Bibliotecaria por un día

María Teresa Andruetto: Sembrar libros en los bolsillos

María Teresa Andruetto fue Bibliotecaria por un Día en las bibliotecas Comfama Claustro y San Ignacio, durante el marco del Vive Bibliotecas Centro y Norte.

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María Teresa Andruetto: Sembrar libros en los bolsillos
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De niña, María Teresa Andruetto descubrió que para escribir no necesitaba tener una vida interesante, en la literatura podía vivir muchas vidas a la vez. Por eso, en los recreos del colegio, relataba a sus compañeras anécdotas que había leído en libros de mitología o de novelas policiales. Sin embargo, moldeaba los hechos a su conveniencia, trazando una brecha muy corta entre su vida y la ficción.

Nacida en Arroyo Cabral, un pueblo de la llanura cordobesa, Andruetto creció en la frontera entre lo rural y lo urbano. De ese movimiento —del campo a la ciudad, de lo periférico a lo central— surge una tensión fundamental de su escritura. En El país de Juan, por ejemplo, narra la migración de familias campesinas expulsadas por sequías y vaivenes políticos hacia la ciudad Cartón, donde la vida no mejora mucho. Su literatura se escribe desde ese vaivén: lo íntimo y lo social, lo local y lo universal, ya que para ella todo escritor o escritora es un reflejo de su comunidad.

En su visita como Bibliotecaria por un Día en las Bibliotecas Comfama Claustro y San Ignacio, Andruetto navegó entre estanterías, hizo un préstamo, recomendó lecturas y conversó con los usuarios. Más allá de los gestos cotidianos del oficio, insistió en el sentido profundo de una biblioteca: “Una biblioteca depende de que la comunidad la cobije”. Para ella, no basta con libros; se necesita la red viva de quienes los prestan, los recomiendan, los leen. En sus palabras, cada bibliotecario o bibliotecaria carga en sus bolsillos semillas, que comparte con las personas para que estos las ayuden a germinar.

Su relación con las bibliotecas ha sido constante y transformadora. La primera fue un mueble en la casa familiar; después llegó la escolar, y más tarde la inmensa biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Y hoy, en su pueblo, Unquillo, la biblioteca popular pasó a llamarse Tere Andruetto, un gesto que ella recibe con gratitud y humor, esto último porque, a raíz del nombramiento, algunos la toman por dueña del espacio. Hoy, con libros que compra o recibe de editoriales, se ha convertido en “una biblioteca bípeda” que le presta títulos de su colección personal a amigos y vecinos.

Pero el centro de su vida es la escritura. Andruetto cultiva novela, cuento, ensayo y poesía con un mismo gesto: más que respuestas, busca preguntas. En Lengua madre, una hija reconstruye la vida de su madre a través de cartas familiares, y en ese redescubrimiento se transforma a sí misma. Stefano, inspirada en la emigración de su padre, narra la travesía de un muchacho italiano hacia Argentina, donde aprende sobre la soledad, la música y el amor como formas de arraigo. En Los ahogados, la dictadura se filtra en los silencios y desapariciones apenas sugeridas, mientras una pareja joven intuye el mismo final que otros ya padecieron. Cada libro es una exploración de la memoria, de las heridas íntimas y sociales que se cruzan en cada vida.

En su ensayo Hacia una literatura libre de adjetivos cuestiona la tendencia a “guetizar” o separar a la literatura infantil y juvenil, como si su valor dependiera de la edad de los lectores. Andruetto propone lo contrario: juzgar toda obra por su calidad intrínseca. Su estilo es sobrio, contenido, sin adornos innecesarios. Prefiere la sugerencia al énfasis, la pregunta al dictamen. Dice que la literatura es una “conversación como forma de resistencia”.

Una voz que escucha antes de hablar, que entiende que lo propio se alimenta de lo ajeno.

En su discurso de entrega del Premio Universitario de Cultura 400 Años ha insistido: “Un escritor es expresión de la sociedad que lo contiene”. No escribe desde una torre aislada, sino desde la comunidad, como caja de resonancias de voces, ecos y disidencias. Por eso afirma que “buscamos nuestra propia identidad en las historias de los otros, porque lo propio es también lo desconocido en nosotros”. Su paso por las bibliotecas de Comfama lo confirma: un espacio de libros solo se vuelve biblioteca cuando está habitado por la comunidad.

Así, de la niña que apropiaba relatos ajenos en el patio de la escuela a la escritora que hojea cartas, migraciones y memorias, Andruetto ha seguido el mismo hilo: encontrar su voz en el rumor de muchas otras. Su literatura, como sus palabras en la biblioteca, insisten en afirmar que toda identidad es plural y que una biblioteca es un lugar donde las voces de los otros nos devuelven la nuestra.

Revive la conversación con María Teresa Andruetto

Por: David Ossaba Salazar