El regalo que Mario Mendoza le hizo a una de sus lectoras

Cabecera El regalo de Mario Mendoza
El regalo que Mario Mendoza le hizo a una de sus lectoras

A veces me falla la memoria para ubicar en el tiempo los recuerdos, pero si puedo situarme de acuerdo con las lecturas que realicé por esos días en los que trato de poner mi memoria a prueba. Entonces rememoro un libro que por aquel entonces finalizó mi relación literaria con Mario Mendoza: Buda Blues.

Como deseo ser exacto en este relato le escribo a Andrés Felipe Martínez, quien fuera uno de nuestros usuarios más constantes en los eventos del Parque Biblioteca Santo Domingo, cuando Comfama tenía en convenio con la Alcaldía de Medellín cuatro de los cinco parques bibliotecas construidos para esa época. Le pregunto a Felipe si recuerda el año en el que Comfama los llevó a la Fiesta del Libro y la Cultura; inmediatamente me responde que sí, que fue en 2011. Le pregunto que por qué lo recuerda y me responde lo que yo ya venía pensando para escribir esta historia.

—Pues, por lo que pasó con Mario.

Corría el año 2007 y estaba aprendiendo a ser promotor de lectura; creía que para serlo era necesario leer mucho y conocer mucho de libros y como no tuve un maestro que me formara, ni que me dijera qué debía leer pues me fui bandeando por las estanterías del Parque Biblioteca San Javier, donde Comfama me tenía para ser instructor de comprensión lectora. Hasta ese momento leía todos los libros que me caían en las manos, desde textos de clásicos hasta modernos.

Por esos días estuve leyendo El exorcista de William Peter Blatty y recuerdo que me lo devoré en tres días mientras estábamos en el Jardín Botánico en la primera Fiesta del Libro. Llegaba trasnochado a trabajar y me juraba todos esos días que ya no volvería a trasnochar en lo que quedaba de esa Fiesta, pero todo fue una vil mentira, pues Marcel René Gutiérrez Gómez, que para aquel entonces coordinaba a los instructores de promoción de lectura y comprensión lectora de Comfama, me habló de Satanás de Mario Mendoza; conseguí el libro en una de las librerías que tenían su exposición en el Orquideorama.

De la lectura de Satanás me pegué una engomada con la obra de Mario Mendoza impresionante. Vino luego la lectura de Scorpio city (1998), Relato de un asesino (2001), Una escalera al cielo (2004), La ciudad de los umbrales (1992), Cobro de sangre (2004), Los hombres invisibles (2007), La travesía del vidente (1997) y por último Buda Blues (2009), leídos en ese orden. Entre 2007 y 2010 fue mi distanciamiento de Mario, no porque fuese mal escritor, al contrario, sino porque sentía que debía buscar otro tipo de lecturas, que mi ser me lo pedía.

En 2010 soy enviado como instructor de promoción de lectura al Parque Biblioteca Santo Domingo. Allí tengo la misión de consolidar los clubes de lectura y fortalecer otros procesos de promoción de lectura. El club de lectura se realizaba los sábados a las dos de la tarde y allí fue que conocí a Mariana, amante de los libros. Recuerdo que era como yo, leía todo lo que le caía en las manos, también se enamoró perdidamente de la obra de Mario Mendoza, lo convirtió en su escritor favorito, no había encuentro del club en el que ella no lo mencionara o por lo menos no hiciese una referencia a la obra de él.

Ella soñaba con conocerlo. Cuando en 2011 nos dijeron que Comfama nos pondría transporte para bajar a la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, Mariana alegre dijo que ojalá pudiera conocer a Mario. Algunos se rieron, otros hicieron un gesto como de estar cansados de la obsesión de ella con el escritor bogotano.

Mario Mendoza ha escrito diecisiete novelas, cuatro libros de cuentos y también ensayos que son publicados a menudo por los periódicos del país; en los últimos años se ha dedicado a escribir literatura de tipo juvenil, llevando sus libros a los cómics y creando ambientes hiperrealistas, en donde los temas del género de la novela negra son los grandes protagonistas porque nos muestra la degradación no solo de los sujetos, sino de las sociedades en general.

Mario escribe desde las catacumbas, en muchas entrevistas lo dice, escribe de personas rotas, de Bogotá, una ciudad oscura, de trastornos mentales, refleja lo que es el país.

Yo sabía que Mario Mendoza vendría a la Fiesta del Libro de aquel año, pero no sabía los días. El plan era estar todo el día en el Jardín Botánico, entrar a algunas charlas y luego darles de regalo a los muchachos alguna novela que les llamara la atención de estos estantes de libros a cinco mil o a diez mil.

