Violeta Osorio Robles tiene ocho años y es la representante de su grupo en el Colegio Ana María Janer. Una de las propuestas de su plan de trabajo fue implementar un club de lectura: una pequeña acción que ha transformado la cotidianidad de sus compañeros de clase y sus familias. Para crear este espacio tocó las puertas de la Biblioteca Comfama de Bello, uno de sus lugares favoritos.
Hay unas acciones pequeñas, silenciosas, que casi nadie advierte, que no salen en la televisión ni en los titulares de la prensa. Están por todas partes, en la familia, en la escuela, en el trabajo y en las historias de muchas personas. Ayudar a alguien en la calle, escuchar a un amigo que lo necesita, leer un cuento inspirador en un día gris, sonreírle al rostro serio del vecino, apoyar el emprendimiento de un creativo, celebrar un logro ajeno. La lista se extiende cada día más y son esas acciones las que nos mantienen vivos, las que hacen que ese fuego que habita en nuestro interior no se apague completamente.
Aunque casi invisibles, mueven el mundo, reivindican el poder de la esperanza, de la empatía, de la confianza, y si bien no cambian la realidad compleja en la que vivimos, hacen la diferencia, transforman un momento, un día e, incluso, una vida. En ese listado de pequeñas acciones están las que viene realizando Violeta Osorio Robles en segundo A, el grado que comparte con treinta compañeros y la docente Leidy Johana Sierra en el Colegio Ana María Janer.
A principio de este año, se convocó la elección de representante en dicho grupo. La votación fue virtual y cada estudiante debía seleccionar la fotografía de su candidato favorito o votar en blanco. La competencia entre los diez estudiantes que se presentaron tuvo que ver con la calidad de sus propuestas. Violeta hizo su postulación con la idea de compartir con sus compañeros todo lo que ha aprendido y leído en su corta vida.
Sus padres, Luisa Fernanda Robles y Cristian Osorio, no dudaron en apoyarla con su campaña. “Violeta es muy inteligente, muy participativa. Aprendió a leer desde chiquita, le encanta ser muy independiente y va mucho más allá de la información que se le pueda brindar, siempre está haciendo preguntas y disfruta mucho investigar”, dice su madre.

Empezó entonces a pensar en sus propuestas y se decidió por cuatro. La primera fue hacer un juego divertido todos los viernes para aprender y compartir. La segunda fue establecer acuerdos para las clases virtuales como pedir la palabra o respetar los turnos. La tercera fue promover sesiones mensuales de acompañamiento psicológico para el manejo de las emociones durante el confinamiento y la última fue crear un club de lectura.
Un viaje al mundo de los libros
En su plan de trabajo, Violeta sintetizó lo que para ella ha sido fundamental durante estos meses: la lectura, el aprendizaje y el juego. “Cuando empezó la pandemia, fue muy difícil para mí porque yo salía todos los días con mi abuela a jugar al parque, estuve muy triste. Empecé a leer todas las noches con mis papás y a hacer otras actividades divertidas en casa como jugar con mi perrito Stwart o practicar los programas que estamos viendo en informática, mi clase preferida”.
Violeta se acercó a diversas lecturas, pero el libro que más ha disfrutado es Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. “Me gusta porque aprendo sobre personas que hicieron muchas cosas y conozco nuevas palabras. Mi historia favorita es la de Oprah Winfrey porque a ella le gusta hablar tanto como a mí”. Leer le ha dado una mejor comprensión del mundo, le ha permitido conocer historias inspiradoras y le ha dado vuelo a su imaginación.
El deseo que la movilizó fue hacer que sus demás compañeros descubrieran la magia que aparece al abrir un libro: “En el salón solo Paulina y yo leíamos de seguido y a mí me parece importante que todos aprendan a leer, eso es algo que uno debe hacer en la vida”.
Violeta ganó con veintidós votos. Se emocionó, saltó y, al otro día, el reto fue buscar aliados para implementar su plan. Su madre fue su mano derecha. Para el juego de los viernes tocaron la puerta de la liga antioqueña de ajedrez, para el acompañamiento psicológico hablaron con las directivas del colegio y para el club de lectura pensaron en su biblioteca favorita.
Un club de lectura para imaginar el mundo
Resulta que la nueva representante estudió en el Preescolar de Comfama y ha realizado varios cursos en la sede de Bello. En una de esas idas, se topó con la Biblioteca. “A mí me encanta el espacio relajado y silencioso; se puede uno acostar en los muebles y leer tranquilo. Hay mesitas para ponerse a estudiar o trabajar y computadores para practicar informática. Se pueden ver películas y hacer experimentos”. Este lugar ha sido fundamental en la formación de Violeta y fue uno de los que más le costó dejar de visitar durante este tiempo destinado al cuidado.

Así que, con la meta de crear un espacio para leer y conversar, la estudiante le solicitó a Yessica Peña, la responsable de esa Biblioteca, una reunión para buscar apoyo y generar alianzas. La líder quedó encantada. Que una niña como Violeta viera en la Biblioteca un referente para su propio club de lectura, le mostró esas pequeñas transformaciones que una casa para los libros puede hacer por las comunidades.
Yessica invitó a Violeta a participar en la hora del cuento, pensó en armar una maleta viajera con libros para el grupo, dispuso su colección al servicio del proyecto y abrió la posibilidad para que el promotor de lectura de la Biblioteca acompañara y enriqueciera el proceso.
La primera sesión del club de lectura fue liderada por Violeta y su docente. Allí conversaron sobre aquellos libros que han leído y sobre los que les gustaría leer. Desde ese momento, hace más de dos meses, no han parado de conocer historias fascinantes. El espacio se realiza todos los martes a las dos de la tarde. A veces la representante propone los cuentos y para otras sesiones la docente pone a votación de los niños y de las niñas el cuento a leer.

Esta experiencia ha superado las expectativas. La asistencia de las familias se ha sostenido y los participantes manifiestan la importancia del club para sentirse acompañados, reírse, jugar y descubrir el mundo. “Los cuentos han sido muy didácticos, se nota la mejoría en los estudiantes, se han soltado mucho en la lectura. Además, es muy bello porque es una actividad extracurricular y todos se conectan con emoción; ese espacio ha sido un gran aliado para las familias”, cuenta Luisa.
Las acciones de Violeta han transformado el día a día de sus compañeros de clase y se han sumado a esa lista de pequeñas cosas que movilizan al mundo. Mientras tanto, cuando piensa en el futuro, dice: “Cuando yo sea grande me gustaría ser astrónoma, me encanta el espacio y es un lugar que apenas estamos conociendo, solo sabemos el 1% de él. También puedo ser científica o crear mi propia empresa o ser periodista, los periodistas hablan mucho y a mí me gusta mucho hablar con la gente (risas)”.