Las librerías tienen rostros e historias y no únicamente las que aparecen en los libros. Son esas voces que de manera omnisciente nos acompañan en cada elección, en ese ritual que implica una toma estratégica de decisiones cuando estamos buscando qué leer. ¿Qué sería de las librerías sin libreras o libreros? Este oficio es un cúmulo de inteligencia, experiencia y tradición para el cual no existen modelos ni ideales; se hace a imagen y semejanza de la persona que lo ejerce.
Los objetos viejos tienen un sinnúmero de atributos peculiares que cargan con las respuestas a los cuestionamientos sobre su origen. Su aroma, su energía y sus marcas son solo pequeños rastros que permiten vislumbrar una historia llena de misterios. Sin embargo, el misterio es fascinante cuando está de por medio descubrir el alma de ese objeto; no saber qué manos lo han tocado, para qué ha sido utilizado, qué lugares ha visitado y cuál ha sido exactamente su recorrido.
Eso fue lo que sedujo a María Camila Cardona, una comunicadora social y Magíster en Hermenéutica Literaria que desde 2018 unió sus intereses académicos con una afición por los libros usados, “yo creo que hay un tipo de temperamento que vibra mucho con las cosas viejas, con las historias que pueden contar esos objetos. La experiencia del libro viejo me parece superior. Es una oportunidad de encontrar cosas adentro; hojas secas, fotografías, dedicatorias. También encontrar esos rasgos, no tan románticos, que hablan de toda la circulación que ha tenido ese libro; qué sellos tiene, el año de edición, la máquina con que fue impreso y el papel en el que fue impreso”.
Camila, trabajó en librerías y editoriales mucho antes de iniciar con sus proyectos actuales, esto le permitió estar ligada al circuito del libro. Su aproximación inicial fue desde una mirada más académica, haciendo investigaciones en literatura; específicamente en un campo que se pregunta por el ecosistema de los libros, la historia de la edición y la historia del libro en Colombia.

En marzo de 2018, creó Carbonero Libros, su primera librería virtual. Este proyecto tiene un perfil divulgativo muy claro: la literatura colombiana y la recuperación de la historia de la circulación de libro en Colombia, específicamente en los siglos XIX y XX.
Camila comenzó como lectora a buscar esos libros, a entender cuál era su circulación actual y por qué muchos de ellos fueron importantes en su época. Por este motivo, Carbonero Libros es la iniciativa de recuperar esas colecciones del pasado. “Siempre he sentido que ahí hacemos una recuperación del patrimonio literario colombiano y lo ponemos a circular de nuevo. No somos una editorial, nosotros lo que hacemos es buscar esos libros y permitir que encuentren otro lugar, otro lector o lectora. Sentimos que con eso hay una suerte de poner de nuevo esas ideas y esas apuestas intelectuales, editoriales y librescas a circular”.
Peregrina Libros, su segunda librería, nació en octubre de 2019. Según Camila, es un hijo de Carbonero que terminó convirtiéndose en la mamá. Peregrina amplía la oferta, hace lo suyo con literatura universal, las ciencias humanas y sociales, y toda esa gran categoría que abarca la producción escrita de pensamiento. “Con Peregrina tenemos una apuesta que quisiéramos afinar mucho más que es la recirculación de colecciones, autores y proyectos editoriales específicos de la edición en español. Nos interesa mucho ver cuáles han sido esos proyectos intelectuales y literarios propios de Latinoamérica, o esas colecciones importantes de la edición española”.

Sin embargo, Peregrina Libros, aunque tiene esa mirada al pasado, también tiene un catálogo de colecciones y ediciones más recientes. Por otro lado, también desea formar una comunidad lectora para que esta sea una puerta a la promoción de la lectura.
Ambas librerías tienen particularidades y apuestas propias de las personas que hay detrás, María Camila Cardona y su socio Daniel Clavijo. Camila se define como una librera en formación, como una arqueóloga literaria que trae de vuelta esos libros que fácilmente podrían estar archivados en una biblioteca o terminar en la basura. Para ella, su oficio de librera apenas se está consolidando, sin embargo, espera seguir maravillándose con los libros viejos, encontrar tesoros donde no esperaba encontrarlos y vibrar de maneras diferentes con las experiencias que le generan las lecturas.

