Luigi Pirandello (Agrigento, Italia, 1867 - Roma, 1936) fue profesor de literatura, escritor y director de teatro italiano. Entre sus obras más destacadas se encuentran El placer de ser honrado (1917), Así es si así os parece (1917), Enrique IV (1922) y Esta noche se improvisa (1930). Estas obras y otras ahondan en el problema de la identidad.
En 1927 escribe Uno, nessuno e centomila, traducida al castellano por José Ramón Monreal como Uno, ninguno y cien mil. Es una fascinante narración que describe a través de un personaje la idea de identidad personal, o el “conocerse a sí mismo”.
El personaje de la narración es un joven de 28 años, casado y bastante observador. Sus reflexiones se desatan por un episodio cotidiano, se diría que nimio: un día estaba observándose la nariz en un espejo, su esposa le pregunta que si se estaba viendo de qué lado la tenía torcida. Él, asombrado, le dice que no tiene la nariz torcida; a lo que su esposa repuso que sí, que entonces no se había dado cuenta del detalle del meñique; o que tenía una oreja más prominente que la otra; o de la pierna que tenía más arqueada. Nuestro personaje comprobó, con gran tristeza, que todos los detalles que ella decía eran ciertos; que él mismo no conocía del todo su cuerpo, y que, de modo exacto, otra persona le conocía mejor.
Después de este suceso, nuestro joven se sumerge en un mar de pensamientos, dice: “(…) me obsesioné pensando que yo no era para los demás aquel que, hasta entonces, para mí, me había figurado ser”. Es decir, que era uno el que él conocía, y otro a quien conocían. Tanto así era la sensación de extrañeza dentro de su cuerpo que pretendía estar solo, pero sin él; o mejor, sin ese que creía ser él.
Aquel joven no podía verse vivir, como todos nosotros, que nunca nos vemos vivir, son los demás quienes nos ven, quienes elaboran una imagen y representación de lo que observan que somos, sin que esa imagen corresponda necesariamente a lo que nosotros pensamos que somos. De esta manera, es muy difícil establecer una identidad unívoca de nosotros mismos y de lo demás. Allí estriba en gran medida las anotaciones de nuestro personaje:
De este modo, nuestro amigo concluye su argumento con un ejemplo: “Conozco a Fulanito. Según lo que yo sé de él, le doy una realidad para mí. Pero a Fulanito también lo conocéis vosotros, y sin duda el que vosotros conocéis no es el mismo que yo conozco, porque cada uno de nosotros lo conoce a su manera y le da una realidad a su manera”.
Pues bien, nuestro joven amigo concluye que tanto la identidad como la realidad de nosotros mismos son construcciones que pasan por el lenguaje. Además, pasan por la interpretación de los otros. Así se usen las mismas palabras, cada quien le otorgará sentido a lo que se escucha.
Nuestro cuerpo, el territorio que siempre habitamos, es dinámico, cambiante y estas mutaciones suceden todo el tiempo, por esto, el personaje pregunta: ¿Acaso reconocéis que hace un minuto erais otro? Hace un instante éramos otro, o uno, o ninguno, o cien mil.

