Reseña

El rincón de los susurros

Reseña del libro La biblioteca en llamas. Editorial Temas de hoy, 2018. Título original: The Library Book. Autora: Susan Orlean.

Cabecera La biblioteca en llamas Juan Miguel Álvarez
El rincón de los susurros

Este es un libro perfecto. Es la historia de una biblioteca pública que fue arrasada por un incendio de brasa bestial. En medio de ello cuelga el relato detectivesco de las autoridades tratando de pescar a un culpable; hay, también, una línea autobiográfica de la autora que revela el origen de su apego existencial por los libros y la escritura.

Se trata de la Biblioteca Central de Los Ángeles, un enorme edificio de ocho plantas explayado a lo largo y ancho de una cuadra en el centro de la ciudad, que el 29 de abril de 1986 ardió durante horas hasta dejar en cenizas medio millón de libros. Entre la acción de los bomberos y el colapso de varias estructuras resultaron dañados otros setecientos mil títulos. Ha sido la más grande conflagración de una biblioteca en la historia de Estados Unidos y quizás también lo sea entre las bibliotecas del mundo contemporáneo.

*Fotografía por Los Angeles Times Photographic Archive. Department of Special Collections, Charles E. Young Research Library, UCLA.

Susan Orlean, la autora, llegó a esta historia un día en que el director de una fundación que recaudaba dinero para las bibliotecas públicas, Ken Brecher, la invitó a enseñarle la Central de Los Ángeles. En los corredores del área de Ficción, Brecher tomó un libro, lo abrió al azar y aspiró hondamente el aroma que emanaba del papel. “Nunca antes había visto a nadie oler un libro de ese modo”, escribió Orlean. El hombre aspiró varias veces más antes de cerrar el libro y situarlo de vuelta en su lugar. “En algunos de estos libros todavía puedes oler el humo”, dijo. Este dato fue una revelación para ella. ¿Humo? ¿Humo de qué?

Enterada de lo ocurrido por boca de Brecher, Orlean se cuestionó por qué ella no recordaba un episodio tan grande, trágico y relativamente reciente de la historia de su país. Corrió a revisar las páginas del New York Times en la fecha exacta y días posteriores, y ahí lo comprendió: el gran incendio de la Biblioteca Central había coincidido con el momento en que la Unión Soviética le aceptaba al mundo la explosión en la planta de Chernóbil y se había desatado una catástrofe nuclear. “Cuando esa primera y terrorífica semana marcada por Chernóbil quedó atrás, los periódicos de Estados Unidos encontraron tiempo para tratar el incendio de la biblioteca”, escribió Orlean. “Ambos incidentes despertaban el miedo primigenio al fuego fuera de control”.

*Fotografía tomada de El confidencial.

Susan Orlean (Clevelanda, 1955) es una avezada reportera, integrante de la plantilla de la revista The New Yorker. Autora de nueve libros hasta el momento, su más grande éxito editorial ha sido El ladrón de orquídeas, investigación sobre un floricultor que termina siendo arrestado por extraer exóticos ejemplares de orquídeas de áreas naturales protegidas. La biblioteca en llamas, por su parte, alcanzó lugares de privilegio en el mercado: fue incluido en la lista de los diez mejores libros del 2018 para el Washington Post, así como en la de bestseller del New York Times.

Quizás el lado más dulce y sensible del libro sea todo lo que Orlean cuenta de su relación con las bibliotecas desde niña. La reportera narra que su mamá la llevaba a la biblioteca pública cercana a su casa en Cleveland, varias veces a la semana. Sacaban prestadas torres de libros y se regodeaban imaginando el tiempo que les tomaría leer cada título. “¡Era tan emocionante imaginar cómo sería leer todos esos nuevos libros! De camino a mi casa mi madre y yo hablábamos del orden que seguiríamos a la hora de leerlos y calculábamos cuánto tiempo faltaba hasta su devolución”.

Luego de que Orlean hubiera emprendido la escritura de esta crónica, su mamá enfermó y fue perdiendo la memoria y el juicio por causas inherentes a la vejez. Cada vez que la reportera le contaba de los avances y hallazgos de la historia, la mamá parecía no entender de qué le estaba hablando. “Supe que a partir de ese momento era yo la que tenía que conservar los recuerdos por las dos”. Para el momento en que La biblioteca en llamas fue publicado, la mamá de Orlean ya había muerto.

El costado más extenso de la narración, sin embargo, es la historia y funcionalidad de la biblioteca, así como un detallado retrato del que fuera el sospechoso número uno de haber propiciado el incendio, un joven de nombre Harry Peak.

Sobre estos dos temas, Orlean se emplea a fondo como la gran investigadora. Narra con abundante detalle el origen y crecimiento de la Central de Los Ángeles, así como su expansión de funciones; incluso, incluye escenas en las que ella adelantó labores relativas a una bibliotecaria y a la atmósfera de conocimiento y aprendizaje que reina en un lugar no solo dedicado al préstamo de libros, sino también a una variedad de servicios para la comunidad como es la de censar indigentes. En paralelo, el libro va desenvolviendo el perfil de Harry Peak, sus manías de mentiroso, su personalidad fallida y los hechos que lo relacionan con el incendio.

Orlean explica la importancia de las bibliotecas públicas y da como prueba una buena cantidad de ejemplos dignificantes en países pobres o menos de desarrollados que Estados Unidos. De repente, la gran reportera del New Yorker cita el bello caso colombiano del Biblioburro, la heroica labor de Luis Soriano en el sur del Magdalena. “Los fines de semana monta su asno, Alfa, y lleva otro más con él, Beto, cargados con alforjas llenas de libros. Después de recorrer la provincia a lo largo de un mes, Soriano regresa en dirección contraria para las devoluciones”.

Al despedirse del lector, en las últimas dos páginas, Orlean recupera la idea de la soledad como elemento de la lectura y la escritura: “La biblioteca es el rincón de los susurros”.

Vuelve a la certeza de la orfandad para decir lo orgullosa que estaría su mamá de ver acabado este libro, para luego lanzarle al mundo sus restos de optimismo: “Todas las cosas que van mal en el mundo parecen verse derrotadas por la sencilla promesa innombrada de las bibliotecas: aquí estoy, haz el favor de contarme tu historia; aquí está mi historia, haz el favor de escucharla”.

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