La naturaleza ha sido un gran desafío para los seres humanos, quienes han buscado descubrirla, entenderla y sentirla a través de todas las ciencias y las artes. Cada animal, cada planta, cada ecosistema se presenta ante el ojo humano como una posibilidad para contemplar lo único, para apreciar eso que refleja la vida y el devenir del planeta. En medio de la humedad de las selvas tropicales, el calor permanente del desierto, el frío que atestigua del nacimiento del agua o la frescura del azul infinito, se esconde lo exótico; eso que desde hace siglos ha llevado a miles de viajeros a adentrarse en terrenos desconocidos y a narrar lo indecible, a mostrar lo inexplicable a través de letras y trazos.
Tanto la planta con solo trescientos ejemplares en un páramo como el ave que canta todos los días en nuestra ventana son invaluables para el ecosistema y la cultura. Todos ellos están unidos por un hilo que teje el equilibrio y son la fuente de un acervo de historias que nos permiten conocernos, y hay quienes están dispuestos a escuchar y eternizar esas historias. Este es el caso del trabajo de cuatro mujeres que les presentamos a continuación y que hicieron de la ilustración científica una forma de dar a conocer las maravillas de lo natural.
La tarea de entender la ciencia
El oficio de estas mujeres no es nada fácil: ¿Qué es la ilustración científica? Valentina nos dice: “Es plasmar de una manera gráfica lo que es la ciencia”, es decir, cada una de las ciencias presenta conceptos o procesos muy complicados de explicar por lo que la ilustración llega como aliada para aportar al entendimiento y al resumen de los mismos en una imagen. De allí que este trabajo artístico se utilice, según Natalia, “para acompañar textos académicos, ya sean libros o artículos, y posters para publicaciones o eventos”. Como parte de sus características, continúa Natalia, “la ilustración científica hace parte de diferentes áreas del conocimiento”, por lo que aporta a ciencias como la medicina, la arqueología, la antropología, la geografía, la geología o la astronomía.
Dicho esto, la importancia del oficio radica en contribuir al entendimiento de la ciencia, a hacerla más digerible, menos técnica, más cercana a la comunidad en general. Ambas artistas coinciden además en su relevancia para los procesos de divulgación y educación ambiental. Dice Valentina: “La ilustración científica es una herramienta súper chévere para llegar a sensibilizar a la gente respecto a las especies, respecto a la ecología; información que si se presenta en texto no es lo suficientemente atractiva para despertar interés y crear una conciencia respecto a la conservación o la diversidad”.
Se suele comparar el trabajo de estas ilustradoras con el que, en 1783, emprendieron muchos naturalistas para el proyecto de la Expedición Botánica, sin embargo, aunque el contenido sigue siendo esa naturaleza que hace guiños a la belleza y la curiosidad, hay una distinción entre la ilustración botánica y la ilustración científica. Resulta que la primera es una rama de la segunda, dice Natalia: “Cuando hablamos de ilustración botánica hacemos referencia a todas las ilustraciones que surgen de un organismo vegetal, mientras que la ilustración científica aborda muchas más áreas del conocimiento, entonces incluye, además de las ilustraciones de plantas, ilustraciones de microorganismos, animales y objetos científicos diversos”.
Noemí Cevallos, una mirada que apunta a lo invisible

Noemí Cevallos es una bióloga nacida en Guayaquil, Ecuador, que se ha dedicado desde los veinte años a la ilustración científica. Con estudios en dibujo de la Universidad Nacional Autónoma de México e interesada en la educación ambiental ha trabajado con muchos científicos y artistas gráficos de su país natal y extranjeros para desarrollar talleres y realizar publicaciones como Palmas ecuatorianas, Flora de Hepáticas y Antoceros del Ecuador, Libro rojo de las plantas endémicas del Ecuador y The Amphibians and Reptiles of Mindo. Hace poco inauguró una cafetería llamada Serendipia, ubicada en el Museo de la Universidad de Cuenca, Ecuador, para difundir el conocimiento. Allí, basada en las ideas de que quien conoce, conserva; y de que el arte es capaz de visibilizar lo invisible, imparte cursos, ofrece charlas y expone su trabajo y el de otros artistas. También es fundadora de Pictoratus, una iniciativa que promueve la divulgación de la ciencia y la conservación a través de las artes.
Geraldine Mackinnon, los trazos que potencian la educación

