A veces basta dar un paso para que el tiempo se deshaga. Y eso fue lo que hizo Carla Giraldo Duque: caminar hacia el río. No un río cualquiera, sino aquel que se pronuncia como un susurro y no como un nombre, el que murmura debajo de los puentes de infancia, el que cruza veredas, canciones, olvidos.
Se dice río. Volver al antiguo camino de Juntas, el título 164 de Palabras Rodantes, no es solo un libro: es un mapa de cicatrices, una brújula emocional, una carta para quien alguna vez se ha preguntado de dónde viene y si ese lugar aún existe. Carla no va detrás de un destino, va detrás de una pregunta: ¿cuánto del origen se queda cuando la ciudad lo borra?
No hay héroes, no hay épica. Hay pasos. Hay polvo. Hay piernas cansadas. Hay recuerdos que se pegan a los tobillos. El camino de Juntas, que unía Medellín con el Magdalena Medio, emerge como un fantasma de lo que fue, una cicatriz del país que no se cuenta en las noticias. Pero Carla lo recorre. Lo escribe. Lo nombra. Y al nombrarlo, lo devuelve.
Camina como quien no quiere romper nada. Pregunta como quien sabe que las respuestas llegan tarde. Toca las piedras, las casas, los árboles, como quien acaricia la memoria ajena. Cada crónica que compone este libro es una estación de ese viaje, no hacia afuera, sino hacia adentro. Cada encuentro, cada fragmento de historia, le va dando forma a algo que no se ve pero se reconoce:
Este libro no se lee, se camina. Es una mochila ligera pero llena de voces. Las voces de los que recuerdan, de los que partieron, de los que aún esperan. De los que dicen: "Esto era un camino" mientras miran monte adentro. Y uno lo cree, porque el relato de Carla no busca convencer, sino contagiar.
Palabras Rodantes publica esta obra como quien entrega una linterna para caminar de noche. Porque no hay ciudad sin camino, ni camino sin huella, ni huella sin quien la recuerde. Se dice río. Volver al antiguo camino de Juntas es una invitación sin pronombre. Quien lo lea sabrá que también ha tenido un río. Que también ha tenido un punto de partida. Que también, quizás, necesita volver.
Así que ábralo. Camine con Carla. Camine por usted. Por su infancia, por su abuela, por su propio río. No hay mejor forma de leer que seguir un sendero con los ojos y otro con el corazón.