La biblioteca total
Durante siglos hemos soñado con tener a la mano todo el conocimiento del mundo, encontrar o crear una ventana que tenga la capacidad para recibir cualquier pregunta y devolver la respuesta precisa. Esa aspiración nos ha puesto en el camino de invenciones asombrosas, una de ellas la biblioteca, un espacio pensado inicialmente como hogar para resguardar y transmitir la sabiduría registrada en los libros. Hoy en día las bibliotecas son consideradas mucho más que custodios de estos preciados materiales, pero la fantasía de “la biblioteca total”, aquella con capacidad para albergar cada uno de los libros que se han escrito y todos los que vendrán, sigue viva.
El asunto con una biblioteca que crezca indefinidamente es que, a la larga, terminará por ser tan grande como el mundo. Para estimar el crecimiento de la producción de libros, basta con mencionar que tan solo en 2022, en Colombia se registraron de manera oficial aproximadamente 21.000 títulos nuevos, en México 25.000, en Argentina 34.000 y en España 92.000. Sumando estas cuatro fuentes, de las cuales proviene el grueso de nuestro consumo editorial, tenemos cerca de 172.000.000 títulos que vieron la luz apenas en un año de producción. Si a esta suma se le agregan los libros no registrados y los publicados en otros países de habla hispana y en otros idiomas la cifra se expresa en millones.
Para que sea posible la biblioteca total, entonces, es necesario contar con un espacio ilimitado de almacenamiento o capaz de burlar las leyes de la física, un presupuesto abierto para comprar todo lo que se publica o apelar al altruismo de los creadores de libros y no discriminar entre títulos, es decir, recibir todo lo que tenga apariencia de dicho objeto. Una biblioteca así se parecería más a un laberinto que a un oráculo. Para que se asemeje más a lo segundo, las bibliotecas contemporáneas surcan las profundidades del mundo editorial en busca de los libros indispensables para resolver las necesidades de información concretas de las comunidades que atienden.
Los buscadores de tesoros
Imagina que te asignan la misión de visitar librerías, ferias de libros, bodegas de distribuidores y demás espacios donde haya ocasión de descubrir títulos valiosos para engrosar la colección de una gran red de bibliotecas. Sobre ti recae la responsabilidad de encontrar los tesoros escondidos en la bruma del mercado editorial. Diego Ruiz y Gina Quintero, amantes de los libros y promotores de lectura independientes, recibieron, por parte de las bibliotecas Comfama, esta importante tarea. Ambos consideran que se trata del mejor trabajo del mundo, pues no encuentran nada mejor que pasarse los días navegando entre el ingenio humano, exponiéndose a otras sensibilidades y recorriendo caminos cognoscitivos que no sabían que existían.
Diego recuerda el momento exacto en el que se enamoró de la naturaleza objetual de los libros, su forma, su olor, sus colores. El acontecimiento se dio cuando su tía le mostró por primera vez un ejemplar pop-up que tenía de El Gato con botas. En una casa sin libros, era toda una rareza tener semejante espécimen. Diego sabría después que, para ese entonces, en Colombia se ensamblaban pop-ups para el resto del mundo, de modo que a la generación de los años 70 en el país pudo gozar de una cierta abundancia de este tipo de materiales. La tía conservaba el libro bajo llave, únicamente lo sacaba cuando había suficientes niños en la casa como para que le hicieran corrillo. A Diego le tocaba ver, entre las cabezas estorbosas de sus primos, las plegadas formas en tercera dimensión que se proyectaban desde las manos de su tía. Ese artefacto animado guardado como un tesoro tuvo en él el efecto de vincular su deseo para siempre con los libros en general.

Gina, por su parte, afianzó su vínculo con los libros cuando estaba adolescente y empezó a trabajar en la Biblioteca Luis Ángel Arango, una de las más importantes del país. Trabajando allí pudo recorrer los sótanos donde se almacenaban cientos de libros que no estaban al alcance de los usuarios, a la vez que pudo vivir de cerca el artesanal proceso de disponer los que llegarían al público. Ser bibliotecaria la llevó a desarrollar una profunda curiosidad por saber qué leía la gente, qué los había impulsado a prestar ciertos títulos en lugar de otros, cuál era la historia detrás de los materiales que regresaban mutilados, entre otras cosas así por el estilo. En especial, de esa época le quedó el hábito de quedarse mirando a las personas absortas en la lectura, pues le gusta imaginarse la comunicación secreta que está sucediendo entre el libro y su lector.

