Hay palabras para cada momento del día. Hay palabras que decimos cuando estamos alebrestados y otras que usamos para cuando estamos estirando jeta. Pero hay una palabra que, con solo pronunciarla, encierra una maraña de vueltas, tejemanejes y estados espirituosos. Una palabra que es la todera de cualquier conversación. Que no necesita ser invitada porque en el instante en que aparece, de una forma que no tiene explicación, todos los presentes la entienden, la sienten y la comparten. Una palabra de esas que es aprendida sin la intención de ser enseñada: Por naturaleza, como si hiciera parte de nuestra biología, aparece. No es internacional, pero si un extranjero la llega a escuchar, acompañado de la expresión y entonación con que se pronuncia, aunque no tenga palabras para definirla, seguramente la entenderá.
Y es que esta palabra es una berraquera. Úsese para lo que le guste, lo que no le guste, lo lindo, lo feo, cuando esté contento y cuando esté aburrido, cuando se emocione y cuando se embejuque. Úsese cuando quiera, en el momento y lugar que usted desee. No pida permiso, simplemente dese el gusto de pronunciarla con acento marcado y un movimiento fuerte pero corto de cabeza y brazos.
