Palabras Rodantes

Una mujer joven de noventa años: Margo Glantz en sus propias palabras

Cabecera Margo Glantz
Una mujer joven de noventa años: Margo Glantz en sus propias palabras

La obra de Margo Glantz es tan extensa como los oficios que ha desempeñado a lo largo de su vida y que no logran del todo definirla. Como escritora ha sido autora de novelas, cuentos, ensayos y crítica literaria, pero también ha sido viajera, docente, académica, traductora, diplomática, fundadora de revistas, tuitera, experta en moda y en Sor Juana Inés de la Cruz y referente del feminismo y la literatura en América Latina. Además, ha ganado importantes premios literarios en México, su país natal, y en numerosos lugares del mundo. Presentamos el recorrido que hicimos por su vida y por su obra desde el rastreo de sus propias palabras.

"Desde niña leía mucho, mi padre tenía una biblioteca muy caótica, pero muy amplia, y por eso pensaba que de grande escribiría narrativa, y efectivamente, así ha sido".*

Margo Glantz nació en México en 1930 porque sus padres, Jacobo Glantz, ruso, y Lucía Shapiro, ucraniana, emigraron al continente americano con la idea de llegar a Estados Unidos, donde los esperaba la familia paterna, pero en el camino, estando en México, les negaron la entrada al país norteamericano y decidieron quedarse allí. Los Glantz tuvieron cuatro hijas y durante su vida en México se mudaron de casa y se cambiaron de escuela recurrentemente. La familia supo mantener sus tradiciones judías, pero se abrió al conocimiento de la cultura mexicana con gran sensibilidad por las artes, la literatura y la música. 

“Fui judía, pero, según mis padres, traicioné el judaísmo. Abandoné el pueblo elegido. Mi padre, que siempre me tuvo una devoción particular, me causaba culpa ante mis hermanas. Es un sentimiento confuso. Mis hermanas son muy inteligentes, pero tal vez yo fui más valiente. Me forcé a hacer lo que quería, tenía una necesidad interna que me empujaba a hacer las cosas. La sigo teniendo. Tengo casi 90 años y estoy perfecta”.

Su padre tuvo contacto con poetas y artistas mexicanos como Diego Rivera y Francisco Leal y el interés de su familia por la literatura fue determinando su vocación. Desde la adolescencia ya leía libros de poesía, ciencia, viajes, a escritores norteamericanos como Dos Passos o Faulkner, a Kafka, Herman Hesse y Thomas Mann, y a grandes representantes de la literatura francesa, griega y latina. Al hablar de sus autores imprescindibles menciona a "Proust, Perec, Rulfo, Elena Garro"

Desmontar miradas a través de la escritura

"Fui una niña tímida que leía. Me formé leyendo traducciones de Borges sin saber quién era. Y no empecé a escribir hasta los 47 años". 

Su pasión desbordada por los libros y la historia, le trazó el norte de sus estudios y se matriculó en Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Luego viajó a Francia donde se doctoró en Letras Hispánicas en la Universidad de La Sorbona. A la par de su estadía en las aulas de clase, coleccionaba viajes y anécdotas que le enriquecían cada vez más su mirada del mundo.  

“Lo intenté antes, pero me dijeron que mis textos eran como un collar de cuentas sueltas. Hasta que me autopubliqué un libro”. 

En 1958 se vinculó como docente a la UNAM; también fue invitada a dar clases en prestigiosas universidades como Irvine, Yale, Princeton, Harvard, Complutense de Madrid, Sevilla, Lisboa, Viena, Buenos Aires. Fue precisamente ejerciendo este rol, que la escritura comenzó a perfilarse como una vocación. A lo largo de su trayectoria había escrito reseñas y artículos periodísticos, pero fue en el Centro Universitario de Teatro, en la universidad mexicana, que afiló su lápiz como nunca antes y buscó las formas de acercar la docencia a la necesidad de responder a compromisos académicos y culturales.

Empezó a publicar investigaciones y traducciones; tradujo a Georges Bataille, Tennesse Williams, Michel de Ghelderode, entre otros autores: "Traduje Historia del ojo, de Georges Bataille, y un amigo, que resultó no serlo, la describió como “una traducción piernabierta”. No hubieran dicho eso del trabajo de un hombre". Hasta que en 1978 sacó a la luz, por su propia cuenta, su primera obra de ficción: Las mil y una calorías, compuesta por mil textos pequeños, a manera de epigramas.

