Ser de Otraparte

Ser de Otraparte

Cabecera Ser de Otraparte
Ser de Otraparte

Florecer en el jardín del brujo

Todas somos obreras de la primavera. Las meliponas llegamos a esta casa como todos los que llegan a ella, con miel en los ojos e hipnotizados por las bromelias que brotan de las manos de Juan; aunque esta tierra es tan fértil, que a veces pienso que el jardín florece por puro capricho, porque se sabe amado, como si Margarita estuviera detrás de cada flor saludando a quienes “vienen a buscar al maestro”.  En la casa está Lucía, en los corredores Mauro, en la banca está el Padre Alberto y en el jardín, la fiesta diaria de los vecinos que juegan con sus perros. 

Un paréntesis entre la ceiba y el carbonero

Esta es una república aparte, un punto verde en el mapa de Envigado que ha sido paraje obligado para quienes buscan y, por una suerte de embrujo, descubren desde cualquiera de sus ventanas una invitación a la vida y a quedarse un ratico más, sea porque los vecinos suben por la columna del edificio hasta llegar a la terraza desde donde se ve el café y la biblioteca, o sea porque desde la avenida de El Poblado se encuentran con la fila de quienes van para el Teatro con sus boletas entre manos. 

Eso sí, es imposible que pase inadvertida. Esta tierra tiene algo que se roba las miradas y que le indica al alma que necesita dedicarse un tiempo para descubrir de qué se trata su encanto; el cual podría estar en los verdes del jardín, en los visitantes de todas las edades con sus rostros dichosos, o en la arquitectura de sus espacios que cuentan historias de distintos tiempos.  

La Casa Museo Fernando González es una casa patrimonial del año 1940. Es de color blanco, con tejas de barro y unas ventanas preciosas en madera de abarco, rodeada de un jardín de bromelias, orquídeas, san juaquines, cuernos, helechos, azaleas, cactus y otras especies nativas que le dan vida a todos los polinizadores que nos visitan; los colibríes, las mariposas y las abejas que engalanan el paisaje y vuelan en solitario buscando alimento.

Allí también está el Café Otraparte, un espacio que evoca a una casita de antaño y que desde los balcones de las unidades vecinas debe verse como un tapete de sombrillitas y árboles que se conjugan en una sola amalgama. El encanto de este lugar se puede saborear, incluso se me hace agua la boca de solo pensar en las empanaditas o en una pasta carbonara con vino.

Pero falta algo por decir: el bloque marrón que brota de la tierra como si fuera la columna inclinada de un árbol gigante es el edificio más nuevo del vecindario. El Parque Cultural y Ambiental Otraparte abrió sus puertas en el 2019 y le da vida a la Biblioteca y el Teatro Fernando González. Este espacio, más allá de su enigmática apariencia, responde al sueño del Brujo de Otraparte que, sin más misterio, siempre quiso “un lugar donde poder leer libros y tomar café”. 

Todos somos vecinos

Ser de Otraparte es subir al tercer piso de la biblioteca y encontrar, en el oasis de literatura infantil, a cuatro o cinco pequeños jugando entre los libros más coloridos, mientras quienes cuidan de ellos se dan cita para saludar al día en la terraza, desde donde se ven los edificios y una que otra guacamaya que nos obliga a mirar al cielo y a descubrir desde donde viene tanta algarabía.

Ser de Otraparte es abrirle espacio obligado a ese cafecito pendiente; es caminar en cualquier dirección expuesto a toparse con algún susurro que el maestro Fernando González dijera sesenta años atrás pensando en sus lectoras lejanas, como él mismo, un enamorado eterno, las nombra en sus libros.

Ser de Otraparte es estar abierto al asombro, es permitirse el disfrute de la vida, es tener la convicción de explorar solo o acompañado, es dejarse seducir por los lenguajes de su encanto, es elegir la mejor cartelera de cine que tiene Envigado, es inquietarse por saber quién es el brujo de Otraparte, es preguntarse por qué hay vacas paturras en el jardín, es dar rienda suelta a todos los cuestionamientos que rondan en la cabeza de quienes visitan, transitan y habitan este territorio.

Atisbar con los pulmones abiertos 

En esta tierra todo habla en su lenguaje propio. Cuando uno pone un pie en los jardines de Otraparte, antes pertenecientes a lo que se llamaba la huerta del alemán, el alma se dispone al diálogo que proponen las ardillas entre los árboles, que detienen cualquiera de los temas urgentes que se resuelven en las mesas del café.

Donde está la mirada está sucediendo la vida. Alguien hurga entre las páginas de un libro, otros miran de frente buscando a quien dedicarle la vida, otros simplemente cierran los ojos para escuchar a los que leen en voz alta, otros llegan con la palabra en la punta de la lengua, otros alistan sus cámaras para eternizar cualquiera de los buenos momentos que suceden en la tierra del brujo.  

Para saber un poco más qué es ser de Otraparte, escuchemos las voces de algunos de los seres que la habitan:

Carlos Felipe Saldarriaga, mesero del café

Ser de Otraparte es compartir constantemente la magia o la esencia que tenemos cada uno como ser...

Mauricio Quintero, mediador Casa Museo Fernando González

Ser de Otraparte es ser desobediente y ser trascendental...  

Paola Ríos, usuaria de la Biblioteca

Ser de Otraparte es la posibilidad del reencuentro, perderse entre el tiempo y el espacio...

David Santiago Serna, facilitador de la Biblioteca

Ser de Otraparte es ser consciente de la naturaleza cósmica de la que hablaba Fernando González...

Camila Santamaría, promotora de lectura Otraparte

Ser de Otraparte es convivir con las soledades...

Daniela Calle, usuaria de la Biblioteca

Ser de Otraparte es sentir que tengo seguro un paraíso en medio del caos...

Por: Lorena Zapata

  • Analista Biblioteca Otraparte