El punk en Medellín: Hablar de la ciudad pestilente
Hubo un tiempo en el que los estadounidenses rechazaron el blues por ser música afroamericana. Casi como quien se niega a sí mismo cuando se mira en un espejo. A su vez, los ingleses se dejaron deslumbrar por esos doce compases y fue una gran influencia para la segunda generación del rock en Inglaterra, que, irónicamente, luego se metió con fuerza en Estados Unidos.
Algo así le pasó al punk en Medellín en los años 80. Mientras una parte de la ciudad, la ciudad excluyente, la rezandera y conservadora lo despreciaba; la otra ciudad, pero la misma, la de los jóvenes de la periferia que no tenían más que la voz para alzarla, se consiguieron dos baquetas y a punta de letras contestatarias, lograron hacerse escuchar. Habían encontrado otra forma de contar y quejarse de la ciudad y sus pestilencias. Tal vez la única forma que estaba a la altura de lo que querían decir. De nombrar el dolor y la rabia. Una forma de protesta. De decir que no estaban de acuerdo, de decirlo duro y sin vacilaciones, de frente a toda la violencia y la muerte que azotaban a Medellín, especialmente a la juventud.

El punk ha sido un lugar legítimo para el desahogo. ¿A quién no le ha provocado soltar un taco en la garganta, pero se ha contenido? El punk no se contiene, se sube a un escenario, a una cancha, a una terraza o a un garaje para gritar sin temor lo que considera injusto. Más que todo, es la mano que descubre el velo oscuro de las emociones que más nos duelen. Es en esencia poético, traslúcido, real, honesto, brutal, crudo, como una puñalada, un zarandeo, una verdad, como una dosis alta de humanidad sin filtros. Que suena y lo hace duro porque esa es su intención. Es fatal y vital a la vez. Un llamado constante a la rebeldía, a la crítica y a la desalineación del sistema que oprime.
Paradójicamente, aunque el punk siempre hace alusión al no futuro. Sus letras, melodías y memorias nos permiten conocer voces no convencionales y relatos de la historia de Medellín. La historia no contada oficialmente. La del margen. La de la periferia. La del barrio.
El número 166 de Palabras Rodantes, la segunda edición de Medellín City Punk de Jacobo Cardona Echeverri, es una invitación a escuchar otras versiones de la historia de Medellín. A adentrarnos en otra forma de sentir y percibir la realidad. A interpretar lo que nos ha pasado con otros lentes.
Segunda edición de Medellín City Punk: la poesía no ha muerto
En 2018 salió la primera edición de Medellín City Punk como parte de la Colección becas a la creación: Poesía, de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín. Daniela Gómez, quien hizo parte de la primera edición y ahora fue la editora de la segunda, nos cuenta que para esta segunda versión se dejaron por fuera alrededor de 18 poemas, hubo cambios en la ubicación de algunos, y se sumaron tres nuevos que están en las últimas páginas como “Bonus track”, siguiendo con el juego de estructurar el libro como una canción.
Los nuevos poemas también son de Jacobo Cardona, autor de Medellín City Punk. Antropólogo y magíster en Estética. Además de poesía, ha publicado novela, ensayo, ensayo académico y guiones para cine. Aunque nació al sur del departamento de Antioquia en 1978, su juventud estuvo marcada por sus experiencias musicales con el rock y el punk en Medellín, donde Jacobo entre los años 1996 y 2002, pudo escuchar la música de sus bandas locales favoritas en emisoras como Radioacktiva, y luego ir a escucharlas en vivo en toques y conciertos.
Para Jacobo, antes que la escritura estuvo la música. Y justamente en el punk encontró elementos con los que quería crear su obra literaria: fuerza, libertad y agresividad. Para concebir Medellín City Punk, Jacobo fusionó poesía, punk y música; entendiendo que la poesía y el punk son como dos artesanías. Maneras no solo de resistir, sino de crear desde los márgenes. Dos formas de inventar con instrumentos sencillos, con materiales elementales. Minimalistas, básicos, pero con la capacidad de desajustar, movilizar, envolver, involucrar, llevarnos a ideas y emociones fuertes y poderosas.
