Cuando Estefanía Alzate llega a la biblioteca los libros de las estanterías se disponen a ser acomodados, leídos y descubiertos, los usuarios la saludan con efusividad y sus demás compañeros reconocen a distancia esa alegría, esa voz intensa que entona palabras cariñosas y ese cabello rizado que enmarca su rostro. Descarga su maleta llena de libros infantiles y de cuentos, prepara los materiales para su próximo taller y con su espíritu inquieto se mueve de un lado para otro, como lo ha hecho desde siempre.
Nació en Envigado, pero en su primer año de edad se mudó junto con su padre Rubén, su madre Marisol y su hermana mayor Laura a Marinilla. Ha pasado también por Guarne y por La Ceja, donde vive actualmente. Tuvo una infancia tranquila en la que predominaron los juegos con su hermana. A ella le gustaba imitarla en todo, desde la forma de desfilar en reinados improvisados, hasta en la idea de estudiar en la Universidad. Laura, un año mayor que ella, ha sido su mayor ejemplo y su gran inspiración.

“Preséntese a Filología, esa carrera sirve mucho para periodismo”, le dijo su hermana cuando ella se iba a presentar por tercera vez a la Universidad de Antioquia. Laura era economista, su familia nunca había sido lectora y en el colegio tenía habilidades para las matemáticas y, a pesar de esto, el periodismo había aparecido como un hallazgo, como una serendipia, como algo que Estefanía no recuerda ni cómo surgió pero que se arraigó en lo profundo de su alma y orientó su rumbo. Estudió entonces Filología con el ánimo de pasarse en algún momento para Periodismo.
En la Universidad descubrió la literatura y conoció a una autora que la acompañaría siempre: Mary Shelley, la escritora británica autora de Frankenstein. “En las páginas de Shelley me di cuenta de cómo la cotidianidad se vuelve literatura, de cómo los libros son construcciones sociales en los que cabe la voz de todos nosotros”.
Estudiando Filología empezó a trabajar en El Colombiano como guía cultural del programa Prensa Escuela. En este cargo realizó diversos talleres de la prensa como recurso para el habla y se enfrentó al trabajo con diversos públicos. Estando tan cerca del trabajo periodístico, sintió que era el momento de cambiarse de programa. Habló con su coordinadora y en una conversación de esas que inspiran y plantean posibilidades, se dio cuenta de que la carrera a la que llegó por segunda opción había despertado en ella una vocación ligada a los libros y a las palabras que debía culminar.
La razón social de lo literario
Después de seis años trabajando para El Colombiano, empezó como promotora de lectura en la Fundación Ratón de Biblioteca. Su trabajo consistía en realizar procesos de lectura, escritura y oralidad en la Comuna 1 de Medellín con grupos de niños, niñas, jóvenes y adultos.
Durante este tiempo descubrió dos premisas fundamentales. La primera fue que “la literatura infantil es para todos”, por eso, con libros como El mundo es tuyo de Riccardo Bozzi o Cuatro esquinitas de nada de Jérôme Ruillier, ha propuesto reflexiones alrededor de la libertad, la inclusión y la diferencia en grupos de todas las edades.
El segundo descubrimiento fue que en la lectura se esconde una razón social amplia y trascendental: “El Colombiano era un periódico elitista por lo que mis grupos venían sobre todo de instituciones privadas; aquí era un contexto diferente, era llegar al barrio con los libros e intentar caerle bien al malo de la zona para que te permitieran entrar, conocer a los niños y permitirles soñar con realidades diferentes a las propias”.
En el 2017 se graduó de Filología y empezó a trabajar con la Universidad de Antioquia en un grupo de investigación de didáctica y nuevas tecnologías. La idea era capacitar a los profesores de las veredas de Guarne en diversas técnicas para abordar la lectura y la escritura en las aulas. En este proceso halló el juego como una herramienta fundamental en el objetivo de contagiar el amor por la literatura. Un autor clave en estos ejercicios fue Gianni Rodari, escritor, pedagogo y periodista italiano.
"Haz lo que realmente te hace feliz"
A la par de su trabajo con la Universidad, fundó Pluralyleo. Resulta que Carolina, una amiga del colegio, le compartió una convocatoria de estímulos para el arte y la cultura y decidieron unirse y participar. Leyeron las necesidades del municipio de Guarne y se dieron cuenta de que no existían espacios para el uso y el disfrute del tiempo libre.
Pluralyleo nació entonces como una opción para el ocio y el aprendizaje, ofreció una propuesta gastronómica basada en productos artesanales y diseñó una agenda cultural que contenía talleres, conciertos y clases para todos los públicos.

Este proyecto se convirtió en toda una gesta familiar: su padre construyó el mobiliario, su hermana brindó clases de alemán y su madre atendió el café. “Plura fue muy importante para conocer la diversidad de colectivos, personas y grupos que hacen cosas en pro de la cultura. Recuerdo con mucho cariño los bazares y los conciertos y todos aquellos momentos en los que uno veía la magia de tener un lugar donde confluyeran todas las artes”.
Sin embargo, luego de un año de trabajo constante, satisfacciones y aprendizajes, de hacer lo que las hacía felices, como bien lo exponía la premisa del proyecto, Pluralyleo se hizo difícil de sostener. "Los costos fijos eran muy altos. No nos quitaba plata, pero no nos daba para vivir, por lo que, aunque amábamos el proyecto e intentamos gestionar y buscar por muchas partes, no pudimos seguirlo sosteniendo”.
Escuchar la música que se esconde en las palabras
En 2018, alejándose un poco de ese emprendimiento que tanto había querido, decidió irse a trabajar al Chocó. En este departamento formó a algunos voluntarios en temas de lenguaje para proyectos de jornada escolar complementaria y conoció la diversidad de los territorios, de las percepciones, de las formas de ver e interpretar el mundo: “La literatura se lee de muchas maneras. En estos talleres conocí una lectura llena de música, llena del cuerpo en movimiento, cargada de una energía diferente”.

Esta experiencia le permitió comprender que con la literatura no solo trasmitimos el elemento libro, sino que también compartimos esa relación que cada cultura establece con las palabras habladas y escritas.
Para Estefanía, a territorios como el Chocó les falta ser leídos, escuchados y comprendidos y en esta necesidad “la literatura aparece para expandir el universo, para resignificar las vivencias y para comprenderse comprendiendo a los demás”.
El oficio de la promoción de lectura
Estefanía, actualmente, es promotora de lectura de las Bibliotecas Comfama y define su rol con las siguientes palabras: “Un promotor es una persona que impregna su pasión por los libros y por la literatura a otras personas”. Para ella las herramientas esenciales del oficio son el juego, los colores, la voz y los libros.
Como líder del club de lectura juvenil de la Biblioteca de La Ceja se ha dado cuenta de que “las personas no van a un club de lectura a leer y a conocer autores, eso lo aprenden en el colegio o en la Universidad, sino que van a ser escuchados, a compartir experiencias, a crear, a imaginar otras formas de leer”. En este club de lectura han venido explorando el formato podcast y han decidido trasladar allí las preguntas, los diálogos y las reflexiones de la literatura.

Ante la pregunta sobre la importancia de este oficio para la sociedad, Estefanía nos dice: “Los promotores debemos existir para darnos cuenta de que el mundo es plural, es diverso. La literatura nos sirve para conocer el mundo, para ser más empáticos, para encontrar en la conversación encuentros y desencuentros que nos hacen únicos”.

