Paisaje sonoro

Los sonidos del camino andino

Cabecera los caminos andinos
Los sonidos del camino andino

La historia de Antioquia se cuenta a través de los caminos de la montaña, caminos andinos, caminos de piedras y lodo, de subidas, bajadas, que siguen o esquivan la cordillera.

Desde los tiempos de la colonia ha sido todo un reto abrir caminos que conecten al departamento con resto del país a través de tanto monte y bosque, por esta geografía quebrada y pronunciada. Incluso, el reconocido geógrafo y aventurero, Alexander von Humboldt, escribió en su diario la gran dificultad que había para ingresar a la provincia de Antioquia; solo se podía llegar caminando a lomo de silletero.

Gracias a los relatos y crónicas de viajeros de esos tiempos, que se atrevían a emprender largos viajes, sabemos que existía “El camino real de occidente”, un recorrido que podía durar dos meses si era en época de verano, pero en temporada de lluvias los tiempos se alargaban. Iba desde Rionegro hasta la ciudad de Popayán, atravesando el imponente Río Cauca en el Paso de Bufú, y pasando por Cartago y Cali. Eran tantas las dificultades y los riesgos, que los viajeros antes de emprender el camino dejaban su testamento, ya que conocían la crueldad de esta ruta.

Para armar nuestros caminos hemos moldeado las montañas con los pies, a paso de mula, de arrieros y silleteros. Los caminos son un repaso de la historia, son cicatrices que dejamos marcadas en el rostro de la montaña. Como escribió Fernando González en su libro Viaje a pie “El camino es casi toda la vida del hombre; cuando está en él sabe de dónde viene y para dónde va” (185). Parte de nuestro presente se puede explicar en los recorridos de los caminos, por ejemplo, en los tiempos de la colonización, el deseo exacerbado de los colonos de encontrar “El camino del dorado”, una ruta ya trazada por indígenas entre los pueblos coloniales de Marmato, Supía y Riosucio, hizo que los españoles instalaran ciudades importantes en la cordillera, y no en las costas donde se solían situar por los puertos.

Muchos de los caminos que recorren la Cordillera de los Andes, esa columna vertebral que conecta al continente, son vestigios de los pasos que marcaron indígenas y colonizadores. Son caminos de encuentro entre culturas de diferentes países (Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela), pero que comparten costumbres y códigos que solo da la tradición andina.

Los caminos y los bosques andinos tienen su propio ambiente sonoro, el canto de las aves te ubica, te marca una región del paisaje, aunque sus sonidos tienen algunos cambios dependiendo del tramo de la cordillera. Si escuchas el canto de una soledad o el silbido de un trogón sabes que estás en un bosque andino antioqueño. El retumbo de los pasos que se genera al pisar esas capas de tierra amarilla y de arcilla, tierras agrícolas de papa, maíz, yuca y fríjoles, te dice que caminas por rutas andinas.

Los caminos se transitan con los pies, pero se recuerdan con el cuerpo, con todos los sentidos. Tienen olores, texturas, vistas, pero, sobre todo, sonidos. Estos senderos se recorren al ritmo de pasillos y bambucos.

*Utilizar audífonos para mejorar la experiencia sonora.

Escucha y recorre los caminos andinos

Lo primero que escuchamos son las pisadas, cada paso es un golpe contra el suelo, contra estas tierras de capas y de colores. Nuestro andar produce nuevos sonidos, pisamos sobre ramas y hojas caídas de los árboles, que se posan en la superficie formando una alfombra orgánica; se escucha como huesos quebrándose cuando colocamos nuestros pies sobre ella. Pasamos por suelos pantanosos, movedizos, y al pisar sentimos un vacío efímero. Con cada paso perturbamos el suelo estático, movemos las piedras que han tomado la forma de las edades, las desplazamos y chocan entre ellas, suenan como un cajón peruano.

Capas de tierra y piedras

Caminamos por bosques de niebla, aquí el aire es ascendente y saturado de vapor de agua, proveniente de regiones bajas. El ruido que produce la niebla es envolvente, casi abrumador, y te susurra al oído “Estás en un camino andino”. Los árboles, casi siempre húmedos, protegen del sol y encierran en sus troncos, como las caracolas con el mar, las corrientes nevadas, y estas hacen que las hojas se rocen entre ellas y produzcan un eco de mareas de viento. Los pájaros acompañan la marcha, con su canto alegran el paisaje y le dan color al sonido.

Árboles y viento

Escuchar una quebrada siempre va a ser motivo de felicidad para el caminante. Su sonido empapa, ensordece, es protagonista entre las otras resonancias del camino andino, es como si el bosque nos dijera “Shhh” para que hagamos silencio por un momento, nos detengamos y escuchemos la caída y el movimiento. No es similar al ruido apabullante de la ciudad, este es tranquilo y genera plenitud. Al dejar atrás la quebrada se siente como si los oídos se quedaran pegados ahí, es una acción involuntaria del cuerpo que nos pide permanecer más tiempo.

Quebradas y caídas

Seguimos caminando, nos adentramos más en el bosque, trepamos cada vez más sobre el lomo de cordillera, pero, por más lejos o alto que estemos, todavía la humanidad se hace escuchar en el camino.

Sonidos de la humanidad

Por: David Ossaba