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Los tesoros literarios de Manuel Mejía Vallejo

¿Qué páginas inspiraron al escritor antioqueño?

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Los tesoros literarios de Manuel Mejía Vallejo
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El sonido de las teclas en una máquina de escribir, un disco que lentamente se convirtió en un casete y un escritor ensimismado en medio de la noche… Si bien suena a una idea romántica del oficio del escritor; así recuerda María José el ritual de escritura de su padre, Manuel Mejía Vallejo, a quien recordamos en el centenario de su nacimiento.

En 1989, uno de los premios literarios más importantes de Hispanoamérica, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, fue otorgado a Manuel Mejía Vallejo por su última novela, La casa de las dos palmas. Este galardón, dado a otros autores de talla mundial como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, reconoció la obra de Mejía Vallejo sobre la historia y psicología de personajes inscritos en la Guerra de los Mil Días, debido a su narrativa profunda y su capacidad para conmover y representar la cultura colombiana. En esta novela, el autor explora temas universales como el amor, la soledad y la lucha por la libertad. Así, se une a los escritores anteriormente mencionados, escritores que leyó, en un reconocimiento que enaltece la importancia de sus letras dentro del panorama literario latinoamericano actual.

El escritor Manuel Mejía Vallejo en su finca y refugio Ziruma, en el Oriente antioqueño, sitio de tertulias memorables. (Foto cortesía de la familia Mejía, donada al archivo de la BPP).

El escritor Manuel Mejía Vallejo en su finca y refugio Ziruma, en el Oriente antioqueño, sitio de tertulias memorables. (Foto cortesía de la familia Mejía, donada al archivo de la BPP).

Su obra literaria se destaca por sus descripciones detalladas y atmosféricas, las cuales crean personajes y narraciones envolventes, en cierta medida un trabajo cultural y de memoria pues, como dice Antonio Colinas, “toda literatura que se hace es literatura de la memoria”. La obra de Manuel Mejía Vallejo (23 de abril de 1923 - 19 de octubre de 1998) es muy versátil y abarca diversos géneros, incluyendo la novela, como en “Tarde de verano”, donde el autor tiene huellas de la novela de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”; el cuento, como en “Cuentos de zona tórrida” u “Otras historias de Balandú”; la poesía y los artículos periodísticos.

Explorando temas como la marginalidad y la soledad de una Colombia que perfectamente podría ser la de hoy en día, el autor invita a sus lectores a incomodarse, a estar inconformes, a pensar sobre la sociedad y sus conflictos; obra que destacó por su carácter realista y estilo introspectivo. Colorido y lleno de vida como las calles de Jericó, lugar de su nacimiento, la obra de Mejía Vallejo ubica escenarios conocidos, los cuales resignifica con el fin de retratar esencias humanas.

Un narrador con memoria ejemplar

De Mejía Vallejo se dicen y saben muchas cosas: que dejó bibliotecas en diversas zonas de Colombia, que mantuvo amistades con múltiples autores como Emma Reyes, Guillermo Angulo o Juan Rulfo; que dirigió un grupo de escritura donde llevó de invitados a grandes escritores como José Saramago; pero menos se habla de sus gustos o su memoria. Mejía Vallejo recordaba múltiples autores, tal como dijo Juan Luis Mejía, antiguo director de la Universidad EAFIT y amigo del autor, “fue un gran lector y tenía en su memoria infinitos textos”. Entre estos autores, se encontraba Porfirio Barba Jacob, a quien siempre halló inspirador y a quien recitaba de forma constante.

No hay una sola vertiente que una a su biblioteca personal, la cual, parafraseando “Futuro” de Barba Jacob, vagó por islas de América y el mundo, que supo cosas lúgubres, hondas e incluso, tal vez, bellas. Sus lecturas abarcaban autores desde la generación perdida como William Faulkner y románticos como Jorge Isaacs y Victor Hugo, hasta escritores del boom como Carlos Fuentes o Cortázar.

Mejía Vallejo fue un escritor apasionado por las letras no solo escritas sino cantadas, hasta el punto de tener una obra atravesada por la música, lo cual explicaría su predilección por cuentos como “El hombre de la esquina rosada”, de Jorge Luis Borges; o la aparición de Carlos Gardel en Aire de tango. El amor por las letras pudo, perfectamente, haber nacido de escuchar coplas, refranes e historias de santos por parte de sus padres entre noches de campo y tiempo de descanso. Las primeras marcaron diversas de sus obras y resultaron en la creación de coplas propias y las segundas desembocaron en un interés por historias de héroes de diferente índole y próceres.

Leer con nuevos ojos

Para conocer es importante nombrar o, al menos, poder comprender. Las historias de Mejía Vallejo materializan realidades diversas que sobrepasan el costumbrismo de autores como Tomás Carrasquilla, preguntándose, inquietándose y denunciando el mundo que vivió; comprendiendo que observar es también observarse, invitación que queremos extender. Mejía Vallejo es un escritor para los idealistas, los soñadores y los críticos, una obra que ofrece un viaje por una Colombia de siglos pasados, donde la pasión y la lucha por la libertad se entrelazan.

Durante las noches y con inmensa concentración escribía y corregía libros que aún tienen mucho por enseñarnos, pero más allá del Mejía Vallejo escritor había un lector ávido, que memorizaba grandes fragmentos de los autores que admiraba e impregnaba sus letras con estos. Desde sus cautivadores poemas hasta sus galardonadas novelas, los personajes de Mejía Vallejo serán compañeros de viaje inolvidables y atemporales, los cuales, acompañados de su pluma maestra, conectan el mundo interior o sentimental con el exterior.

Conocedor de la literatura local y universal y con una vida llena de letras y personajes que ahora leemos desde la distancia, Mejía Vallejo dejó bibliotecas en diversos pueblos de Colombia, tuvo una vida acompañada por autores diversos como Balzac, Cervantes y Gabo, de quien fue amigo. En el centenario de su nacimiento, en honor al verdadero fan de la música que fue Mejía Vallejo, te invitamos a leer algunos títulos de su biblioteca personal, acompañados por tu música favorita.

Por: Manuela Velásquez