Mariana buscó en las charlas el nombre de Mario y lo encontró, quiso entrar, pero el salón Humbolt estaba lleno para la presentación de su novela Apocalipsis, entonces entramos a otra charla que seguro a ella no le interesaba; en la tarde nos dedicamos a buscar el libro que cada uno pudiera ver por el precio que les dije: máximo de diez mil pesos. Mariana buscó libros de Mario por eso precio pero fue imposible encontrar alguno, se le veía la cara de desilusión. Se llevó uno titulado Borja Papa, escrito por Joan F. Mira.

Llegando casi las tres de la tarde propusimos que fuera una hora libre por los diferentes espacios de la Fiesta y que a las cuatro y media nos encontraríamos en la entrada de los baños, junto a la tarima del orquideorama. Comenzaron a llegar graneaditos los muchachos, hasta completar el grupo. La última en aparecer resultó ser Mariana quien se dedicó a buscar infructuosamente al escritor bogotano. Nos callamos, ella estaba despechada.

Yo ya estaba pensando en hacer una coleta para regalarle un libro de Mario a ella y de pronto Andrés Felipe gritó emocionado: —¡Mariana, mirá a Mario!— señalando hacia la tarima que hacía el papel de café. Todos volteamos a mirar y efectivamente estaba allí, en una mesa con el que era el director de la Fiesta del Libro, el escritor Guillermo Cardona. Al tiempo miramos a Mariana que temblaba de nervios y felicidad.

—¿Qué hago?— nos preguntó.

—Pues ve y le pides el autógrafo y te tomas la foto con él.

—No tengo un papel para que me de su firma.

—Yo tengo un cuaderno— dijo uno de los muchachos y en seguida rasgó una hoja, también le pasó un lapicero.

Mariana no era capaz de moverse y Andrés Felipe la llevó hasta donde estaban los escritores. La veíamos temblar, la veíamos que iba a llorar, pero tenía una sonrisa grande que delataba su felicidad.

Nosotros éramos simples espectadores desde abajo. Pasados un par de minutos Mariana regresó exaltada y nos dijo: —¿Me esperan para subir? Es que Mario me regaló la plata para comprar su libro y firmármelo. —¿Cómo así?— le pregunté. —Sí, me dio la plata, me dijo que comprara el libro y que luego me lo firmaba.

*Mariana en la actualidad posando con el libro que atesora este gran momento.

Entonces emocionada se fue corriendo a hacer la fila para comprar la novela recién publicada. La fila estaba muy larga y ahí aprovechamos para escuchar el resto de la historia: Felipe y ella se acercaron al escritor, él los miró, los dos se quedaron en silencio un par de segundos, hasta que Mariana sacando fuerza de no sé dónde le dijo: —Mario, hola, ¿me puedes regalar tu autógrafo?

—Claro— le respondió él mientras tomaba la hojita y sacando su pluma le preguntó —¿Cómo te llamas?

—¿Y a ver el libro de Mario para que te lo firme?— preguntó, de pronto, Guillermo Cardona. Mariana se avergonzó y bajando la cabeza contestó: —Es que no tengo plata para comprar los libros de Mario, los presto en la biblioteca.

Mendoza terminó de firmar la hoja y se la pasó a Mariana, se quedó mirándola un par de segundos, metió la mano en el jean, sacó un billete y le dijo: —Ve y compra mi libro, cuando lo tengas regresa y yo te lo firmo. Y ahí fue que se desarrolló lo demás.

La historia va en que la fila es muy larga y el conductor nos está presionando para que salgamos, veo a Mariana que estaba demasiado lejos de la caja registradora y decidido me acerqué a la mesa en la que estaba Mario Mendoza y Cardona.

—Mario, hola, perdoná. Yo estoy con Mariana, a la que vos le acabás de dar el libro. Lo que pasa es que ella está muy lejos en la fila para comprarlo y ya…

No me dejó terminarle de explicar. —Llévame donde está ella. Entonces fuimos, él la sacó de la fila y la llevó hasta adelante, le pidió a la cajera que le pasara su novela, la pagó, rompió la bolsa, sacó su pluma, abrió el libro y lo firmó. Luego se tomó la foto con Mariana que no podía creer lo que estaba pasando.

—Soy una gran admiradora tuya. Mario le sonrió y la abrazó. —¡Qué disfrutes el libro!— le respondió y la volvió a abrazar. Le estiré mi mano y le agradecí por lo que había hecho por Mariana. —Es lo mínimo que puedo hacer por mis lectores— me respondió, sonrió y se marchó.

Y Mariana brillaba de la felicidad rumbo a Santo Domingo, nos contó la historia una y otra vez durante el camino y todos le volvíamos a pedir que la repitiera y que no obviara detalles. Fue el sábado más emocionante que tuvimos en aquel club de lectura. Por último, debo confesar que de vez en cuando, me dejo atrapar por algún artículo, algún ensayo o cuento de Mario y recuerdo esa tarde en el Jardín Botánico en la que le dio el mejor regalo de su vida a Mariana.

Por: Arbey Salazar Blandón

  • Promotor de lectura