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Laboratorio Huellas del tiempo

Un laboratorio creativo que transforma la memoria en arte

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Laboratorio Huellas del tiempo
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¿Qué forma toma la memoria? ¿Cómo se define? ¿Qué hacer para que no se pierda? Estas son algunas preguntas que acompañan las sesiones del Laboratorio “Huellas del tiempo” de la biblioteca Comfama La Pintada. Un espacio para que el arte y las ciencias se encuentren y le den una expresión a la memoria.

Las bibliotecas en las regiones de Antioquia están en movimiento, sus actividades no solo suceden dentro de los muros formados de libros, los bibliotecarios salen a veredas y corregimientos en busca de personas curiosas que estén dispuestas a escuchar historias e imaginar a través de ellas. La Facilitadora de la biblioteca Comfama La Pintada, Deisy Álvarez, viaja cada semana al municipio de Andes para visitar la Casa de los Abuelos, un centro del adulto mayor.

Allí un grupo de 26 abuelos y abuelas participan del Laboratorio “Huellas del tiempo”. Esta es una iniciativa para fomentar la expresión artística con lecturas, experimentos y conversaciones. Desde su inicio, este laboratorio ha buscado ser más que un taller de creación. Es un espacio para que los adultos mayores conversen y se encuentren a partir de un diálogo de recuerdos, que se evocan con las historias compartidas. De alguna forma, vuelven a su infancia con las actividades propuestas: desmenuzar papel para hacer hojas ricicladas, mancharse las manos con vinilo, recoger flores y hojas del bosque para hacer tintas naturales. Así, con ayuda del arte extienden sus memorias fuera del cuerpo y crean obras que les ayudan a recordar.

La memoria de los sentidos

La memoria es corporal, se recuerda con todos los sentidos, como escribió Marcel Proust en su ciclo novelístico En busca del tiempo perdido. Un olor nos regresa a las comidas que nos hacían en la infancia, hay texturas que nos transportan a recuerdos, sonidos que nos devuelven a lugares y paisajes que parecen un déjà vu.

Para despertar esta memoria solo se necesita un estímulo, un elemento u objeto que active esa memoria involuntaria, que cubre con capas de olvido esos recuerdos a los que la mente no llega. Se necesita volver a sentir para recordar. Como cuando tomamos una concha y al ponerla en nuestro oído nos lleva al mar, o cuando se encuentra un juguete de la infancia y este nos regresa esa sensación de libertad de la niñez. Esos pequeños objetos, que sobreviven al paso de los años, guardan dentro de sí, todas las historias que los atravesaron.

Un cuento infantil que representa esta idea de la memoria corporal y de los objetos es: Guillermo Jorge Manuel José escrito por Mem Fox e ilustrado por Julie Vivas. En esta cuento, que parece narrar lo que se vive en el Laboratorio, su protagonista es un niño que lleva por nombre el título de la historia. Él vive al lado de un hogar para ancianos y conocía a todas las personas que vivían allí. Sin embargo, cuando se encuentra a Ana Josefina Rosa Isabel, una señora con un nombre tan largo como el suyo y que está perdiendo su memoria, emprende una misión para ayudarla a recordar. Primero pregunta a otros adultos: ¿Qué es la memoria?

– Algo tibio, mi niño, algo tibio. – Algo muy antiguo, muchacho, algo muy antiguo. – Algo que te hace llorar, jovencito, algo que te hace llorar. – Algo que te hace reír, mi cielo, algo que te hace reír. – Algo precioso como el oro, niño, algo precioso como el oro.

Con estas repuestas, Guillermo Jorge pensó que la mejor manera de ayudar a recuperar la memoria de la señora Ana Josefina, sería traerle sus propios recuerdos. Así que le llevó objetos importantes para él y que le generaban las mismas emociones sugeridads en las respuestas: algo tibio, antiguo, triste, chistoso y valioso. Con los objetos que trajo Guillermo Jorge, la señora pudo recuperar algunas de sus memorias:

Acercó una concha a su oído y recordó el viaje en tren a la playa, hace muchos años, y el calor que sintió con sus botines altos.

Convertir la memoria en arte

A partir de esta memoria corporal, en el Laboratorio “Huellas del tiempo” han intentado olvidarse de esas brechas de la edad por un momento y recuperar a través de ejercicios artísticos y experimentales, las memorias de estas 26 personas. Ahora conozcamos algunas de las experiencias de estos adultos mayores que han hecho parte de este proceso.

En la sesión “Laboratorio del Libro”, un ejercicio en el cual hicieron un libro con las historias y obras creadas por los asistentes, don Mario Cardona, un adulto mayor de 73 años y con discapacidad visual, fue uno de los más entusiasmados, participando activamente en el proceso de desmenuzar el papel para la creación de las hojas recicladas. De esta manera, cada integrante pudo aportar algún elemento del libro, sea un texto, un dibujo, una foto o una manualidad hecho con sus propias manos.

Recordar con las plantas y sus colores

Durante la sesión dedicada a los pigmentos naturales, cada participante tuvo la oportunidad de evocar recuerdos de lugares especiales, dándoles vida con los colores extraídos de hojas y flores. Como ocurrió con la señora Beatriz Noreña, de 70 años, quien hace seis meses se unió al grupo. Ella compartió la historia de su infancia, recordando cómo trepaba a los árboles mientras veía a sus hermanos correr y a sus padres disfrutar de esos juegos.

Uno de los relatos más emotivos fue el de la señora Victoria Díaz, de 74 años, quien lleva cinco años habitando este lugar. Con los ojos brillantes y una sonrisa nostálgica, compartió la felicidad que sentía al aprender algo nuevo, una sensación que la transportaba a su infancia. Con ternura, recordó aquellos días en la escuela, cuando pasaba horas dibujando la naturaleza, maravillándose con los colores de las hojas y el cielo. En ese momento, el tiempo pareció detenerse y, durante un instante, volvió a esa aula de clases y a ver sus manos manchadas de colores.

En cada encuentro, estos adultos mayores nos demuestran que el aprendizaje no termina, que la curiosidad no se sacia fácilmente y que la memoria es un tesoro, como le dijeron a Guillermo Jorge, que suscita muchos sentimientos. Puede hacer llorar, reír, estar manchada o algo tibia, pero siempre se nutre cuando es compartida.

En el Laboratorio “Huellas del tiempo” se piensa que la creatividad puede tomar forma de faro e iluminar esos caminos de recuerdos más sombríos. Por eso, después de cada encuentro, más allá de las obras creadas, lo que perdura es la sensación de pertenencia, el orgullo de saberse parte de un grupo y el eco de las voces que siguen contando historias, llenando de memoria la Casa de los Abuelos.