Helí Ramírez nació en 1948 en Sevilla, corregimiento de Ebéjico, Antioquia, pero rápido fue a dar a Medellín, la ciudad cuyo enjambre de casas trepadas en las montañas se convertiría en su alfabeto, en su condena y su consuelo. Creció en Castilla, entre calles donde la ternura brotaba a la par de la brutalidad y la vida se apostaba en las esquinas. Desde temprano aprendió que las palabras servían para algo más que para pedir fiado en la tienda o rezarle a un Dios distraído.
Mi mente está definida desde la primera mirada con que mi papá arropó a mi mamá en la plaza del pueblo en que nací.
A partir de un saludo saco la diferencia con mi vida en riesgo
al construir espigas de rebeldía y las espigas de mi rebeldía las siembro y diario las riego con palabras de carne y hueso en cada corazón que se cruce por mi acera…
(Fragmento de A partir de un saludo, del libro Desde al otro lado del canto, 2011).
(Audio cortesía de la Biblioteca Pública Piloto).
Helí Ramírez escribía porque si dejaba de hacerlo podrían desmoronarse las montañas bajo las cuales tomó forma la ciudad. Escribía para que las calles no se descolgaran. Escribía para que el sonido de la pólvora no sonara más duro que el silencio. Sus poemas dejaron testimonio de una Medellín de perros que olfatean el destino, de máquinas simulando ser seres humanos, de hambres que no se llenan con nada, de una ciudad propiedad de los pobres y muchas otras cosas que solo se pueden ver desde la parte alta abajo.
Y de nuestros rostros no esperen gesticos amables pues si algún sueño coronamos es a la fuerza.
(Fragmento de poema XXV del libro Cortinas corridas, 1980).
Escribió sobre Medellín observando cómo la ciudad crecía devorándose a sí misma, cómo las luces que se iban regando por los cerros maquillaban las heridas abiertas, cómo las palabras se usaban más para callar que para decir. Pero él usó las palabras para escapar de la ensoñación y la realidad, dos planos que son la misma bruma en este valle donde la poesía va hacia la noche en moto de punkera.
Por segundos logro huir
en segundos también me vuelve la realidad a alcanzar
me vuelve a acorralar y aniquilarme no logra.
(Fragmento de poema XXVI del libro En la parte alta abajo, 1979).
(Audio cortesía de la Biblioteca Pública Piloto).
Su poesía es un espejo. Un espejo en el que se reflejan los que habitan en las orillas, los que caminan sin sombra, los que buscan un lugar donde descansar sin miedo a que la noche se los trague. En sus versos no hay adornos innecesarios, no hay metáforas rebuscadas. Hay calles, hay cicatrices, hay muchachos, hay sancochos, está el universo en una cuadra.
…me escribo en mi piel y en la piel y en la ropa del que pasa por mi lado sin que se sienta tocado por un diablo y endiablado actúe. Que no vaya a tener compasión. Que sea brutal.
(Fragmento del poema Para que no se me olvide el que soy del libro Desde al otro lado del canto, 2011).
(Audio cortesía de la Biblioteca Pública Piloto).
Helí murió en 2019 sin bulla, la noticia de su muerte se supo seis días después del deceso, cuando sus cenizas ya habían sido entregadas al mar. Murió como vivió: pidiendo un poco más de silencio para poder escribir. En la ciudad a los espantos todavía les da miedo salir, menos al de Helí que con sus poemas todavía nos hace mirar hacia arriba desde el más allá, que para él siempre fue el más acá.
¿Cómo llevar a mis vecinos a que rompan la cédula de ciudadanía
y le pongan un precio digno a su muerte?
(Fragmento del poema Bolsa de tristeza del libro Desde al otro lado del canto, 2011).

*Portada del título 162 de Palabras Rodantes.
Cinco poemas de Helí Ramírez
Voy a seguir diciendo quién soy
II
Voy a seguir diciendo quién soy yo fuera de tantas otras cosas que soy
lo voy a seguir diciendo sin achantarme
Nací como muchos otros no soy el único
en medio de disparos de revólver y fusil en medio de regueros de sangre
Oh san sangre
que te acabaste de coronar de santidad en este siglo veinte
Me enseñó desde pelado la vida como es la vida
Tengo en mí un poquito de cosas buenas
y muchas muchas cosas malas en mí tengo
Mis parientes antiguos según chismes
eran brujos duendes y matones
y si llegaba un forastero a la casa se escondían
Odio a los hombres y a sus máquinas
Odio los trapos sucios y feos que me pongo
y odio la ropa fina y bonita
En la ciudad aprendí a no querer siquiera un árbol o un animalito
Ah la suerte con su sueño sereno fresco no se preocupa de la vida
Confianzas con nadie no me gusta ni siquiera con la cucha y los hermanos
Me vuelvo un zancudo y salgo volando picando en un cerebro
No creo en las palabras y con los hechos dudo…
La esquina en mi rostro quieta
IX
La esquina en mi rostro quieta
viendo esa calle doblada arriba en redondo
Un palito de pino
cubre de sombra a un cuchito
vendiendo mangos con sal
Un pelado negrito sale de la tienda
con un papelado de panes y tostadas
Van llegando al barrio los cuchos y cuchas y las pocas pintas que camellan
La realidad no es un sueño y el sueño no es la realidad
es una conclusión de mi cerebro torcido
Qué conclusión tan morcillosa no…
Sensaciones en mi cerebro raras
y cuenta me he dado
que no vivo como pienso ni pienso como vivo…
Somos una fuente de felicidad los pobres
XXV
Somos una fuente de felicidad los pobres disimulada
la ternura resbala
por los hilitos del odio
No dejan mirar su cara
y vista no muestra nada
No olvidada canción violenta
no me recuerden hambres líos
Y de nuestros rostros no esperen gesticos amables
pues si algún sueño coronamos es a la fuerza.
De trago en trago
XXVII
De trago en trago la charla
se abraza a bailar
el mismo baile de movimientos nuevos
y de otros movimientos conocidos en conjugación
Música música
sale a los oídos que pasan
y los mancha de fiestón
escalando deseos
Arcos de mentiras
Y los recuerdos de cojín para los sueños
Sáquese el sudor del cuerpo
para eso suenan esas guitarras y bajos.
Maqueta
Hastiado estoy de la boca seca como una polvera.
Poca creencia tengo en la valentía de los sentimientos,
y la realidad pierde sus reflejos en la mente,
reflejos que no eran los que se esperaban.
Para que pasen a mayores las cosas,
descubro la capacidad que tengo para tener
la lucidez suficiente y anotar
en el momento preciso la hora
en que pasa la angustia,
hace su remolino,
se eleva y se lleva la
maqueta de una de mis fantasías.


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