A veces se fugan del rincón que las guarda. Se escapan, desobedientes, buscando de nuevo la luz. Y es, entonces, cuando actúa el cuidado. Aunque las extrañamos, casi tanto como a los besos, las regresamos a su refugio mientras descubrimos nuevas formas de darlas. Las caricias: tan humanas, tan animales, tan naturales. Hemos tenido que aprender que acariciar al otro también es protegerlo.
Con los abrazos sucede algo distinto. Durante este tiempo nos han dejado claro que pueden ser mutantes. Un mensaje por WhatsApp, una llamada inesperada, una canción compartida, un poema dedicado. Las palabras se han convertido en los vehículos predilectos para abrazarnos. Cálidas, nos encuentran y nos acompañan.
Por eso, en este espacio proponemos un trueque: palabras por abrazos. Esta vez le pedimos al escritor barranquillero Giuseppe Caputo que eligiera del vasto idioma español una palabra para darnos un abrazo en la distancia.
Optó por una tan cotidiana como profunda, una que nombra a lo que le hemos dado a través de los siglos el lugar del arropo, el cuidado y los momentos más íntimos: los sueños, la enfermedad, el placer. Cama.

“La cama es una casa dentro de la casa”, explica el autor, contando que, de hecho, la acción de su más reciente novela, Estrella madre comienza desde ella y se teje a su alrededor. Desde la cama, su cama, el personaje principal vive a la espera de una mujer, una que, cuando llegue, iría a rescatarlo, como si se tratase de la inversión de Rapunzel. Esa mujer es su madre, su promesa. La torre es la cama.
Cama / casa
"Cuando te acuestas, cierras los ojos. Te arropo con la cobija que no tengo —mis sábanas están sucias y prefiero ofrecerte lo que imagino—. Te cubres todo el cuerpo para dormir —la cama es una casa dentro de la casa: el colchón es el piso y la cobija es el techo; es una casa de paredes suaves—.
En esa casa te he imaginado conmigo, en ella he querido recibirte.
Quiero que ocupes el lugar de la almohada que abrazo cada noche.
Quiero que tengamos una vida horizontal".
Este es un fragmento de un capítulo entero dedicado a la cama, palabra y objeto. A ese vocablo que solo cambiando una letra se convierte en casa, en hogar. En la cama se disfruta del reino de la horizontalidad: todos somos pares, acostados. “¿Qué hace uno en la cama? Duerme y descansa. Reposa, si se está enfermo. Nace, tiene sexo, ama y muere”, dice el escritor.
Por eso, también asegura que, como el asilo de las cosas vitales, es un indicador de dignidad o marginalidad. “Entre más alejadas estén estas experiencias vitales de la cama propia, más radicales o periféricas son. Todos somos vulnerables en estas situaciones. En ellas la cama nos protege, nos abraza”.
Aunque no hay muchos acuerdos al respecto, se dice generalmente que la palabra cama procede del latín de San Isidoro «căma» o «chăma» y a su vez de «camba», de donde también nacen camilla, camada, camaleón. Y sí, es camaleónica. La cama es tantas cosas que la RAE ofrece 13 definiciones. La más amplia: “mueble destinado a que las personas se acuesten en él”.
La vida, acostados
¿Qué efecto tiene acostarse, estar horizontales? Si bien es cierto que el reposo es necesario para salir de una enfermedad o recuperarse de un mal de amores, lo es también para crear. Por eso la cama ha sido cómplice en la literatura, el arte y la música.
“Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, con esa frase inicia Marcel Proust su obra En busca del tiempo perdido. En ella le dedica una larga descripción a su lecho, en el que en su vida durmió, pensó y compuso.
Como él, el artista pop Andy Warhol pasó en cama toda su niñez debido a una enfermedad. Quienes han estudiado su obra, manifiestan que haber estado en ella le permitió agudizar sus sensibilidad ante lo que pasaba más allá de su ventana.George Orwell terminó 1984 metido entre las sábanas con una máquina de escribir. Y, así como Rousseau y Nietzsche decían que necesitaban caminar para “pensar y desobedecer”, otros han usado la cama para ello. Edith Wharton, por ejemplo, confesó que prefería quedarse acostada para librarse de la crinolina y del corsé. Y, por supuesto, para escribir.
El uruguayo Juan Carlos Onetti tenía en su cuarto, colgado en una pared, un cartel que decía “Ama a tu cama como a ti mismo”, y Truman Capote, después de una larga documentación para A sangre fría, aseguró: “Soy un escritor completamente horizontal. No puedo pensar a menos que esté acostado”.
Lugar y momento de historias
A la cama, además de convertirla en escenario de creación, también le hemos dado un atributo mágico. Del fuego, pasamos a hacer de ella nuestro lugar y momento para leer o escuchar historias.
En la fundacional Las mil y una noches, la supervivencia fue asegurada por los relatos nocturnos. No es casualidad que en inglés se le diga a las fábulas y cuentos bedtime stories, historias para el tiempo de la cama, historias para antes de dormir.
Aunque existe, de hecho, la clinofilia, una tendencia de quedarse en la cama por afición, también hay estudios que han comprobado el poder de la horizontalidad en el cuerpo y la mente.
En 2005, una investigación realizada en la Australian National University les pidió a 20 personas que solucionaran anagramas: la mitad lo hizo primero en una cama y después de pie, y la otra mitad realizó el proceso inverso. Los participantes, estando horizontales, tardaron un promedio de 26,3 segundos en resolverlos, mientras que de pie emplearon alrededor de 30 segundos.
¿Será esa la razón por la que Giuseppe Caputo también escribe y lee acostado? Metido en su cobija naranjada y con el computador encima de un cojín fue como escribió su última novela y como pasa las noches de su vida. Para él su cama también es la casa de su casa, la casa de sus letras y, por lo tanto, la casa del abrazo que hoy nos comparte.




