En el inicio de este año, cuando trataba de darle forma a un texto que se acercara a la idea de pensar con imágenes terminé sumergido en un lugar con poca luz y con muchas referencias que no alcanzaba a ver del todo claras, por la falta de soportes conceptuales y la fragilidad de los argumentos que soportaban lo que intentaba decir sobre esas referencias. Pasado el tiempo, con el artefacto armado, encontré una nueva referencia que habría querido insertar en el texto, aunque ya fuera muy tarde para tantear, desarmar y anclar lo nuevo a lo ya hecho. La referencia con sorpresa y entusiasmo fue el ensayo gráfico: ¿Por qué dibujamos? de Malú Martínez (@malumens) publicado por el sello Cohete cómics.
Más allá de mi atracción de los últimos meses a todo lo que rimara con las ideas que trabajé para hablar de ensayos gráficos, base del texto que escribí, la publicación del libro de Malumens presentaba de entrada dos valores que no había considerado o no pude rastrear en el trabajo previo: un libro publicado en Colombia y la pregunta directa sobre el dibujo. En el primer valor, quedaba en evidencia que el ensayismo gráfico no es una operación que sucede en otros lados. En Colombia, gracias a esta publicación se puede contar por lo menos con un ejemplo bastante compacto.
Y en la segunda cuestión, la pregunta por el dibujo ponía en el centro una tecnología que precede a la escritura, y a la cual renunciamos, la gran mayoría, de forma progresiva desde los primeros años de vida hasta la castrante adultez. Un problema a discutir con aquellos que se resisten a dibujar o le restan importancia a leer con imágenes. Pensar con dibujos, el dibujo, puede ser una forma de resumir o de responder a la pregunta en la que se instala este libro, pero eso dejaría por fuera otras consideraciones que usó para armar su aparato argumentativo, y que sostienen la mediación entre teorías, ejemplos y juegos gráficos.

Ahora bien, no sé si esto sea un aspecto deliberado, pero la forma de dibujo que dispuso en su ensayo, en muchas de las páginas, sin tantos detalles y excesos, nos permite una relación y un acercamiento al dibujo, no al dibujo de forma general y distante, sino a un tipo de dibujo más directo, quizás más cercano a aquellos que no dibujamos de forma habitual, un tipo de dibujo que hemos abandonado, aunque permanezca ahí, a la mano, como extensión y representación de nuestra indicidad.
Hablo de esto de forma inicial porque hay un compás entre forma y contenido en su discusión, que se vería de otro modo si el dibujo usado resaltara por su elaboración o por un gélido virtuosismo anatómico. Esto no quiere decir que no exista una sobresaliente elaboración y cuidado técnico en la función del dibujo en su ensayo. La implantación de este tipo de dibujo establece el primer argumento, en tanto gráfico, del libro: La autora más que persuadirnos nos está invitando a dibujar, con un silbido gráfico que se esparce y se esparce en las páginas, y de forma aún más atrevida nos invita a dibujar y a pensar, diciéndonos de entrada, y sin abandonar ese doble propósito que en las representaciones que ha dispuesto podemos conjugar ambas acciones. Lo cual soporta con bastante evidencia y preguntas su tesis. Esto, como base, puede ser entendido como el primer gran argumento de su libro, la demostración de sus ideas, no en palabras sino dibujos, dibujos con los que podemos argumentar. Hasta ahí una de las primeras consideraciones.
Pero en este libro hay más, la discusión sucede en muchos planos, en capas y capas de ideas y argumentos que podemos ir rastreando durante la lectura, a la vez que se cuenta y se pregunta, se va de una idea a otra, con insertos, recortes, pedazos y detalles que implican atención y curiosidad. ¿Por qué dibujamos?, como pasa en muchos ensayos, es un circuito por el que se desprenden filas de preguntas, se pasa de una a otra, y se vuelve a la idea inicial con nuevas ideas sin que la dibujante lance una resolución definitiva.

Malumens tantea y tantea con el dibujo, dejando siempre las preguntas abiertas como invitación activa para que los lectores entren en su propuesta. En ese camino de ida y vuelta, entre la pregunta por dibujar y no dibujar encontramos conceptos formales y logros técnicos que pueden ser leídos con tal sencillez que hacen que olvidemos el tránsito que tuvo que hacer la dibujante para llegar a la presentación de las ideas gráficas que se ensanchan en su ensayo.
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos cuando habla del dibujo y su omnipresencia. Para mostrar lo que dice, articula la imagen de una señal de tránsito en la narración, luego al modo cómo el dibujo es una tecnología para comprender el mundo, acompañando la representación anterior con las limitaciones de las matemáticas o las palabras. En este punto, de una y dos páginas que resulta abstracto explicar con palabras, usa el dibujo en sus formas básicas: mapas, bocetos, símbolos, diagramas, acoplando lo que explica por medio de muchas formas del dibujo.

De este modo, la dibujante ensayista, escarba y escarba buscando muestras que van quedando como evidencias gráficas permitiéndose variaciones en sus dibujos, jugando con estilos y respuestas dibujadas que pueden estar en todos lados, no sólo las que se hacen con un papel y un lápiz. Así, sin caer en un registro didáctico amplía un campo, el del dibujo que no es exclusivo para los dibujantes, borrando factores que parecen excluyentes y han sembrado nuestra percepción de malentendidos: La intención de un dibujo, en cuanto a su funcionalidad y el revestimiento estético que nos crea unas convenciones del dibujo inaccesibles.
Entre tanto, el tono de este ensayo no naufraga en una excesiva conceptualización, el humor, las notas divertidas y los pasajes dramáticos les dan aire a los argumentos, otro valor en todo el aparato que sin perder de vista su pregunta inicial a pesar de la flexibilidad lograda con todo este vaivén de condiciones operando al tiempo.

La operación de diseño y montaje de este libro nos enseña que ensayar dibujando puede ser un camino de muchos extravíos, en este caso preguntarse Por qué dibujamos es apenas el soporte, una excusa para eliminar distancias entre elementos que parecen excluyentes en el dibujo: la intención y los valores estéticos. Esto le permitió traer evidencias de un mundo que hemos construido a partir del dibujo, o parte de un mundo que entendernos a través del dibujo. De esto se da cuenta cuando la dibujante une referencias a el lugar del dibujo y funciones determinadas, y lo saca de la zona común para aquellos que se dedican o trabajan dibujando: El dibujo está en todos lados, es una forma de pensar el mundo, se puede leer en muchas de las viñetas como respuesta a la pregunta central.
Podríamos señalar un vaso comunicante que es evidente en este trabajo: Entender el cómic: El arte invisible (Understanding Comics: The InvisibleArt) de Scott McCloud, pero su presencia en este caso más que influencia se establece en marcos de diálogo, así para con otros textos e imágenes como Asterios Polyp de David Mazzucchelli, mangas, animaciones, que con diferentes niveles de importancia la autora leyó, discutió y usó para escribir, planificar, montar y dibujar este ensayo que es de interés para dibujantes, no dibujantes, y lectores de cualquier tipo de narrativa.
