Todas las historias son canciones. Si se lee en voz alta, las palabras pueden formar acordes. Los textos son partituras para quien aprende a interpretarlos. Así lo cree la escritora y cantante María del Sol Peralta, quien fue bibliotecaria por un día en la biblioteca Comfama Claustro.
Las canciones y las historias recorrieron los corredores antiguos del Claustro Comfama. La música manchó las paredes y las voces de los niños pintaron el ambiente. El silencio tuvo que esconderse por un momento y cederle el escenario a María del Sol Peralta, escritora, cantante y promotora de lectura quien es reconocida por iniciar la algarabía cuando llega a las bibliotecas. Durante su experiencia como bibliotecaria: recomendó libros, conversó con los usuarios y dio una hora del cuento musical para los niños y las niñas.
Desde pequeña, la cultura ha estado presente en su vida. Su abuela fue cantante lírica y su madre, Irene Vasco, también es una reconocida escritora de literatura infantil. Es por esto, que desde muy joven, estas dos artes: la música y la literatura, estas dos tradiciones: la oral y la escrita, se entrelazaron dentro de ella. Sus relatos guardan esa memoria libre y aérea de las “palabras aladas”, de cuando la lectura era un acto colectivo y se leía en voz alta. Sus libros, que la mayoría van acompañados de discos musicales, son el reflejo de esa unión: Con... ¡Cierto animal!, Sana que sana, ¡Arre, borriquita! y ¿Baila usted?
La primera biblioteca que recuerda, la conoció cuando vivió en Estados Unidos, en Athens Georgia, en el sur del país. Más que los cuentos que le leyeron, guarda la memoria de sus olores, sus texturas y sus sonidos; pero sobre todo recuerda a las personas, a los bibliotecarios. Resalta la sensación de protección que sentía por la presencia de los libros como guardianes de ese espacio, que cobraban vida cuando alguien los leía; eso fue lo que la animó a dedicarse a la promoción de lectura. Por sus experiencias, destaca la importancia de leerle a los niños en voz alta, como si se les cantara una canción. Gracias a las rimas recuerdan más fácil las palabras, y así, van interiorizando esas estructuras narrativas de las historias:
María del Sol viaja constantemente, y en la mayoría de los lugares, es invitada a las bibliotecas. En ellas no pierde un solo momento para leerle y cantarle a los niños, así logra entablar una relación a través de la música. Sus historias comienzan en voz alta, con acordes y cuerdas resonando. Por esto, considera que las bibliotecas deben ser un intervalo de silencios y algarabía, de voces estridentes en una lectura, y de momentos callados y meditativos con un libro. Es escuchar la propia voz, pero también la voz del otro.

Confiesa que estuvo nerviosa en su experiencia como bibliotecaria: llegaba a una ciudad diferente a la suya y a una biblioteca nueva que no conocía. Es que a pesar de que las bibliotecas puedan compartir un mismo código o sistema de clasificación, cada una es: “Un universo, enorme, vasto, extenso”. Su identidad está moldeada por muchos factores: su catálogo, su personal, su población o su territorio.
No solo las historias de literatura infantil la conmueven, también hay varias novelas que la han transformado: Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal la ayudó a formarse como lectora; de la escritora francesa Irène Némirovsky recuerda su novela Suite Francesa, que la impulsó a seguir devorando libros; Tomás González es un autor referente, Las noches todas es una novela que le gustaría que no terminara; hay otros libros que quisiera leer por primera vez: La trenza de Laetitia Colombani y de Piedad Bonnett, una de sus autoras favoritas, Para otros es el cielo.
Su paso como bibliotecaria por un día en la biblioteca Comfama Claustro fue un concierto a muchas voces, con historias que se volvieron canciones y con los niños y niñas como protagonistas de esos relatos.