Migrar: un camino a lo profundo de sí mismo

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Migrar: un camino a lo profundo de sí mismo

En Venezuela la primera marcha LGBT ocurrió una noche de junio del año 1997, hace veinticinco años. Fue en la penumbra donde se encontraron un puñado de personas exigiendo derechos y celebrando sus cuerpos, historias y placeres, por supuesto, en una fiesta cómplice, mientras les reprimía hambrienta la policía. Fue así como empezó a reconocerse en la calle una fauna salvaje, indisciplinada del género, rebelde de la heteronormatividad, por fuera de los pubs y los sitios de ambiente, de cara a una política de estado violatoria de los derechos humanos y la libre expresión de la ciudadanía.

Es de la clandestinidad y la noche, en el contexto de la Ley de vagos y maleantes, donde cada semana podían llevarse en un camión a varias trans y homosexuales por considerar que atentaban contra la moral y las buenas costumbres. Es de este anonimato, que empiezan a aparecer fieras tiernísimas para juntarse y ocupar distintos escenarios. No fue fácil para la mayoría de ellas tomar la decisión política de reconocerse maricas, lesbianas o travestis, pues se vieron sometidas al destierro de sus familias, pasaron de ser hijos, hermanas o primas, a la vergüenza o deshonra familiar. Terminaron por abandonar rituales cotidianos, dejar casa y estudios; a algunos intentaron quemarlos vivos, a otras castigarlas o corregirlas, dando origen a una trashumancia para que sus identidades, o su propia vida, fuera posible. En otros casos la oscuridad o el silencio siguieron siendo un lugar seguro.

De vivir, escuchar y crecer con el ejemplo de estas historias vienen muchas personas de origen venezolano que hoy se reconocen como lesbianas, gais, bisexuales o trans: de ser perseguidas y discriminadas hasta la paranoia. Con la diáspora en la que se vieron envueltas por la crisis social y económica de su país, pasaron a un nuevo acontecer en su vida. Colombia como país de destino les posibilitó encontrar, en su mirada extranjera y tal vez miope, un ambiente más plural y respetuoso de la diversidad, alejado de la represión y la pasividad cómplice que legitimaron tantos atropellos.

Fue lejos de casa que Susana* supo decirse en el espejo quién era. Al principio, una mujer que jugaba al escondite, a quien la luz sabía cegar en el momento preciso para impedirle ver su reflejo. Fue lejos de esa historia imposible de contar, de esa realidad de pueblo pequeño infierno grande, que pudo pisar suelo colombiano y con el tiempo saber que estaba más cerca de sí misma, aunque extrañamente más lejos de los suyos. Entonces empezó un camino de palabras dulces que le mostraron su ser en fuga, sus coqueteos con otras mujeres, como viéramos en “Las inseparables” de Simone de Beauvoir: la apasionada y confusa amistad con chicas que a veces llega a sentirse como otra cosa.

Fue en Medellín que Susana sintió el temblor de querer dar un beso que quería ser entrega. Entonces cada día abrazó con fuerza su mismidad e hizo del silencio un hilo menudo con el que empezó a elaborar su historia. Un día pudo contarla delante de varias personas, en uno de los grupos de apoyo de mujeres lesbianas y bisexuales que lideramos en la sede que hay de Caribe Afirmativo en Medellín, y no podía creer que fuera esa, que viniera del miedo y el oscurantismo a un día decir que ella era otra y no esa muchachita dócil y bien comportada que le supieron imponer.

Un día su mamá la llamó infartada por lo que había escuchado decir de ella. Susana con lágrimas le respondió que ella, su madre, nunca había sabido verla y que fue en Colombia, en medio de inciertos caminos, que pudo saber quién era y asociar enigmas, sanciones y prácticas que intentaron corregirla. Algo así hizo saber cuando llegó a contarlo en el grupo de apoyo, feliz de haber roto la vajilla.

Llama la atención que estar lejos de casa posibilite tantas cosas que se ansían y no alcanzan a comprenderse, ni siquiera pensarse, estando en ella. También cómo la movilidad humana propicia en las personas un encuentro consigo mismos y, sobre todo, cómo la diáspora venezolana, trae otros contextos y retos, que han sabido marcarse en sus cuerpos, hasta poder pasar la hoja o cruzar las aguas hacia otra cosa.

Sin referentes: ni un libro, un comercial o un vídeo musical, Susana empezó a construir una relación con otra chica. Rápidamente supieron cuidarse, pero también tuvieron problemas, conflictos de intereses y confusiones. Pude acompañar el descubrimiento de quien empieza a pensarse con otra persona, no con quien creyó pensarse en un principio bajo el régimen de la heterosexualidad, sino con quien pudo hacer su presente. Un día dijo que su fantasía de niña fue quebrándose hasta hacerse una cosa amorfa que apenas entiende.

Como migrante, le ha tocado organizar fiestas, limpiar vidrios, barrer y trapear casas, soportar insultos y rechiflas, piropos y ofertas de trabajo sospechosas; también tuvo que aprender a cantar, eventualmente no le pagaron lo que hizo, o le pagaron menos; también supo defenderse de los bandidos, que ahora encarnan muchas estéticas y maneras. Pero en la noche sabía llegar a su casa a encontrarse con su amiga.

Cada ocho días Susana asistía sin falta al encuentro del grupo de apoyo. Ahí fue que pudo ir reconociendo un universo más amplio y pudo contrastar su historia personal con otras historias. Entonces supo, sobre todo, que no estaba sola, y que lo suyo también era una posibilidad de agenciamiento político. Se enteró que existía un movimiento de mujeres y que el feminismo podría enseñarle mucho sobre sí misma.

Con el tiempo Colombia se le hizo estrecha, insostenible, y las posibilidades eran cada vez menores. Un día, ellas dos, sostuvieron la conversación incómoda, la que les hizo saber tres: Susana, su amiga y el deseo. Entonces fueron vendiendo lo que con el tiempo consiguieron e hicieron un trato armonioso para dividir los pesos, así Susana terminó haciendo maletas para migrar nuevamente. Al parecer este país de tránsito, esta ciudad y este grupo de apoyo, fue el que pudo mostrarle quién era y hacia dónde debía ir.

Hace días la vi muy distinta en una foto de Facebook… está ahora en Chile y tiene una novia. Parece que está mejor que aquí. Eso es razón de una fiesta.

*Nombre ficticio para no revelar la identidad de la persona.

Por: Juan Felipe Ortíz

  • Psicólogo - terapeuta. Enlace territorial de Caribe Afirmativo en Medellín.