¿Cómo abrazarnos en medio de la distancia física decretada? Siquiera tenemos las palabras. Para cuidarnos y conservar la salud colectiva fue necesario alejarnos y con ello dejamos de lado los abrazos, las cogidas de mano y los besos. Todas estas muestras de cariño quedaron reservadas, contenidas, deseadas, guardadas en los límites de nuestras casas para asumir con responsabilidad el momento histórico que nos tocó vivir. Sin embargo, si confiamos en el poder creador de las palabras, si imaginamos que con ellas podemos tejer encuentros, construir futuros cargados de esperanza y caminar senderos inagotables, los abrazos se hacen imparables e impostergables.
Proponemos las palabras para sentirnos cerca, para entender en la conversación nuevas formas de estar juntos, de rodearnos, de acompañarnos, y procuramos aquellas que nos permitan ver el horizonte ilimitado y las posibilidades infinitas. Las palabras surgen entonces como un regalo, como el reflejo de nuestro sentir, como la forma que tenemos en la actualidad de relacionarnos con el mundo, y por eso queremos abrazarlos con algunas de ellas. Durante estos días, hombres y mujeres visitantes, amantes, caminantes de nuestras Bibliotecas nos compartirán una palabra que aparecerá como una invitación a la imaginación y al encuentro.
¿Si tuvieras que elegir una palabra para abrazar, en medio de las recientes circunstancias, cuál sería y por qué? Esta fue la pregunta realizada a Juan Diego Mejía; un escritor nacido en Medellín cuya obra ha rodeado la historia de nuestra ciudad para dar cuenta de todos sus matices, tan oscuros como asombrosos. Juan, meditándolo por unas horas, se decide al fin por la palabra Pensamiento y la define de la siguiente manera:
Anatomía de una palabra
La palabra pensamiento proviene del latín pensare que significa pesar, calcular, comparar. A lo largo de la historia ha pasado de referirse a la acción de comparar dos pesos en una balanza a definir el producto de la actividad y la creación de la mente. Esta capacidad única del ser humano fue un misterio para los filósofos de la época antigua: ¿por qué pensamos? ¿cómo pensamos? Numerosos psicólogos y científicos han dado sus respectivas respuestas, cargadas de tecnicismos y datos fascinantes, las cuales involucran procesos físicos y químicos que atraviesan la conducta y el lenguaje humanos. Lo importante aquí es que todos, indistinta e innatamente, producimos pensamientos y es esta habilidad la que nos ha permitido construir y comprender el mundo interior y exterior que hoy habitamos.
El arte y la cultura también han dado sus respuestas y están colmados de seres que piensan y que nos posibilitan descubrir las diversas formas, líneas y colores del pensamiento. Alberto Durero en 1514 realizó un grabado de la Melancolía I en el que presenta a una figura femenina alada, contraída en sí misma, que medita; la obra evoca palabras como imaginación y contemplación: ¿qué está pensando la melancolía? ¿cómo se relaciona el pensamiento con las emociones? Un viaje a un mundo metafórico, misterioso y simbólico. Tiempo después, en 1881, Auguste Rodin crea El pensador y con esta escultura le asigna una postura particular y una mirada propia al acto universal de pensar.
En 1927 Hermann Hesse nos presentó a su Lobo estepario, un ser mitad hombre y mitad lobo que entrega su vida al pensamiento. Alejado ya de la sociedad y confinado en los límites de su propia mente, Harry Haller camina por las calles del lugar donde reside y vislumbra en el pensar una forma de ser y estar en el mundo. ¿Para qué pensar? Harry nos aproxima una respuesta:
En 1938 llega La amortajada de María Luisa Bombal. Aquí es el pensamiento de una mujer el que habla. Desde su muerte, justo en su velorio, Ana María se permite por primera vez expresarse con absoluta libertad y a medida que se acercan sus familiares y conocidos recuerda y reflexiona las relaciones que estableció y los momentos que vivió con cada uno de ellos. ¿Es acaso el pensamiento lo que nos mantiene vivos?:
“Fatigada, anhela sin embargo, desprenderse de aquella partícula de conciencia que la mantiene atada a la vida, y dejarse llevar hacia atrás, hasta el profundo y muelle abismo que siente allá abajo” (p. 39).
En 1982, después de casi cincuenta años de la muerte de Fernando Pessoa, como si las palabras en el papel hubieran necesitado todo ese tiempo para rumiarse a sí mismas, aparece el Libro del desasosiego, una obra que recoge y presenta las sentencias y divagaciones cotidianas de Bernardo Soares. ¿Es el pensamiento una forma de enfrentarnos a todo lo que nos rodea? ¿Una forma de hablar consigo mismos? Sin duda alguna, como parientes del pensamiento están la inquietud y el conocimiento. ¿A qué sabe el mundo cuando lo pensamos?:
“¡Cómo duele todo si lo pensamos como conscientes de pensar, como seres espirituales en quien se ha dado ese segundo desdoblamiento de la conciencia mediante el cual sabemos que sabemos!” (p. 175).
Todos estos personajes bien pudieran estar en alguna pintura de Edwar Hopper; pintor estadounidense del realismo que retrata las escenas de la ciudad, la soledad y, por supuesto, el pensamiento. Hasta aquí una última pregunta: ¿qué es la eternidad? Quizás Roberto Juarroz nos tenga una respuesta:
También la naturaleza ha dado su definición del pensamiento. La Viola x wittrockiana, originaria de Europa, es una flor que destaca por sus hermosos colores y su resistencia a temperaturas extremas. Los pensamientos son plantas híbridas, que se hicieron a partir del cruce, durante el siglo XIX, de varias especies para producir una flor mucho más atractiva, por lo que existen varios tipos de diferentes tamaños y colores. En la actualidad se utiliza principalmente en la ornamentación de jardines y espacios públicos. ¿De qué color es el pensamiento? Sin duda alguna, la naturaleza nos sorprende con sus regalos.