“¡Yo estaba gozando mucho con los racimos de plátanos…, las matas de caña, las yucas, los cafetos, los aguacates..! Anteayer me estuve un rato mirando con deleite dos muy grandes que, en medio de gran cantidad de pequeños, colgaban del árbol… ¡Qué lindos!, pensaba; son más bonitos que las peras… Me fui para la casa muy contento, pensando…, acariciando… mentalmente la grata emoción de inocencia que le produce a uno la tierra, con sus frutos, cuando la cultiva”.
Fernando González
—Antes de ser jardinero trabajaba en una litografía. Llegué a Otraparte y me dijeron: “hay para jardinero, ¿quiere?” Y yo dije que sí, aunque no sabía nada sobre plantas, por lo que bregué a aprender lo básico preguntando en los viveros.
—Juan, ¿cuál es tu relación con la naturaleza? Yo creería que pasas más tiempo con plantas que con personas, ¿qué sentís vos cuando sacás tierrita para sembrar una planta? ¿qué has ganado?
—He ganado algo que no había tenido hasta ahora: la capacidad de asombrarme de algo que siempre ha estado y que yo no conocía. ¡Ah! ¡Las plantas!, ¡los árboles! Ver el proceso de crecimiento, el desarrollo, la floración y la muerte; ahí está el resumen de la vida: una flor riega la semilla y automáticamente se va muriendo. Todo es paisaje cuando uno no mira bien porque la vida es muy rutinaria: levántese, vaya al trabajo, vuelva a la casa, descanse, vuelva y levántese…,tarde o temprano la vida se vuelve una rutina, el ser es una rutina, entonces por eso hay que dedicarse a observar, ahí está la novedad.
—En ese sentido, Juan, no vemos el proceso completo del ciclo de la naturaleza porque la naturaleza se demora, nos maravilla la sorpresa de la flor o del fruto, la metamorfosis de la mariposa; ese más allá de la forma anterior es algo de lo que no tenemos una experiencia a priori como tampoco tenemos una experiencia de la muerte, porque es el final, después de la muerte no hay nada.
—Es eso, entonces, como yo me sé esto de memoria, me refiero a que, si mañana paso por aquí, me doy cuenta si falta una bromelia, por ejemplo, o me entero del proceso de cada una; yo las veo y me doy cuenta si van a florecer, a la semana me doy cuenta de que ya florecieron, y al mes de que ya botaron los hijos. Es el paso del tiempo al ritmo de la naturaleza; ese es el ritmo que deberíamos imitar.
—Juan, háblame de la inteligencia de las plantas.
—Las plantas son las más inteligentes, mucho más que los seres humanos. Es una verdad científica que, entre todas las especies vivas, los seres humanos somos la especie que más maltrata a la Pachamama; nosotros somos la plaga del mundo, todo lo cogemos, lo explotamos y después de que no le sacamos hasta lo último, no quedamos contentos. Mientras que ellas, están viviendo para conservarse. Cuando se sienten amenazadas ahí mismo sacan flores para reproducirse. ¿Cuándo ha visto usted a una planta asesinar a otra o ponerle zancadillas a los caminantes? Nunca, todo su proceso es natural al mundo, ellas retribuyen lo que obtienen del agua y del sol con frutos, con sus propiedades medicinales, con el aire puro que propician.
Yo siento que este jardín es muy agradecido. Yo no sé nada de esto, ¡pa´ lo que la gente sabe...!, a mí un profesor del Jardín Botánico me dijo una vez: “Las mejores jardineras se llaman abuelas” y tal vez, ninguna tiene diplomados en jardinería; lo que han hecho, la mayoría, creería, es observar, practicar, escuchar, cambiar, mover. Entonces yo he hecho lo mismo, he dejado que el desarrollo de ellas se mezcle con mi propio proceso...he ido sembrando de a poco, y sé que estas bromelias aguantan sol de lo lindo entonces las pongo en donde más les caiga luz y así con las demás plantas.
—Este jardín es un oasis en medio de tanto salvajismo industrial; yo me siento en esta banca a respirar aire fresco y siento la Presencia.
—Este espacio es mágico y su historia es muy importante; mucha gente viene aquí a buscar un espacio de tranquilidad, a mirar estas bromelias, a respirar este aire puro y esa sombra que dan estos palos de mango, esos cedros, los guayabos, el algarrobo, o simplemente a caminar hacia el Café o la Biblioteca. Aquí hay muchas especies de plantas y árboles; están los filodendros, los limones, los balazos, los helechos sarro, las verbenas rosadas, las veraneras, los curazaos, los guayacanes, el mamoncillo y ahí están los cuernos, estos cuernos pasaron su niñez en la Nave de los locos, ¡vea qué maravilla!
Estas que están puestas en la margen les dicen cintas o malas madres, porque a ellas les crece una espiguita y en la punta de esa espiga llevan los hijos, el hijo toca la tierra y ellas mismas se empiezan a enraizar; y este de aquí se llama Pasto mondo, extremadamente delicado, tiene que darle uno muchos cuidados.
—¡Mira estas bromelias!, ¡esas formas, esos colores!
—Ellas dan en las copas de los árboles, cubriéndose de los rayos del sol. Los colores vivos responden a eso, son mecanismos de defensa, a nosotros nos parecen muy bellos, lo son, ojalá nunca dejemos de idealizar la belleza de la naturaleza, eso es muy humano.
—¿Cómo van las orquídeas?
—Ahí van, son complicadas, pero ahí van enraizando.
—¿Cuál es la que más querés?
—Yo a todas las cuido, les dedico su tiempo y las quiero por igual. No tengo preferencia alguna, no ve que un papá cuida a los hijos por igual. Por eso, la invitación es a cuidar este jardín de Otraparte.