Rayuela, un juego literario que se escribe en Santa Rosa

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Rayuela, un juego literario que se escribe en Santa Rosa

Rayuela es el nombre de una famosa novela escrita por Julio Cortázar, de un juego tradicional infantil y de un Taller de Literatura de Santa Rosa de Osos en el que el juego es parte esencial de la lectura. Por allí han pasado estudiantes, niños, jóvenes y adultos de todo el municipio que llegan a conversar sobre libros, a realizar experimentos con la escritura, a declamar poemas y a conspirar alrededor de la literatura. 

En 2012, Leandro Múnera trabajaba en un colegio como profesor de español y en diciembre de ese mismo año asistió al evento de clausura de la Unidad Cultural Marco Tobón Mejía. Cada área artística mostró los resultados y los aprendizajes de todo el año. Los estudiantes se expresaron a través del movimiento, se apropiaron del escenario para compartir obras de teatro, dispusieron sus voces y sus instrumentos al ritmo de la música y expusieron objetos forjados por sus propias manos. Leandro, en medio de los aplausos de los asistentes, se preguntó: “¿Dónde está la literatura?”.

En las siguientes semanas se animó a enviar un proyecto a la Secretaría de Educación del municipio con el fin de que la literatura se sumara a las áreas artísticas de la Unidad. “Me dijeron listo, venga arranque, pero tiene que renunciar a la docencia. Dejé mi trabajo en el colegio y aquí estoy. No sé si este sea un buen trabajo, pero aquí he estado por nueve años seguidos, sea cual sea la razón, aquí sigo”.  

Lanzar la piedra por primera vez para arrancar el juego fue un reto difícil pero fascinante. Leandro pensó en esas lecturas que lo sedujeron en su infancia, armó su maleta de historias y, cargado de entusiasmo, salió a desenterrar lectores y escritores por todo el pueblo. Caminó por calles y veredas, visitó las escuelas, conversó con los docentes, contó la idea del Taller y en las aulas de clase compartió su amor por los libros. “Cuando llegué acá nadie me recibió, ni me hizo proceso de inducción, ni me dieron un aula. A mí me tocó trabajar por mi cuenta y la idea era que, en una hora, los estudiantes se motivaran a leer y a escribir”. 

Sus talleres tenían una especie de magia que se esparcía en las aulas de clase. Una lectura inicial era el anzuelo que atrapaba a los estudiantes en las posibilidades de la lectura; se reían, se maravillaban, se hacían preguntas, disfrutaban cada parte de la historia. Luego de la lectura, llegaba la hora de escribir sobre el papel los recuerdos, los sentimientos, los pensamientos y las anécdotas que saltaran a la mente. Leandro es un gran observador. En cada uno de estos encuentros, identificaba los temas favoritos, renovaba las lecturas, escuchaba atentamente los comentarios y quizás sea este el éxito del taller: un espacio creado por y para los mismos estudiantes

Desbordar las cuatro paredes

En 2016 la Rayuela de Santa Rosa ya estaba dibujada por completo: la casilla de llegada, su cielo, era el salón que tomaron por hogar en la Unidad Cultural. Ese pequeño cuarto del segundo piso, con estantes llenos de libros repartidos alrededor y una mesa que se extiende en el centro para recibir las miradas y las manos inquietas, se hizo rápidamente muy conocido en el municipio. Algunos de los estudiantes, que vieron a Leandro en medio de sus clases, empezaron a asistir a las diversas sesiones. “En la escuela el proceso era obligatorio, aquí venían por placer, por motivación, por vocación, y el proceso se fue volviendo más agradable”.  

Los cadáveres exquisitos, la poesía visual, la poesía musicalizada, los cómics, las tertulias, los cuentos, los fanzines, las veladas literarias suceden desde entonces de lunes a sábado. Hay grupos más avanzados donde el proceso es más exigente, pero para todos hay un primer año de escritura creativa donde predomina la práctica sobre la teoría, y luego se van creando grupos especializados bien sea en poesía o en narrativa. La clave está en que cada narrador experimente con sus propios gustos y fortalezas.  