Hacer match entre libros y lectores
Aunque quisieran, el trabajo de “buscadores de tesoros” que les fue asignado no consiste en leerse todos los libros que se encuentran a su paso. Su experiencia lectora los ha llevado a desarrollar una aguda intuición que los orienta cuando ingresan a la casa de espejismos en la que se convierte todo espacio atiborrado de libros. Los títulos, autores y editoriales que han leído o tienen pruebas de su calidad suelen pasar derecho al botín. Pero identificar el valor de aquellos a los que se están enfrentando por primera vez suele ser más complejo.
Para encontrar un libro valioso en la contemporaneidad es necesario sortear el condicionamiento de la industria editorial. Hay temas que son tendencia, títulos que llegan respaldados por una potente maquinaria mercadotécnica o que son versiones edulcoradas y poco profundas de la vida. De modo que muchos libros interesantes quedan ocultos debajo de los “más vendidos”, “los de moda” o “los que debes leer para participar de la conversación”. Por otro lado, además de considerar las cuestiones de calidad, la búsqueda es orientada por las prioridades temáticas de las bibliotecas y sus comunidades.

En el caso de las bibliotecas Comfama, se buscan libros sobre temas que están marcando y marcarán la agenda de la humanidad durante los próximos años, por ejemplo, el humanismo digital, la sostenibilidad y la paz; libros que no pueden faltar en ninguna biblioteca, es decir, los grandes referentes de la literatura y la ciencia; libros para engrosar colecciones especiales, entre ellas, las de cómics y fanzines; libros para apoyar la labor de otras proyectos de Comfama, como Cultura de la regeneración y Cosmo Schools, por mencionar algunos; y libros que favorezcan la inspiración, es decir, que sean detonadores de ideas, que nos enseñen a hacer cosas por nuestra cuenta o a emprender de alguna manera.
El trabajo de los buscadores de tesoros, entonces, es un trabajo de observación y escucha permanente, de tratar de ecualizar la oferta del mercado editorial con los intereses de las comunidades. Es una labor de escucha permanente de sus expectativas, pero también de ofrecerles cosas que los asombren y los lleven por caminos inimaginados. Cada persona que entra a una biblioteca busca un nicho a su medida, pero los buscadores de tesoros pretenden que tengan a su alcance un espacio más amplio que eso, un lugar infinito en posibilidades. Si bien se preguntan cuáles son lo temas que consultan cotidianamente los usuarios y cuáles son los contextos particulares de cada biblioteca, su intención es crear nuevas condiciones para que lectores y libros hagan match, en otras palabras, juegan a ser celestinos literarios.
Una colección que camina como un ser vivo
En medio de la exploración, cuando se topan con un libro maravilloso, invariablemente lo expresan con una onomatopeya, "ufff", "wow", o una respiración fuerte y entrecortada. Esta señal sirve para que el otro detenga su búsqueda y se acerque a contemplar el nuevo hallazgo. Una vez han ojeado un par de páginas y leído algunos fragmentos, intentan ponerle palabras al asombro. Entre los grandes hallazgos que han tenido recuerdan especialmente textos sobre erotismo, sexualidad, diversidad y salud mental, temas normalmente subrepresentados en las bibliotecas.
Gracias a este gran esfuerzo de selección de libros, las personas que visiten las bibliotecas Comfama encontrarán cientos de posibilidades para enamorarse de algún ejemplar o tema de conocimiento, podrán obtener gratas recompensas por su curiosidad. Encontrarán, además, unas colecciones especializadas para profundizar en algunas áreas de conocimiento. Por ejemplo, para asuntos relacionados con música se puede visitar el Punto de lectura de la Bodega/Comfama; sobre teatro, la Biblioteca Comfama Claustro; sobre discapacidad, la Biblioteca Comfama Itagüí; sobre patrimonio y salud mental, la Biblioteca Comfama Aranjuez.

Así las cosas, puede pensarse en la colección de libros de las bibliotecas Comfama como una gran colección general donde es posible encontrar información sobre casi cualquier tema, haciendo algunos énfasis según el lugar donde se encuentre ubicada la biblioteca puntual. Esta colección, además, es un ser vivo que está en constante crecimiento y adaptación. De hecho, existe la posibilidad de que cualquier persona se acerque a nuestras bibliotecas para sugerir títulos que considere importante estén allí o también existe la posibilidad de recibir libros sin salir de la casa a través del servicio de préstamos a domicilio.
Gracias al trabajo de los “buscadores de tesoros”, las bibliotecas Comfama ofrecen a sus visitantes un universo de posibilidades para enamorarse de la lectura, llevar a feliz término sus investigaciones, inspirarse y perderse en el océano del conocimiento.