"Siempre he trabajado sobre el cuerpo, es una obsesión, y cada vez que hago un ensayo por lo general caigo sobre el cuerpo, así que no es un tema nuevo en mi escritura, pero tampoco en la de muchos contemporáneos para quienes ese tema es fundamental: Barthes, Bataille, por ejemplo".

En su escritura habla del viaje, de la conquista de América, de la búsqueda y la reivindicación del ser femenino y del cuerpo, que ha sido contado siempre desde la mirada masculina y que pretende desmontar a través de su escritura. Narra su propio cuerpo, el cuerpo erótico, el cuerpo sujeto a la enfermedad, el cuerpo deformado, las partes del cuerpo.

"La posibilidad de disponer del propio cuerpo es básica para la libertad individual, y en las mujeres siempre está en entredicho". 

Dentro de sus obras cabe destacar Las genealogías (1981), que obtuvo el Premio Magda Donato en 1982; en ella realiza realiza una reflexión sobre sus padres para poder entenderse a sí misma: "Creí necesario completar mi propia genealogía, definir mi propia identidad insertándome de alguna forma en la vida de mis padres (...) Todos, lo sabemos bien, necesitamos partir de un origen, entenderlo".

Apariciones (1996) fue una de sus obras más controversiales. Surgió del estudio de Sor Juana Inés de la Cruz, de sus contemporáneas y de los escritos de monjas medievales. Trata sobre dos historias que se desarrollan en paralelo: la de una pareja que vive intensamente su sexualidad, descrita de manera muy cruda, y la de dos monjas que se encuentran en su amor a Cristo y violentan su propia corporeidad: "Mi novela es impúdica precisamente como acto de escritura, porque deja a la intemperie las intenciones más oscuras de un escritor o de una escritora". 

El rastro (2002) es una novela que habla de los sentimientos y los recuerdos de la protagonista al contemplar el cuerpo muerto del hombre con el que vivió durante muchos años. "Cuando trabajé este texto me dio la impresión de que yo era como un ebanista, que estaba haciendo una mesa y que necesitaba que estuviera lisita, lisita, que tenía que estar cepillándola, dándole una contextura uniforme, armónica, que cuando pasara la mano no sintiera rugosidades ni me espinara... tenía que trabajar y trabajar como lo hace un artesano". 

El mundo contemporáneo en 280 caracteres

Margo Glantz a través de su Twitter ha denunciado las injusticias del mundo, los feminicidios, el cambio climático, las decisiones políticas, ha compartido frases de sus autores y autoras favoritas, su sentir cotidiano; sin embargo, se ha pronunciado también en contra de las mismas redes sociales. Noticias como la de un matrimonio que decide separarse a causa de la adicción de la mujer al mundo que encuentra a través de las pantallas, la dejan sin palabras y con muchas preguntas sobre el mundo contemporáneo: "Me genera compasión ver que la gente necesita las redes sociales para confesarse. Antes lo hacían con el cura o el psicoanalista. En las redes, los problemas se quedan en la nada: las respuestas son efímeras".

En las redes sociales todos hablan y nadie escucha, se leen cientos de fragmentos de información que, al final del día, se olvidan. Estas reflexiones las consignó en su obra Y por mirarlo todo, nada veía, el título 136 de la colección Palabras Rodantes, una alianza entre el Metro de Medellín y Comfama.

"Quien lea Y por mirarlo todo, nada veía sentirá un asombro extraordinario. Notará que no se le parece a nada que haya leído antes y a la vez se le parecerá a todo lo que ha leído. [...] Margo Glantz preguntaría: «Cómo decidir qué es lo más importante», pero lo haría distinto: el bombardeo con todas las posibles decisiones aparecería en una misma pregunta, extensísima. El libro completo consta de siete preguntas, cada una de ellas ocupa varias páginas y son, quizá, las preguntas escritas en español más largas que hayamos leído". Danielle Navarro Bohórquez en el prólogo de Y por mirarlo todo, nada veía, de Margo Glantz. 

Presentación del título 136 de Palabras Rodantes:

*Todos los fragmentos de las palabras de la escritora presentados en este texto son tomados de El País y de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Por: Jineth Escobar