Con la vista puesta en ese cielo ilimitado, a punta de rifas y conversaciones con aliados, han hecho concursos, festivales y ferias en todo el municipio y han participado en eventos en otras partes de Antioquia. De hecho, ya cuentan con varias publicaciones que reúnen anualmente las producciones de los participantes.  

La primera publicación fue como tirar al aire una moneda sin tener nada que perder. Leandro la recuerda con mucho cariño: “Yo había asistido a varios festivales, como los de Prometeo, y me pregunté qué tal si con Rayuela yo me aventuraba a hacer nuestra propia antología. Solo me alcanzó el dinero para 70 libros pues no conseguí el patrocinio suficiente, pero fue un inicio muy lindo, emotivo, al ver esa producción hecha por los mismos estudiantes. A partir de ahí, las próximas publicaciones fueron de 500 libros que se obsequian a los integrantes del taller y a la comunidad; es algo gratuito. Esos libros han contado con patrocinio de entidades privadas, con dinero de mi bolsillo y, en los últimos años, con ayuda de la Alcaldía”. 

Ver sus propias creaciones alojadas en un libro, fue como lograr que todos llevaran la piedra hasta el número diez y ganaran el juego. Año tras año, estos narradores han venido afinando sus lápices para ser leídos en la publicación

👉 Puedes leer algunas de las publicaciones aquí.

Para el tercer año, Leandro hizo un concurso por internet para elegir la portada de la antología y fue sorprendente como personas de muchas partes del mundo se sumaron al juego de este Taller. “Esa vez participó gente de México, Chile y muchos empezaron a seguirnos. Hacíamos trueques con esas personas; yo les enviaba la antología y ellos nos enviaban sus libros”. Incluso, se han buscado los recursos para que escritores como David Fernández Rivera, de España, o Evans Okan, de Haití, lleguen hasta Santa Rosa de Osos a compartir saberes y experiencias alrededor de la literatura. 

Dentro de estas publicaciones la más especial ha sido la del sexto año. En esa ocasión, todos los participantes vistieron un color amarillo intenso que le avisaba al mundo que lo estaban imaginando, que lo estaban viviendo a través de las palabras y las historias. “En el lanzamiento de esa publicación hicimos también el lanzamiento de logo de Rayuela. Ese logo está por todo Santa Rosa. A mí se me ocurrió hacer una señal preventiva, de esas que dicen precaución curva peligrosa, pero en nuestro caso la señal significa precaución persona leyendo”. 

Mirar el mundo desde la ventana

El Taller que había sido totalmente presencial, durante el confinamiento, creó las maneras para seguir existiendo. “Ninguno de nosotros estuvo preparado para eso. Nos tocó aprender a manejar mucho la tecnología y les propuse a los muchachos el trabajo virtual”, cuenta Leandro, quien logró que al menos 30 estudiantes de los 70 inscritos persistieran en el proceso. Los demás, saturados con las tareas y las clases virtuales, terminaron por desertar.  

Durante este tiempo, el canal de YouTube de Rayuela se convirtió en el aula de clase de Leandro. A través de tutoriales y lecciones habló de tautogramas, de la escritura fuera de la zona de confort, de la escucha como motor para escribir, de la escritura automática, del binomio fantástico, de los diarios, de los caligramas, de las perspectivas y de todo aquello que inspira y aporta a la escritura.

Las voces de todos los participantes también estuvieron allí. Compartieron poemas escritos por ellos mismos, lecturas de sus autores favoritos y fragmentos de los textos que resultaban de los experimentos que hacían.  

Además, crearon una revista digital para construir entre todos las páginas de un Diario de la pandemia. Ese diario contuvo la esencia de sus casas, los límites de la soledad, los objetos preciados, la mirada del mundo desde la ventana. 

“Salgo al balcón y veo la huerta casera que me ha instruido realizar mi profesora de ciencias; es hermoso ver cada día el progreso de mis plantas: cómo nacieron, cómo crecen cada vez como una esperanza que brilla en medio de esta Pandemia”, cuenta en su diario Susana Álvarez, quien cree en sus plantas tanto como en esta Rayuela que seguirá inspirando el juego una y otra vez, inventando cielos, contando historias, escribiendo sueños y expandiendo sus números por toda Antioquia.