Para desembarazarme del párrafo introductorio, diré que Lomos de Sábalo y otros relatos es una antología de cuentos escrita por Javier Ignacio Saldarriaga Cadavid, abogado a regañadientes y profesor universitario, pero sería mejor decir aquí que es un lector muy juicioso y su antología ganó el Premio Nacional de Cultura, Universidad de Antioquia en el año 2009.
Samuel Lugano es el personaje principal que aparece en cada uno de los diez cuentos que componen la antología. Es el reflejo de Javier en el espejo, “aunque Lugano es mucho mejor que yo, por lo menos en más valiente”, dijo recientemente en una entrevista con Gustavo Restrepo de la Corporación Otraparte; ex abogado litigante, como él y profesor universitario según se puede leer en el último cuento, Verde pálido.
Pero vamos en orden, mencionaré algunos hechos entre triviales y cruciales de la vida de Samuel Lugano, tales como, la música que oyó, alguna referencia cinematográfica, los lugares que visitó y otros más decisivos como el momento de su muerte, la cual ocurre en el segundo cuento Debió haber sido la lluvia, de lejos, el mejor de todos, según mi opinión.
En Un lugar que conocimos, Samuel estuvo junto con su prometida Florencia, una argentina porteña, quizá ya su esposa, de luna de miel, en República Dominicana, Punta Cana para ser más precisos, y se hospedaron en el hotel The Star donde “el cielo era un sueño de astrónomos”.
Los acontecimientos trascurren entre el bar del hotel y El vidrio, una edificación ubicada en el extremo de la playa El cortecito en Punta cana, adonde fueron invitados por Pablo, también argentino, integrante de la banda Los Kicks que tocaba en casi todos los complejos hoteleros de la isla. En algún momento de los diálogos privados entre Samuel y Florencia —y fue lo que me llamó la atención sobre la personalidad de Lugano— este parece inquietarse por la presencia de Pablo, más joven que él. La escena augura la futura ruptura con Flore. Si se lee el libro en orden, hay un aroma de cornamenta que flota en el aire, como es evidente en el cuento Mantis.
La música que suena en ese cuento va desde Black Velvet de Alannah Myles, Blondie, La hermanas Wilson, Walking in Memphis de Cher, hasta Zombie de The Cramberries. En otro cuento, Los muertos ajenos, también suena Pink Floyd. Además, está el guiño a una película de 1986, dirigida por Adrian Lyne, Nueve semanas y media, más que nada por el vago parecido de Jane, la canadiense vocalista de Los Kicks, con Kim Bassinger.
Sabemos de su apariencia madura, en Debió haber sido la lluvia, donde se lo describe con la frente agrietada, el labio delgado “que parecía una cortada involuntaria sobre el mentón” y una cicatriz desde el codo hasta la muñeca. “A cada hombre le llegan sus golpes y a cada uno le quedan sus heridas”, le dice a Nicolás, el hijo de Elías.
En este cuento, donde se narran los últimos días de su vida, se dice que vivía en el Golfo de las mulatas: “En una casucha emplazada en una punta rocosa sobre un ventisquero usurpado a las colonias de aves marinas y separado por treinta o cuarenta minutos de agua del pueblo”; que, además, disfrutaba del sabor amaderado del coñac, refugiado en el bar de su amigo Elías mientras arreciaba el huracán “Isabel”, y que hasta allí le llegaron noticias amargas de su expareja.
Dedicado por completo a la pesca, ya no como el aficionado en Lomos de sábalo, sino como un hombre de mar, solitario y temerario, sabemos, también que murió de forma épica cuando se disponía a cazar una tintorera tigre que había quedado varada cerca al malecón atraído por la carne de las focas monje.
En Lomos de sábalo, cuento que le da el nombre a la antología, Lugano es todavía un abogado litigante. Harto de aquel oficio le dice a Martín su compañero en el sector ejecutivo con quien se encontraba pescando en una ciénaga del trópico: “La voz de la mayoría es muy cómoda para la gente. Un hombre tiene derecho a decidir su vida como le parezca”.