Historias que saltan entre formatos

Las historias no se quedan quietas. Algunas empujan los bordes de su propio relato hasta encontrar otro cuerpo donde continuar. Cambian de forma no por capricho, sino porque la experiencia que cargan necesita más de una manera de ser contada.

Un monstruo viene a verme es una de esas historias. Pensada primero por Siobhan Dowd como un cuento ilustrado, escrita luego por Patrick Ness como novela, llevada al cine por J. A. Bayona y hoy también disponible como audiolibro, gira alrededor de un niño que enfrenta la enfermedad de su madre y de un monstruo que aparece para contarle historias; no para consolarlo, sino para ayudarle a afrontar el abismo que le espera. Cada formato acentúa una capa distinta del relato:

Roz, una robot, despierta sola en una isla y aprende a sobrevivir observando a los animales que la rodean. Robot salvaje es una novela ilustrada que en 2024 tuvo su adaptación animada. Entre gansos, castores, venados y tormentas, Roz descubre que incluso el metal puede echar raíces. Tanto en el libro como en la película se narra ese proceso de aprendizaje desde lenguajes distintos: lo que en el papel se construye con paciencia y repetición, en la pantalla se vuelve gesto, movimiento y ritmo.

Con una narrativa atmosférica y dinámica, que va saltando entre escenas, propia de la ciencia ficción, William Gibson en Neuromante presenta un futuro distópico controlado por inteligencias artificiales, en el que Case, un pirata de la realidad virtual —el ciberespacio—, sufre una venganza que le daña el sistema nervioso. Expulsado del ciberespacio y atrapado en su propio cuerpo, se mueve en la marginalidad hasta que aparece una misión que le permitiría volver a conectarse a esa realidad virtual. La reedición en una novela gráfica no reescribe la trama, pero sí la vuelve más áspera y veloz; el mundo de hackers y redes se percibe fragmentado y saturado:

En La casa de la furia, de Evelio Rosero, una familia se prepara para celebrar el aniversario de bodas de los patriarcas. Las sombras familiares y las preguntas por la realidad nacional impulsan esta historia, contada en una sola escena, en la que se encierra a una familia y a un país entero dentro de una fiesta que avanza hacia el desastre. La novela transcurre en un solo día, entre risas, excesos y violencia soterrada, con una prosa vertiginosa que hace del espacio doméstico un escenario en ebullición. La narración en el audiolibro amplifica ese caos y polifonía de voces.

Muy distinto es el gesto de Voyager, de Nona Fernández: un ensayo que cruza reflexiones sobre el alzhéimer de su madre, la historia de la dictadura chilena y la exploración estelar para preguntarse por lo que un pueblo intenta olvidar o recordar. Este libro fue adaptado al teatro por la propia autora, trasladando esas preguntas y reflexiones a la expresividad escénica.

La muy catastrófica visita al zoo cierra el recorrido desde otro lugar: una investigación sobre la desaparición de un niño durante una salida escolar al zoológico, narrada a varias voces y pensada para circular entre lectores de distintas edades. Aquí la historia se completa en la conversación, en la lectura compartida, en lo que se dice después.

Entre páginas, pantallas y escenarios, estas historias se desplazan sin perder su centro. Al seguirlas, el lector también aprende a moverse: a leer con los ojos, con los oídos y con el tacto.