Hace más de veinte años cuando se publicó el primer álbum de la serie Persépolis de la dibujante iraní Marjane Satrapi las ideas que circulaban sobre lo que era una historieta eran otras respecto a los cambios que se han dado en las últimas dos décadas. En ese tiempo, el libro de Satrapi, junto a otra constelación de narraciones gráficas abrió una amplia puerta en la que muchas dibujantes encontraron diversos modos de representación gráfica para las historias autobiográficas, documentales e históricas.

Gracias a la popularidad y la aceptación internacional que recibió con Persépolis, Satrapi trabajó, años después, en la adaptación animada del libro y publicó otros álbumes como Pollo con ciruelas y Bordados, este último puede ser leído como una amplificación, al margen, de lo contado en la serie Persépolis.
Bordados es un libro oral de historias dibujadas que capturan el habla y el escucha en un diseño gráfico de páginas sin muchos ornamentos, impregnado en toda su extensión por la flexibilidad y la fluidez de las conversaciones que tienen las mujeres iraníes al calor de un té cuando los hombres de la casa duermen la siesta. Valiéndose de este núcleo narrativo, el cual opera como un espacio seguro y privado a la vez, las mujeres, dueñas de los relatos, entre las que están Marjane y su abuela, son libres para decir sin tapujos lo que han vivido en sus relaciones maritales, sexuales y sociales, libres para narrar sin censuras historias que han escuchado y que les han contado, historias y testimonios personales que se van destejiendo entre sí, y que van descendiendo salpicados de humor, preguntas, ironías, frases e indirectas que cobran formas en el dibujo de Satrapi: en su grafismo de pocas líneas que desborda una singular expresividad que se acopla con elegancia a las letras sinuosas de los diálogos.

En este corto álbum, de sencillo formato, copado por las siluetas negras y extensos globos de textos, alejado además del diseño en página del tono documental e histórico de Persépolis, Marjane, en una suerte de deriva narrativa, retoma las conversaciones con su abuela ampliándolas con otras mujeres de diferentes edades, en un tejido de historias a espaldas de los demás, historias que “ventilan el corazón” como dice la abuela de Marjane cuando empieza el samovar y todo el mundo se congrega para entregarse a su actividad favorita: la tertulia. De modo que, el libro es un anecdotario dibujado que nos recuerda a los pasajes orales de los relatos de las Mil y una noches, la colección de relatos cortos medievales One Hundred Merrie and Duelightsome Stories: Les cent nouvelles nouvelles escritos a finales de la Edad Media, o El Decamerón escrito por Giovanni Boccaccio.
Sin embargo, en este caso, además de la costura entre fábula y crítica lo que se va revelando es una lista de preguntas por el cuerpo de la mujer y los cambios estéticos a los que deben someterse para satisfacer el deseo y la mirada masculina; las constantes infidelidades de los hombres, el trato a las mujeres como mercancías que deben casarse por conveniencia con hombres viejos y millonarios; la práctica de los “bordados integrales”, una operación clandestina que se hace para “restaurar” el himen, entre otras tradiciones y costumbres que afectan el cuerpo y las vidas de las mujeres.

A pesar de la sencillez, en cada relato se esbozan particularidades y modos de vida de las mujeres que narran y de las mujeres que se cuentan, haciendo que la conversación en el paso de las páginas pase de lo íntimo a lo público, así lo que parecen ser unos deslices domésticos y sin mucha pretensión, en muchos casos se desbordan por el efecto de lo contado y el modo de lo que se dice, produciendo, a su vez, que lo que se van contando pase de lo divertido a lo político y feminista.

En resumen, en la lectura de estos relatos, podemos encontrar el espíritu libertario del chisme anudado a la fábula que escapa a la educación moral, en una serie de cuadros divertidos y extraños que nos recuerdan la importancia de la charla colectiva.
