Conocí a Renata gracias a David Meneses, que hace parte del colectivo Isotopia del municipio de Envigado. En el mes de junio estuvimos hablando sobre las rebeldías y sobre el transitar la diversidad, conversamos durante más de una hora con varias personas, entre ellas Claudia Erik de la Secretaría de Inclusión Social de Envigado, y con otros amigos alfabetizadores de la Biblioteca que quisieron unirse también.
En Otraparte nos dimos cita. Era una tarde de viernes que amenazaba con llover; pensé que no sucedería el encuentro por el clima, pero una hora antes de lo acordado sonó mi celular. Era ella: “Estoy en la biblioteca, ¿nos vemos acá?” Terminé pronto el café en la mesa 24 y subí por la rampa del edificio, desde donde se ve la ceiba y el palo de mango. En las mesas de la biblioteca estaban tres amigos y ella, que tengo que confesarlo, juntos parecían legión.
Ella tenía puesto un gabán de satín azul claro con flores y unas aretas preciosas; estos, amados lectores lejanos, no son detalles menores en el marco de esta conversación, pues Renata confeccionó aquella prenda con sus propias manos. Me contó de la Academia de confección Singer donde aprendió todo lo que no le enseñaron en la universidad, a la que entró a estudiar Diseño de Modas hace muchísimos años. ¡Qué fuera solo eso, que fuera tan sencillo como tomar medidas, cortar y coser!, pero en esta escuela, al lado de otras mujeres, aprendió de la compleja urdimbre de sus vidas, vio de cerca heridas propias y ajenas que indiscutiblemente tenía que aprender a remendar.
“Autenticidad es encontrarse a una misma”
Pienso en el libro de El hermafrodita dormido de Fernando González. ¿Qué sería en 1933, en un municipio como Envigado, de aquel o aquella que por la fuerza de su espíritu desafiara toda norma social que dice cómo vestirse, comportarse y hasta pensar? ¿Qué diría Fernando González frente a la Venus de Milo si ella por su cuenta decidiera vestirse como le viniera en gana, no para los ojos sedientos ni para las manos escultoras, sino para su propio deleite?
Hay en los ojos de Renata un rasgo felino, hay sigilo, hay silencio, hay una persona que tiene mucho por decir sobre esta tarea interminable de encontrarse a una misma. Y es que nadie se busca si no se ha perdido, pero algunos nacemos extraviados de nuestras propias patrias, entonces la autenticidad se convierte en una trocha que se conquista descalza, tropezando, cayendo, probando otros ritmos, hasta que llega el día en el que los triunfos cotidianos se convierten en política y te hacen soberana de cuanto quisieras ser o dejar de ser.
“No todas somos espectáculo”
La palabra resistencia no es ajena por estos días en Colombia; grandes murales en todas las latitudes del país la gritan a puro color, se escucha en las arengas de las manifestaciones sociales o se lleva por dentro como un estandarte de dignidad en cada una de las personas que resiste, cualquiera que sea su lucha. La comunidad LGBTIQ+ es muestra de ello. Desde la infancia se enfrentan a condiciones de vulneración en todos los sistemas, comenzando por las familias, los sistemas escolares, el sistema laboral, el sistema de salud; las violencias claras en todos los órdenes les han obligado a tomar postura en franca resistencia y de diversas formas.
Nadie debería estar sometido a violencias de ningún tipo, nadie debería ser señalado y excluido de las oportunidades y de las condiciones que permiten una vida digna, nadie debería estar privado del disfrute de su plena libertad de expresión y libre desarrollo como dice la Constitución Política de 1991 en el artículo 43 y Renata lo tiene muy claro. Hoy dedica su vida a los quehaceres que le dan vida: a la creación artística entre telas y canutillos, a la cocina y también al activismo.
“Desde pequeña entendí que tenía que ser como el bambú, que se dobla para no quebrarse”, por eso hoy, desde su propio camino, ilumina a otras y otros para que también se armen de valor para ser quienes son, para que sigan llevando con orgullo un estandarte lleno de colores que trae consigo una gran responsabilidad, que implica pensarse el tipo de mujer que se quiere ser. Si bien la industria del cine ha sido un gran referente para la comunidad trans, también ha contribuido a generar algunos estereotipos culturales que han enmarcado a esta comunidad en una estética excesivamente producida, como si la única forma de ser trans es estar vestida cada día para una gala. “El día que hay que brillar se brilla”. Mientras escucho a Renata contarme cómo han sido esos grandes hitos que la definen, no puedo evitar perderme en la imagen de verla diva y empoderada, “hablando claro”, defendiendo sus derechos y atizando el fuego en la voz de quienes todavía se están buscando.
En Envigado hacemos activismo desde la cotidianidad
A esta altura de la conversación hablamos también de la niñez diversa, imaginamos futuros posibles desde los planes de educación pensados para la vida, que orienten en la vocación, que defiendan los derechos humanos y el desarrollo de la libre personalidad y, por supuesto, pensamos en los escenarios del arte y la cultura como lugares para crecer, entonces mencionamos a Otraparte:
"Me gustaría que Otraparte se llene de gente porque, en estos y en todos los tiempos, la cultura es necesaria, no solo los hospitales. Sueño con un Otraparte en el que la gente venga a aprender cosas sencillas para disfrutar su vida cotidiana”.
Para terminar la entrevista, sentadas en la entrada de la Casa Museo, le pregunté a Renata qué le gustaría decirle al brujo y compartió esta importante declaración:
“A Fernando González le pediría consejos sobre cómo resistir cuando uno es diferente”.