Test de Proust para libreros y libreras
¿De las virtudes de los libros cuál es tu favorita?
Que generan vínculos.
¿Qué cualidades deseas aprender de los libros?
Quisiera aprender a narrarme, contarme, ensayarme, poetizarme. No sé, pero hacer algo también con mi propia historia.
¿Cuáles libros recomiendas siempre a tus amigos?
Como soy librera no recomiendo siempre porque creo que, precisamente, es como la particularidad de esto. Poder ver quién es y recomendar algo. Pero sí hay un libro que recomiendo a amigos y amigas con quienes tengo muchas afinidades en ese tema y es La inteligencia de las flores de Maurice Maeterlinck.
Es un libro que siempre me parece una maravillosa compañía y para personas que tienen sensibilidad botánica, muchos de mis amigos la tienen, me parece precioso. Además, está cerca de uno de los géneros que más disfruto, después de la poesía, y es el ensayo. Me parece que es un libro que todos podemos disfrutar.
¿Qué sería imperdonable hacer con un libro?
A mí me cuesta pensar que hay cosas imperdonables, pero yo creo que los libreros de libros usados rescatamos, y cuando rescatamos lo que estamos haciendo es evitar que ese libro vaya a la basura. Entonces, diría entre comillas que algo que me parece triste y, tal vez, lo más cercano a imperdonable, sea botar libros a la basura.
¿Por qué la ocupación de librera es la mejor del mundo?
Es el mejor del mundo para mí, eso sí. Creo que para mí es el mejor del mundo porque estoy todo el tiempo con libros.
¿Como lectora cuál es su sueño de felicidad?
Mi sueño de felicidad no es un sueño individual, es un sueño colectivo. Mi sueño sería poder llevar libros a todos los lugares posibles. Siento que, y no dicho por mí y sentido solo por mí, sino por muchas personas, por muchos escritores, por muchas escritoras, por muchos grandes lectores y lectoras, que los libros salvan, cambian y mueven. Entonces, en la medida en que pueda llevar lectura, llevar libros, creo que se cumpliría un sueño como lectora también.
¿Cuál sería su mayor infortunio?
No poder acceder libremente a los libros. Yo sé que uno no puede acceder a todo lo que quiere, pero sí pienso en censura, por ejemplo. Vivir en una sociedad en la que no haya libertad para elegir qué leer, que es una de las pocas libertades que nos quedan a veces.
¿Cuál personaje de un libro le gustaría ser?
Hace unos años leí Orlando de Virginia Woolf y creo que me partió. Me pareció muy tremendo y muchas veces me he imaginado siendo Orlando, no por su contexto histórico, sino por la especificidad de vivir tanto tiempo y haber tenido la experiencia de ser hombre y de ser mujer.
¿Cómo fue el primer encuentro con un libro que la atrapó para siempre como lectora?
Yo creo que fue en la infancia y fue un libro que me pusieron a leer en el colegio. Recuerdo cómo me latía el corazón, recuerdo mi emoción, recuerdo mis ganas de sentarme a leer el siguiente capítulo. Era un libro muy chiquito que se llama Micaela no sabe jugar, no recuerdo el autor y tal vez todavía tengo por ahí el libro. Ese es el recuerdo que tengo, a partir de ese momento, los libros tuvieron un protagonismo que venía de mí. Mi mamá siempre me puso libros alrededor y fueron protagonistas en ese nivel, pero a partir de ese momento fui yo la que los hizo protagonistas.
¿Su descubrimiento literario más reciente?
Es Adrienne Rich. Poeta, ensayista y activista norteamericana que me pareció impresionante. Muy potente y digamos que sí me habló duro.
El descubrimiento que no la deja de sorprender
Helena Araújo. Yo llegué a ella por un librero de usados que me dijo: “Vea a esta escritora”. A partir de ese momento no la suelto y me sigue sorprendiendo su lucidez.
¿Qué libro le regalaría a alguien que va a recibir su primer libro?
Es difícil porque depende qué edad tiene. Pero si apenas va a recibir su primer libro y es un niño o una niña, o sea, si está pequeño, le regalaría un libro de una editorial colombiana que se llama LuaBooks. Ellos hacen un trabajo precioso y, además, con un componente digital que me parece interesante esa combinación en este momento. Tienen unos libros hermosísimos.
¿Con qué autor o autora le gustaría sentarse a tomar un café y qué sería lo primero que le preguntaría?
Hay tantos y tantas. De nuevo creo que sería con Helena Araújo. Lo que pasa es que es una escritora que me marcó mucho. Le diría que por favor me explique bien qué es lo que quiere decir con que hay una sintaxis femenina. Creo que no la dejaría ni llegar. Eso no lo he entendido y quisiera entenderlo.
¿Cuál es la biblioteca o librería que la dejó descrestada y a la que siempre le gustaría volver?
Desde que empecé los proyectos hay una librería que ha sido mi modelo. Allí, en esta librería, hay una librera anticuaria. La librería se llama La Galatea, queda en Salamanca, España. Es increíble, me marcó y quiero ser así, algún día, cuando sea grande (risas).