Geraldine Mackinnon estudió Artes Visuales y Educación en la Universidad Católica de Chile y ha colaborado para entidades como el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, el Royal Botanic Garden Edinburgh en Escocia y la American Society of Botanical Artists. Es miembro y fundadora del Círculo de Ilustradores Naturalistas de Chile y de la Red Latinoamericana de Ilustración Científica. Sus obras se encuentran en museos, fundaciones y colecciones de Chile, Londres, Edimburgo, Miami, Nueva York y Kauai, donde es artista miembro del NTBG Florilegium Project. Además, posee más de dieciséis años de experiencia como docente en colegios, universidades y talleres, pues es una convencida de que la ilustración científica es una herramienta educativa muy potente y efectiva con infinitas aplicaciones; incluso fundó una escuela online de ilustración botánica. Asiste constantemente a congresos y encuentros para promover la ilustración científica y generar reflexiones sobre la relación que se establece con el medio natural. Tiene un blog y un canal de YouTube a través de los cuales comparte contenidos en torno a la naturaleza, la ciencia, el arte y la contingencia mundial.
Valentina Nieto, visualizar un horizonte ilimitado

Valentina Nieto Fernández es bióloga de la Universidad Nacional de Colombia y desde su infancia sintió un gran gusto por el dibujo. Empezó a ilustrar para la ciencia por casualidad, pues en el 2014 se animó a realizar la imagen para un encuentro de abejas silvestres ante la falta de un diseñador gráfico. A sus profesores les gustó mucho esa primera ilustración y la motivaron a continuar ya que este ejercicio sería muy útil para acompañar los artículos y los libros. Se armó entonces un portafolio y desde hace seis años no ha parado. Cree que la ilustración científica, a nivel educativo, tiene un poder inmenso porque permite empoderar a la gente con el conocimiento de su biodiversidad y acercarla al medio natural que la rodea, incluso, mediante la simple actividad de la observación. Así, convencida de que la ciencia debe expandir sus límites, a través de su arte, busca crear el puente entre los estudios académicos y la sociedad en general, que es realmente la que va a cuidar los territorios y a conservar sus recursos.
Natalia Uribe, una artista que trabaja con otros

Natalia Uribe Macías es bióloga de la Universidad de Antioquia. En el 2007 tomó su primer curso de ilustración científica impartido por Consuelo García, que era la ilustradora del herbario de la Universidad para ese momento, y desde entonces sintió una gran afinidad por esta área, lo que se debe, en gran medida, a que sus padres son artistas. En el 2011 comenzó a dictar el curso de ilustración para biólogos en el Instituto de Biología, ha trabajado para publicaciones sobre moscas, libélulas, peces y, actualmente, desarrolla un proyecto sobre poliquetos. Explorando otros formatos como el muralismo ha liderado los procesos del colectivo BioGrafos, una iniciativa que se creó a partir del curso de ilustración con algunos estudiantes y que tiene como objetivo llegar a los públicos con conversaciones sobre la diversidad natural que tiene Colombia. Con el colectivo han realizado exposiciones en el Museo de la Universidad de Antioquia y en el Café Naturalia, han participado en diferentes charlas y conversatorios y han realizado intervenciones en algunos casilleros de la Universidad para recrear lo que se trabaja en los institutos de biología, química, física, matemáticas, microbiología, ingeniería de alimentos y farmacéutica.
¿Cómo empezar?
Para Valentina lo más importante es la observación, la cual nos permite reconocer las diferencias entre las características, los colores o las texturas y llevarlas, poco a poco, a la ilustración. Por lo tanto, luego de esos ojos atentos y dispuestos a descubrir la magia de la naturaleza, la maleta es realmente ligera: papel, acuarelas, lápices y un poco de lectura e investigación hacen parte de las herramientas del ilustrador. En este proceso la práctica constante es fundamental.
Te dejamos la conversación que sostuvimos con estas talentosas mujeres y algunas muestras de su trabajo, las cuales pueden servirte como inspiración en la aventura por la contemplación de la naturaleza y la ilustraci ón de la ciencia.