“Yo siempre digo que hay un libro que me hizo lector”, confiesa Rodnei Casares, un librero venezolano radicado en Medellín que ha dedicado la mitad de su vida a encontrar lectores para los libros, que defiende el oficio de librero, que tiene una editorial y una librería y que desde su llegada a Medellín ha recorrido las librerías de la ciudad bajo el gran sueño de construir un mapa para orientar a los lectores.
Rodnei cursaba sexto grado en el colegio Doctor Nicolás José Mendible en Caracas, Venezuela. Estaba viviendo por un tiempo con su padre, un obrero del hipódromo, y de tarea lo pusieron a leer Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez. Su padre llegó un domingo por la noche de trabajar, revisó los cuadernos para el día siguiente y se dio cuenta de la tarea inconclusa. Rodnei ese día se sentía mal, tenía fiebre, pero se sentó a cumplir con el deber que lo esperaba.
“Recuerdo mucho a ese personaje de la novela que está en la balsa, le da fiebre y empieza a tener alucinaciones”, cuenta Rodnei, quien sintió ese día que una obra le hablaba de cerca, le permitía sentirse identificado y comprendido. “Creo que a partir de ese momento vi la lectura como otra cosa; ese libro me hizo pasar de los libros más infantiles a libros de otro tipo, ese momento me hizo lector”, continúa.
En Venezuela aprendió a leer con un libro que se llamaba Mi jardín de la mano de su tía menor, quien, al igual que su madre y su hermana, con quienes vivía, tenía apenas los estudios básicos. En ese momento disfrutó de juntar unas palabras con otras y en el colegio, en primer grado, hubo un concurso de lectura: “Yo estuve en el podio de los ganadores y me regalaron un libro”, dice Rodnei mientras intenta recordar, en vano, la cantidad de participantes y el tipo de lectura que lo convirtió en ganador.
Un oficio para toda la vida
En su juventud, con la necesidad de mantener a su hijo y luego de ensayar varios trabajos, llegó por causalidad a la Librería Ludens, de gran trayectoria en Venezuela. Una amiga que había conocido en un trabajo anterior le habló de una convocatoria para esa librería, él mandó su hoja de vida, lo aceptaron y firmó el contrato el 17 de mayo del 2000, fecha que nunca olvida. “Desde ese primer día empecé como una esponja, dije este es mi camino, mi oportunidad para aprender un oficio y tengo que hacerlo muy bien porque tengo un hijo pequeño de seis meses que me espera en casa”, cuenta Rodnei.

Leonardo Milla fue su jefe en Ludens; el padre de Leonardo fue el fundador de Monte Ávila Editores, que fue una de las editoriales más importantes de América Latina. La historia de ese jefe quien años antes tenía que vender un libro para poder comer, la confianza que depositaron en él, los libros que fue descubriendo y las conversaciones que sostenía con otros lectores se convirtieron en una fuente de inspiración cada vez mayor.
En 2002 fue nombrado librero director de Ludens, la librería más importante del Grupo Alfa para ese momento, que comprendía cinco librerías en total, y en 2004 fue becado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe para recibir un curso con quince libreros de la región. La decisión por este oficio ya estaba más que arraigada en su corazón.
El resto de los años estuvo a cargo de la Librería Alejandría II, del mismo grupo: “En la actualidad, que la librería sigue existiendo con otra administración, hay gente que va y sigue diciendo que es la librería de Rodnei, porque a pesar de que la librería no era mía oficialmente yo le di mi perfil, mi personalidad”.
En medio de las estanterías descubrió que no se trataba solo de vender libros, sino que detrás había que hacer la selección adecuada para la librería, organizar eventos, proponer proyectos, atender las necesidades del equipo de trabajo, escuchar a los lectores, cultivar amistades, asistir a congresos y ferias del libro y, sobre todo, leer mucho. Libros como La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, que por esa época era uno de los más vendidos, o Ensayo sobre la ceguera de José Saramago lo impactaron fuertemente.
Un homenaje a los libros censurados
Libros del fuego es la editorial que Rodnei fundó en 2013 con socios y amigos. La semilla del proyecto empezó en Twitter: “Con el #LibroDelDía yo invitaba a la gente a decir su libro del día y eso se fue convirtiendo en una red de recomendaciones literarias importante dentro de Venezuela”. Después surgió la idea de hacer un blog para publicar reseñas propias, reseñas de amigos y entrevistas a escritores y en medio de una conversación el impulso para publicar libros.
El nombre de la editorial hace alusión a los libros censurados, a esos libros que ardieron en el fuego en medio de las dictaduras, y a la autocensura. Desde sus inicios Libros del fuego ha buscado diferenciarse del resto de editoriales, por eso cada lanzamiento ha traído consigo estrategias que han llamado la atención como la presentación de un libro en un estadio, pegar afiches por toda la ciudad, hacer un falso documental en YouTube o armar fiestas dentro de una librería. La editorial ya cuenta con veintitrés títulos publicados y ha ganado diversos premios de diseño editorial en Argentina, Canadá y Alemania.
Una nueva forma de recorrer una librería
Rodnei además de la editorial, fundó durante la pandemia una librería virtual llamada Ítaca. Inspirado en el poema de Constantino Cavafis, que habla del viaje de Odiseo, y en la idea de siempre volver a casa, “a lo largo de mi vida he viajado mucho y yo me considero un viajero, un viajero también a través de los libros”, ha construido un espacio virtual, que en varias ocasiones se vuelve presencial, con venta de libros, recomendaciones literarias, talleres para libreros, consejos para los lectores, talleres de escritura, conversaciones con escritores y promotores de lectura, reseñas de lugares literarios de interés, cervecería artesanal y tours por las librerías de Medellín, Envigado y el Oriente antioqueño.
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El primer recorrido por librerías fue en enero de este año y la acogida de la iniciativa lo ha sorprendido gratamente: “Yo solo esperaba a dos de mis amigos y salimos a caminar 25 personas. Antes de arrancar con mucha emoción les dije: ‘gracias por sumarse a esto, por caminar conmigo las librerías, esto lo hago yo desde que llegué a Medellín en el 2016’ y fue maravilloso lo que pasó ese día con el grupo y lo que siguió pasando hasta ahora. Lo que yo quiero es que la gente conozca las librerías de su barrio, a los libreros y al oficio”.

La magia que esconde una recomendación literaria
Rodnei ha formado a cientos de lectores a lo largo de su trayectoria; incluso hay amigos a quienes en su infancia les recomendó libros y hoy, ya adultos, lo siguen llamando para seleccionar sus lecturas. Para él la magia de una recomendación llega a través del oído: “para ser un buen librero hay que tener un buen oído”. Su proceso consiste en mirar a los ojos al lector, desentrañar su lenguaje corporal, escuchar detenidamente sus intereses, navegar por la diversidad de lecturas que reposan en su mente y brindar la lectura indicada.
En su decálogo de un librero, también habla de la importancia del buen ojo, del respeto a los lectores, de mantenerse al tanto de todo lo que pasa en la industria editorial, de visitar otras librerías y de hacer el oficio con pasión.
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“El librero es necesario porque te lleva a la conversación. Leer está bien y no leer también está bien, la idea es que la gente que elija divertirse a través de la lectura encuentre con quien conversar de los libros, en una librería o en un club de lectura”, concluye Rodnei.