Convirtió en legendarias las Contratapas de los viernes del diario argentino Página 12. Cada semana, sus lectores tenían una cita impostergable. Sabían que después de rumiar con fruición las poco más de mil palabras que componía con precisión de lutier, saldrían transformados: encontrarían nuevas lecturas que desentrañar de las librerías, nuevas obsesiones literarias. Cada viernes era un deslumbramiento. Forn generaba el efecto colateral de hacer crecer las bibliotecas. Contaba las historias como si hubiera estado a la sombra de sus protagonistas, la mayoría de ellos escritores o músicos o artistas o soldados legendarios o modestos profesores universitarios cobijados por auras de genialidad. Juan Forn dedicó su vida a la literatura con el arrojo de un clavadista que salta a un estanque sin medir su profundidad, y ahí seguirá nadando en compañía de lectores que siempre le agradecerán las orillas que él delineó con sus hermosas historias.