Para quienes conocen la primera edición de Medellín City Punk y para quienes llegan por primera vez al texto, la editora asegura tener una experiencia diferente. Además de los cambios ya mencionados, y de las diferencias en la apariencia física del libro; como escritores, editores y lectores, dice Daniela, “cambiamos con el paso del tiempo, envejecemos y afinamos la mirada después de más lecturas”.
Al final, en caso de querer conocer más del contexto del libro, en esta edición también encontrará la coda de la editora. Unos párrafos de Carlos Alberto David Bravo, más conocido como Caliche, sobre las fotografías de su archivo personal, que se encuentran distribuidas por todo el libro. Imágenes que relatan años míticos del punk en Medellín. Sin expectativas, le auguramos un encuentro atravesado por múltiples emociones.
Caminatas Punk
Carlos Alberto David Bravo, más conocido como Caliche, es un punkero vieja guardia que ha vivido, historiado y divulgado el punk en Medellín. Fue uno de los fundadores y actual baterista de Desadaptadoz, banda de punk desde 1987. Es autor de Mala Hierba: El surgimiento del punk en el barrio Castilla, Medellín (2019), libro que también inspira el nacimiento de las Caminatas Punk, recorridos a pie por el barrio Castilla. Experiencia que puedes conocer en sus redes sociales @caminataspunk, en el texto A PASO PUNK: recuperando la memoria subterránea del barrio Castilla, o también a través de este corto documental.
Hay muchos imaginarios sobre qué es y qué no es punk. Caliche asegura que no se puede definir, aunque precisamente eso es lo que quieren los académicos. “Poder coger el objeto y desmembrarlo. Pero el punk se niega”. Y es que en el punk encontramos todas las contradicciones. Justamente es un espacio de fricción, disputas y luchas. Hay punkeros izquierdistas, anarquistas, ultraderechistas, racistas, misóginos. Es muy complejo, concluye Caliche. Por eso el punk escapa a esa conceptualización.
“Yo estudié sociología en la universidad, pero no me gradué. Hice toda la carrera y me faltó terminar el trabajo de grado y estadística. La pelea mía es que yo no quería hacer una tesis porque no quería hablar desde la objetividad que impone la academia. Prefería hablar, por ejemplo, pasionalmente, escribir pasionalmente, hablar con sentimientos, con odio, con rabia, la frustración de lo que vivimos. Y eso no cabe en una tesis.
Entonces, yo por eso opté por hacer un libro desde la calle, para escribirlo con plena libertad. De hecho, el primer libro que me leí para empezar a hacer Mala hierba fue el de Feyerabend, Contra el método. Porque precisamente pensaba que no hay un método de investigación único, y que ese método de investigación está ceñido a la vida, a lo que uno vive. Entonces uno no puede decir que estos son los pasos para investigar, la vida lo lleva a uno por otros caminos. Entonces así lo asumí yo”.

Cinco poemas de Jacobo Cardona
El camino del exceso
Van por ahí
deshilachados, sucios,
marcados, rotos
como libros
manoseados, leídos
con pasión.
Esos punks,
esas ruinas del deseo.
Poema punk II
Quiero meter a un punk
en un poema y no
se deja.
Leo a Emily Dickinson en el metro.
Más lejos no puedo llegar.
Tuqui tuqui lulú
Me echaron de todas partes
del colegio
del trabajo
de la casa
del parque.
Pero la música siempre me recibió
alegre y rebelde con su boca de hielo seco
a un par de cuadras de la esquina
donde la muerte
fuma Piel Roja sin filtro
y se ríe
que da miedo.
Capitalismo salvaje
Mi único enemigo
es el hambre de los débiles .
Por eso los taches
y las chaquetas
de cuero negro,
las botas platineras,
los pelos afilados
como cuchillos,
las cicatrices,
los tatuajes,
las cadenas.
Para mantenerme firme
ante la bestia.
Amor por Medellín
Nos amenazaban y boletiaban se decían llamar Amor por Medellín mataban de todo eran los dueños del negocio controlaban a las putas y a los jíbaros desaparecían a los gamines
el alcalde les temía
por eso nos encaletábamos en los sótanos y las terrazas a escuchar nuestra música
éramos un blanco fácil
improductivos
sin ganas de comprarnos unos Reebok sin ganas de nada
y a la final ¿cómo matas eso?