Seguramente cuando se publique este artículo muchos habrán olvidado sus enérgicas opiniones derivadas del recrudecimiento del conflicto entre Israel y Palestina. Y habrán cesado los oleajes de información e imágenes de la guerra. Y para muchos la guerra habrá dejado de existir, o se habrá vuelto un contenido de consumo fuera de las tendencias en redes sociales, la guerra será un paisaje ajeno y lejano, aunque siga ahí.
No importa si escribir y hablar sobre la causa Palestina y la guerra no sea tendencia, o sea un tema necesario, porque el tiempo y la historia nos han enseñado que cuando hablamos de una guerra hablamos del presente y también del pasado, y por supuesto del futuro: de un fango donde está todo lo que la guerra ha tocado. Una guerra no termina, sigue, así la creamos cerrada, como se lo dijo Sloane, el profesor que más influyó en el estudiante Stoner, de la novela de John Williams: «Una guerra no sólo mata a unos cuantos miles o unos cuantos cientos miles de jóvenes. Mata algo en la gente que no puede recuperarse nunca. Y si alguien pasa suficientes guerras, pronto lo que queda es el bruto, la criatura que nosotros -usted y yo, y otros como nosotros- han sacado del fango».
Digo esto porque hace unas semanas volví a leer Palestina. En la franja de Gaza de Joe Sacco, la serie de nueve comics books que publicó en un periodo de tres años, entre 1992 y 1995 con la editorial Fantagraphics Books. Mientras pasaba observando y leyendo las páginas de cada número, en una lectura menos apresurada, alejada de la inmediatez, encontré en ese pasado de los últimos años de la Primera Intifada registrados por Sacco respuestas al presente y a todo lo que ha pasado luego del 7 de octubre de 2023: la continuidad de un conflicto, de un charco inmenso y una guerra que no termina, de los abusos y las violaciones a los derechos humanos, del sometimiento a un pueblo, de las atrocidades y la violencia de los colonos judíos y el ejército israelí, de la ocupación y los refugiados, las detenciones arbitrarias, demoliciones de casas, las torturas, los asaltos a hospitales y la destrucción al paisaje.

Palestina ha sido por más de 20 años una de las referencias del cómic periodístico. Palestina y otros trabajos de Sacco como Gorazde: Zona protegida, Historias de Bosnia o La Gran Guerra. Pero en este caso me interesa hablar de ese libro y su parte complementaria, con el que exhuma aún más el pasado de la guerra: Notas al pie de Gaza, una investigación metódica sobre la masacre de civiles perpetradas por las Fuerzas de Defensa de Israel, los días 3 y 12 de noviembre de 1956 en Jan Yunis y Rafah, en la Franja de Gaza. Un extenso reportaje con mapas detallados, un amplio número de testimonios, contrastes, y una cuidada preocupación en la verificación de cada dato de lo que quedó al margen de una historia que había estado sepultada por las autoridades israelíes.
No es fácil de resumir qué es lo que hizo Sacco en Palestina. En la franja de Gaza, más allá de repetir la idea fácil del periodismo en cómic o el periodismo dibujado. Sí, está eso, nos sirve para las clasificaciones y las validaciones del cómic como arte narrativo. Pero, separando esos lados, sin quedarnos ahí, Palestina es una lección de periodismo, fuera del manual y la mirada corta del reportero que extrae y desaparece de lugar: por las constantes preguntas que se hace el dibujante, por el tiempo de trabajo en el terreno, el contraste y las contradicciones entre testimonios y posturas de los palestinos, por su posición crítica a la farsa de la objetividad en el periodismo y las preguntas sobre la representación.
Sacco se sale entonces del manual, no se muestra imparcial porque su investigación de dos meses y medio por Israel y los Territorios Ocupados fue un modo de tener una versión distinta a la versión oficial que circulaba hasta entonces y sigue circulando en los Estados Unidos, sus colonias, y el norte global del mundo occidental. El dibujante no sólo informa, toma posición, se pone del lado de las víctimas. De modo que fuera del juego de la libertad de expresión y las estructuras del buen periodismo, aséptico y equilibrado, de la narrativa publicitaria que sirve para contar historias positivas, el dibujante crea un espacio de representación lo más cercano posible al lugar dónde está contando, de ahí su esfuerzo por crear espacios detallados y realistas, en los que no se pasa de largo, sino que se habita con los palestinos, en los que el lector ve de cerca aquello que le puede resultar ajeno.
Ahora bien, ¿cuáles son las respuestas al presente? ¿Qué podemos entender a la distancia? Primero tendríamos que hacer énfasis en el marco narrativo de Palestina, en cuanto al tiempo y a la velocidad de lectura que se dispone en las páginas: la serie de Sacco no está suscrita a la actualidad, a una agenda y al canibalismo inmediato del lugar de la noticia. Se informa, sí, pero no para dar una opinión instantánea. El dibujante te muestra, te lleva y te acerca, hace con los diseños de espacio, la estructura de las composiciones, que no repite y cambia según lo que cuenta, un traslado a eso que nos cuesta percibir en informes y noticias diarias, informativos, e imágenes sueltas.
