectores.

¡Estaba listo! Aunque por años me acostumbré a sentir como un paraíso el reposo en bolsas, mochilas y bolsillos, ser tocado por aquellos dedos fue mejor que la caricia de haber sido impreso. ¡Jamás me habían cargado con tanto cuidado! Logré incluso identificar en mis hojas las ranuras de las huellas dactilares de quien me recibió.

Pero pasó algo inusual, confieso emocionante. Recorrí la ciudad en motocicleta y, cuando pensé que había llegado al hogar de quien me tomó de la repisa, entendí que él era apenas un emisario. Mi destino eran otros ojos. El mensajero tocó un timbre, me desinfectó nuevamente y me entregó, ahora sí, a las manos que durante dos semanas me abrirían cada noche.

¡Conocí lo que significa un préstamo a domicilio! Llegué, gracias a un heraldo, hasta la puerta de la casa de quien deseaba leerme. Así, hice parte también de su cuidado, su seguridad y su comodidad en tiempos en los que esa es la gran forma de expresar el amor.

Abrió mis hojas. Descubrió los laberintos ocultos en ellas. Devoró sin pausa los mundos que me habitan. Se enamoró de mis personajes y hasta tomó fotos de los pasajes que dejaron sin aliento sus desveladas. Fueron dos semanas en las que recuperé mi sentido: ser leído. Y en las que pude demostrarle a aquel lector que, si su corazón llama la lectura, gracias a Comfama nosotros los libros podemos llegar hasta él.

Volví a la Biblioteca. Nuevamente una lluvia de alcohol cayó sobre mi portada y contraportada, que cubiertas por un vinilo adhesivo pueden pasar por todos estos procesos. Estaba preparado para asumir un nuevo viaje. Pero... ¡no entendía nada! La estantería se veía cada vez más lejos. ¡Se desvanecía!

¿Qué iban a hacer conmigo? ¿Ya era hora de desecharme? ¿Acaso no iba a poder volver a encontrarme con mis lectores? ¿Cómo podía escaparme y aterrizar en aquel hueco que dejé en la sección de Fantasía? ¿Era acaso un secuestro literario? ¿O el fin de mis lecturas?

Fui puesto junto a otros libros, como yo, recién llegados de préstamos, en unos cubículos especiales. "Te veo alterado, ¡te vas a arrugar! Tranquilo. Acá nos quedamos unos días y volvemos al rumbo.", me dijo uno de ellos. Volví a mí. Esto era parte de la nueva modalidad de préstamos. Creo que El amor en tiempos del cólera me había advertido de una tal cuarentena y yo pensé que me estaba hablando de su historia.

“En cuarentena”, efectivamente, marcaron los bibliotecarios una cinta encima de la caja.

Pasaron catorce días en los que compartimos nuestras vivencias saliendo al mundo, que tanto ha cambiado, y las nuevas formas en las que la porción de universo que contenemos aterrizó en las manos de nuestros destinatarios. De paso, nos liberamos de cualquier bacteria o virus que hayamos podido adquirir en esta travesía.

Y entonces volví al mostrador. A mi sitio, a mi hogar de paso, de espera sutil y esperanzada de repetirlo todo.

Esta es la travesía por la que debe pasar cada uno de los libros de nuestras Bibliotecas Comfama al ser protagonista de un préstamo, ya sea a domicilio o presencial. ¡Hemos ajustado todos nuestros procesos para hacer de la lectura una aliada del cuidado!