Muy cerca a la Calle de la Buena Mesa, en Envigado, está una parte del estudio de Yanneth Pineda (Yapi). En este archipiélago compartido con otros tatuadores ella habita una parte de un amplio estudio donde dibujar sobre la piel, lo cual implica otras atenciones y cuidados. El día que la visitamos, repasa las últimas líneas de un tatuaje que le hace a su amigo José Olascoaga. La pieza es un pequeño fragmento de un dibujo de Daniel Liévano que representa los recuerdos y una de sus formas. La experiencia, que es otra, el trabajo sobre la piel, la presión sobre la aguja, la limpieza y el cuidado instalan a la dibujante en un punto más de su constelación gráfica donde ha aprendido a simplificar el trazo porque en el tatuaje el exceso de detalles y líneas puede jugar en contra.
Hace poco Yapi dibujó una conversación gráfica con El velo que cubre la piedra de Ignacio Piedrahita para la Colección Palabras Rodantes, su interpretación escapó a la ilustración de lo visible, formando preguntas y nuevas metáforas a los relatos del escritor. En cada trabajo que ha hecho, cambia y se pregunta por la forma, interpelando lo que hace, con la intuición de que nunca hay una zona segura, y que hay muchos modos de hacer lo que más le obsesiona: dibujar.

Escribir de un estudio en concreto, en este caso, resulta arbitrario, lo que hay en este lugar es una zona, quizás de tránsito, en la que Yapi se adapta y aprende, que le permite ser de otro modo, un espacio de convivencia como aquel que tuvo en la casa de Un nuevo error, o el que descubrió en los meses de la residencia en La Maison des Auteurs de Angulema, Francia.
Más allá de la práctica y la constancia, la abstracción y la repetición de l íneas y líneas de dibujos a los que siempre les faltará un nuevo repaso; las lecturas de otros dibujantes la acompañan con su presencia: La influencia de Ignasi Blanch y lo determinante que resultó una conversación en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, las dimensiones, geometrías y detalles en las páginas de Lorena Alvarez, la importancia de la revista de cómics hechos por mujeres, Brígida, o la intuición y las composiciones de Gipi son reflejos en los que siempre encuentra materiales nuevos para su oficio.

Entre los cambios y mutaciones, de la tinta y el carboncillo, de trabajo análogo a la digital, de trabajar en papel a el tatuaje, Yapi es consciente de que cada material y forma, cada exploración implica no sólo adaptarse, sino aprender las muchas posibilidades de su oficio.
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