El tiempo que se prolongó su trabajo de reportería, en el invierno de 1991 y 1992, el tiempo de trabajo y publicación de tres años; es un tiempo que se refleja en las capas y estructuras de representación de unas páginas que no están hechas para un consumo rápido, hay que ir viendo a una velocidad lenta lo dibujado y lo escrito para entender la complejidad de lo narrado. Como lo escribió la investigadora Hillary Chutte en Disaster Drawn: «La inversión de Sacco en ralentizar a los lectores y pedirles que luchen es una técnica deliberada contra la propensión de los medios de comunicación mundiales a ofrecer espectáculos visuales de consumo rápido y contra la inquieta aceleración de la información que caracteriza a muchos de los medios informativos actuales». Lo contrario caracteriza a las opiniones fáciles sobre el conflicto: un acelerado consumo de información, un diagnóstico a la distancia fácil y rápido de lo que pasa, que es el derivado de la presentación del conflicto como un espacio de entretenimiento que se mezcla sin distinción con la masa de información que circula en las redes y medios. Sacco, como lo afirma Gabriel Said en el prólogo del libro dispone de otros recursos «El ritmo pausado y la ausencia de objetivo en sus periplos enfatizan la circunstancia de que no es un periodista a la búsqueda de una historia ni un experto que intente concretar los hechos para definir una determinada línea de acción política. Joe está ahí para sumergirse en Palestina, y punto; su única meta es pasar tanto tiempo como le sea posible con los palestinos, o si acaso, acabar experimentando la vida que los palestinos están condenados a llevar».

En la inmersión Sacco nos muestra, entre tanto, cómo era vivir hace treinta años en el campamento de refugiados de Yabalia, las condiciones de los asentamientos y las dificultades materiales en las que sobreviven los palestinos en medio de las carencias, las lluvias y el invierno. Esta inmersión se prolonga por varios capítulos en los cuales no solo seguimos al dibujante buscando testimonios, sino peregrinando por las calles inundadas y llenas de barro, reconstruyendo el origen de la Primera Intifada, reflejando el estado de las cosas en Yabalia: un campo de miseria y basura que fue borrado en los bombardeos de los últimos meses. Viendo lo dibujado por Sacco, de su trabajo de hace treinta años, me preguntaba ¿Qué podría ser peor en Yabalia? La respuesta está en cómo ha quedado Yabalia en las últimas semanas.
Pero no sólo en Yabalia se puede ver la prolongación de la guerra, del horror que no termina. En la Palestina de Sacco hay registro de los habituales asaltos a los hospitales palestinos por parte del ejército israelí, de la violencia ejercida contra el personal médico, acciones violentas que no son nuevas y que han sucedido por años, y que ahora, en el presente, con bombardeos a hospitales y otros crímenes, son la continuidad de lo que viene sucediendo por años.
De todo lo que cuenta el dibujante hay algo en lo que no había reparado antes, en uno de los viajes Sacco llega hasta un asentamiento y ve árboles de olivo mutilados, es una imagen que le llama la atención, un poco más adelante para y entra a una de las casas que están cercanas a los olivos, en ese punto una mujer le cuenta cómo el ejército israelí ha desmembrado los árboles, que son de las únicas fuentes de sustento, alimento y vida de las familias. «No es uno ni dos, cortaron con motosierras más de setenta» le dice la mujer agregando «para las familias palestinas, cada uno de los árboles es como un hijo, tardan mucho en crecer y nos acompañan en gran parte de la vida». Al final el padre de la mujer interrumpe y cuenta cómo lo obligaron a cortar sus propios árboles. Cómo lo obligaron a matar a sus propios hijos. Cortar árboles de olivo es una práctica que se ha extendido durante 60 años, durante este tiempo el ejército israelí y los colonos han cortado más de 800 mil árboles para montar nuevas carreteras, borrar asentamientos y ocupar tierras. Basta con mirar archivos en internet y ver la exposición de imágenes sobre esta guerra que en su plan de exterminio contra un pueblo es también una guerra en contra del paisaje.
Dentro de la complejidad y el cuadro que es Palestina, en el primer capítulo hay otra respuesta al presente cuando Sacco pasea y observa por calles de Jerusalén, ve a mujeres que pasan, a un joven soldado israelí que descansa mientras fuma, está en lo que parece un día normal, de repente pasa algo, abajo y a lo lejos hay alboroto, son unas manifestaciones en respuesta a lo que pasó en Silwan, una aldea árabe que ha sido intervenida. Unas semanas atrás los colonos judíos desalojaron varias fincas y cercaron parte de la aldea. A las manifestaciones se le imponen contra manifestaciones, Sacco evita opinar, sólo sigue observando hasta que se arrima a alguien que opina: «Puede que los colonos tengan la ley de su parte, no lo sé. Pero esa no es la cuestión. Israel debería abandonar los territorios ocupados, y tendría que haber un estado palestino… y si eso no sucede en los próximos 10, 20, 30 años…». Sacco regresó a Palestina a principios de la década de 2000 para trabajar en la investigación de Notas al pie de Gaza, en una entrevista para el diario británico The Guardian dijo: «Las cosas parecían muy mal cuando estuve de visita a principios de los años 1990, al final de la Primera Intifada, pero estaban mucho peor 10 años después». 30 años después las cosas están aún peor.
