Reseña

“La originalidad solo está en tu imaginación”

Reseña de “Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro”, de Valeria Mata (Kikuyo, 2023) por Daniela Gómez.

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“La originalidad solo está en tu imaginación”
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“Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro” de Valeria Mata (Kikuyo, 2023) es una síntesis en tono divulgativo de las discusiones que se han dado en los últimos años respecto a ciertas categorías instauradas en el campo de la creación artística, en especial, que operan en la literatura. La originalidad, la autoría, el valor de la copia y la legitimidad de quien detenta los derechos económicos de la reproducción. Mata cuenta como una historia lo que ha sido un duro horadar de la piedra angular de nuestro canon literario: los escritores y su autoridad para reclamar como propia e inalienable su potestad sobre las obras.

La idea queda clara desde el título: los movimientos de los que se compone la creación en el siglo XXI provienen, y están destinados, de y a muchas voces, entre ellas la filosofía, la antropología y los estudios editoriales. Como ocurre con todos los conceptos, la creencia de que los autores son genios originales y de que su obra debe permanecer intocada, son parte de una condición histórica que, en nuestro caso, resulta estar bastante amarrada al individualismo propio del capital. En contravía, explica la autora, han surgido perspectivas que proponen la obra artística como resultado de muchas manos que han contribuido con ideas, textos y condiciones de posibilidad para que unos pocos condensen nuevos resultados.

Lo revolucionario de este arranque está en su llegada al asunto de la propiedad. Más allá de desestabilizar el culto personal al autor, que se alimenta con chorros de combustible en todos los escenarios en los que el libro tiene cabida —ferias, librerías, universidades—, la pregunta es: ¿de quién entonces es la obra? ¿Puede una institución —el autor mismo, el mercado, la academia—, obstaculizar el acceso de los lectores?

Los ejemplos que sostienen el recorrido conceptual del libro son bastante elocuentes. No más empezar, la autora recuerda la sonada demanda de María Kodama, heredera de los derechos de la obra de Borges, contra Pablo Katchadjian en 2009. Katchadjian escribió El Aleph engordado, un ejercicio de apropiación por medio de muchas adiciones del cuento original de Borges. Kodama, que buscaba un castigo ejemplar, ocasionó que se retiraran de librerías todas las copias impresas, lo que obviamente causó el repudio del gremio de escritores, alertados por la censura. 12 años después, en 2021, hubo una contrademanda a la viuda, quien tuvo que indemnizar al escritor con más de nueve mil dólares.

El copyright, recuerda Mata, es un dispositivo legal que nace de la mano de la reproductibilidad del impreso, en los siglos XVI y XVII, y en un comienzo se concedió a libreros y editores, los encargados de la explotación comercial de las obras, no a los autores, lo que demuestra que los derechos económicos poco tienen que ver con el acto creativo. Los ejemplos parecen probar que las obras crecen cuando otros intervienen en ellas, como hizo Borges en su momento con los libros que admiraba. De otro lado, entender que el arte existe como resultado colectivo, no como una construcción individual, reivindica la cuestión del acceso libre. Mata recurre a la escritora Cristina Rivera Garza que ha propuesto una “poética de la desapropiación” y explica: “significa también renunciar a lo que nunca fue totalmente nuestro, pues todo trabajo con y en el lenguaje es un trabajo colectivo”.

La edición andina del libro de Mata —que desde 2018 ha tenido varias apariciones gracias a editoriales independientes de todo el continente—, termina con la frase: “La originalidad solo está en tu imaginación”. Los puntos suspensivos de la última parte del libro van hacia retomar la propuesta de que la literatura sea concebida más como una alusión, un constante traer a cuento, reciclaje y reinterpretación de fórmulas y hallazgos previos que pueden dotar a lo reciente de nuevos significados. Esta ecología no tendría por qué hacer temblar a la mayoría de los autores, acostumbrados a no percibir ganancias justas, aunque sí interesados en ampliar la conversación alrededor de sus temas y asegurarse cierta vigencia, —por qué no, una humilde inmortalidad— gracias al plagio y las buenas copias.