Soy Antonia Ojeda Vélez y tengo nueve años, cumplo años en marzo. Tengo muchas comidas favoritas, entre ellas el sancocho, especialmente el que hace mi abuela, y me gustan los espaguetis al burro. Los lugares que me gustan de Envigado son Otraparte y mi colegio que queda aquí cerquita, El Teresiano; yo estoy en cuarto grado y mis materias favoritas son religión y educación física.
Advertencias antes de leer esta entrevista:
Antonia tiene los ojos muy lindos.
Ella contestó en la vida real estas preguntas.
Si no conoces el Árbol de agua, pasa por Otraparte y pregunta qué es.
El club de lectura infantil tiene cita cada sábado a las 3:00 p.m.
Aquí vamos:
¿Desde qué fisura de la luz dejamos de descubrir el aire a los nueve años? (pensamiento en voz alta). Antonia la tiene clara: “Uno busca la belleza para encontrarse a sí misma”. ¿Y qué es encontrarse a sí misma? Le pregunto atónita con esa respuesta que cambia por completo la supuesta entrevista que quería hacerle ahí, junto al Árbol de agua, donde me dijo que le gustaba escucharse porque la conectaba con su propia raíz.
Antonia tiene nueve años y la lectura la atraviesa como ese azar que distingue a los grandes lectores (como diría Fernando González, esos que se leen a sí mismos con los ojos abiertos y cerrados). Ella me habla de Bola de plata, el libro que se leyó en el colegio. Mientras me cuenta un resumen magistral de esa obra le brillan los ojos. Qué diría Pilar Altamira de saber que conquistó a otra descendiente de la libertad con su libro, en el que Antonia resalta la importancia de las relaciones que uno tiene con la abuela y la mamá.
¿Algo más serio que jugar entre libros?
En este punto me debato entre la fragilidad de las búsquedas literarias de esa tierna edad y la ferocidad con que la literatura simplemente te señala, como un destino, donde florecer y donde afincarse con las ideas que solo crecen en una imaginación libre. Esto lo que tiene muy claro María Camila Santamaría, que más que la promotora de lectura parece la niña grande del club, a quien se le ve reír a carcajadas con los disparates de Celeste, de Amelia, de Salomé y de las demás niñas.
Ellas reinventan el mundo los sábados, juegan a descubrir e imaginar otras realidades posibles; ellas lo saben, aquí nos relacionamos como pares, saben que desde la biblioteca, con tacto de seda, cuidamos de las luces propias para acompañar esas búsquedas personales en forma de preguntas, que a los nueve años nos marcan la vida.

Nosotras nos nombramos desde los libros, el cine, la música y todas las posibilidades que nos dan las bibliotecas y el arte para cuidar de la rebeldía de los espíritus, desde este espacio también se nombra Antonia, quien me cuenta con entusiasmo que le diría a todos los niños y niñas que vayan al club de lectura porque es un espacio para aprender y divertirse: "Recuerdo mucho la lectura que hicimos del libro Buscalacranes, y lo que más me gustó fue que todos hicimos bichos nuevos que se pueden encontrar en la imaginación”.
¿Antonia, recuerdas cómo aprendiste a leer?
Creo que aprendí a leer cuando tenía entre tres o cuatro años; me enseñaron mis papás a leer con el libro de Nacho Aprende, entonces mi mamá me leía las sílabas y las letras y luego yo las leía completas.
¿Qué le contarías a los demás sobre la biblioteca?
Yo les diría que la biblioteca es super chévere, es un mundo de imaginación con las historias; específicamente les diría que entren al club por las actividades y por los libros que leemos.
Más aclaraciones sobre la entrevista:
Esta entrevista comenzó en la terraza de la biblioteca, el sábado después del Club de lectura. Compartirnos con otras mamás y niñas que estaban a la salida, mientras acordamos caminar un poco para empezar; íbamos bajando por el costado del edificio, desde donde se ve el techo de la Casa Museo y los árboles del jardín. De un lado estaba Antonia mirándome, guardando silencio, y del otro estaba yo, recordando quién era a mis nueve años, intentando pensar en las preguntas que me habría gustado que me hicieran a esa edad, pero ya era demasiado tarde, la única manera de volver a los nueve años, en esta ocasión, era a través de los ojos de Antonia.
Caminamos por las vacas, compartimos un tramo en silencio, dejé que ella me guiara y le pregunté en qué lugar quisiera ser entrevistada, sin vacilar abrió los ojos y me dijo “En el Árbol de agua”, justo llegamos a la fuente.
Aquí se pone seria la entrevista:
¿Por qué te gusta el Árbol de agua?
El sonido del agua me trae tranquilidad y entro a “mi yo”; es como entrar a un mundo de tranquilidad, estar con uno mismo, no distraerse. En conexión con la naturaleza nos encontramos a nosotros mismos por el aire; en el aire se siente la tranquilidad y el espacio interior.

¿Qué es el espacio interior?
Es desconectarse de todo y conectarse con uno mismo. Yo me conecto conmigo misma cuando hago actividades como yoga, leer o escuchar la lluvia.
¿Crees que el jardín de Otraparte es un espacio para conectarse con uno mismo?
Sí, por la cantidad de los árboles y por las plantas, los colores y así.
¿Te gustaría invitar a otras personas al jardín de Otraparte?
Si queremos invitar a pensar a las personas, a que se conecten consigo mismos, claro que sí. Cuando piensan solo un poco en cómo se sienten, es como una invitación para que la persona sepa cómo se podría sentir en el espacio, en el lugar, así podría disfrutar de verdad el jardín.
¿Cómo crees que las personas podrían conectarse con los espacios?
¿Cómo podríamos invitar a esos adultos a que vuelvan y se conecten con sus propios niños interiores?
Haciendo una tranquilidad y entrando al corazón porque ahí es como para mí donde guardo mis pensamientos más importantes que van desde que yo nací, entonces cuando yo me conecto pues yo siento que vuelvo como a nacer porque es la tranquilidad que se vuelve a encontrar, entonces por eso yo les diría a los adultos: encuéntrese a ellos mismos y dejen de pensar en algunos momentos donde están despreocupados o no tienen nada que hacer, piensen en ustedes mismos y tranquilícense porque es que a veces los adultos tienen muchas cosas en la cabeza y eso es lo que los hace adultos.
¿Tienes alguna lectura para recomendar a los adultos?
Matilda que lo escribió Roald Dahl. Se los recomiendo por el lenguaje, porque es un lenguaje tipo para niños; trata sobre la historia de una niña lectora, entonces es un libro en el que se vuelve a pensar en lo que uno hace, se toma conciencia de lo que uno hace.
¿Cómo imaginas el futuro para Otraparte?
Yo imagino que es un lugar para pensar en todo lo que pasó, en la historia de Fernando González, en la tranquilidad, porque los espacios son para sentirse pensando en la naturaleza, entonces también es como el recorrido que uno puede hacer para ver todos los espacios, conocer los pequeños lugares como la fuente y el pozo.
¿Qué podríamos hacer tanto niños como adultos para seguir cuidando de Otraparte?
No tirando las basuras porque a veces las personas se descuidan y se les olvida que nuestro planeta está sufriendo y en Otraparte hay mucha naturaleza, entonces mirando la belleza, porque en este lugar si uno no mira con unos ojos verdaderos, no encuentra la verdadera naturaleza que vive aquí.
Jugando en el Árbol de agua termina esta entrevista.