La imagen de la cabecera corresponde a la parte superior de un grabado al aguafuerte en cobre incluido en la enciclopedia de Diderot y le Rond d'Alembert de 1751. Imagen tomada del libro reseñado.
Las investigaciones sobre el pasado del libro concuerdan en que la invención de la imprenta modificó completamente las dinámicas de producción, de una manera sin precedentes y cuyas consecuencias todavía explican el panorama editorial de la actualidad: la conocida sobreoferta, las quejas por la escasez de materias primas, los litigios por el derecho de autor, todos son problemas aparecidos desde el siglo XV, cuando el avance técnico trajo consigo la complejización de un sector hasta ese momento dominado por artesanos y de repente convertido en foco de interés para hombres de negocios.
Lo ocurrido en tiempos de Gutenberg sigue siendo material de estudio porque aún hay aspectos sin aclarar, por ejemplo, si efectivamente el desarrollo de la imprenta puede firmarse con ese nombre. Lo que parece más probable, y queda también en evidencia en Introducción a las técnicas de impresión en el periodo del libro antiguo de Héctor Raúl Morales Mejía (parte de la Breve biblioteca de bibliología, edición conjunta de cuatro universidades latinoamericanas) es que los avances técnicos implicados en la imprenta necesitaron de la tradición de un grupo amplio de conocedores, expertos en ascenso en la elaboración de tintas y de papel, orfebres y grabadores, que desde diferentes puntos de Europa crearon y copiaron métodos para mejorar la capacidad de reproducir contenido a gran escala.

La imagen corresponde a la parte inferior de un grabado al aguafuerte en cobre incluido en la enciclopedia de Diderot y le Rond d'Alembert de 1751. Imagen tomada del libro reseñado.
El tiempo del libro antiguo está determinado, en su inicio y su final, por la aparición de la imprenta de tipos móviles y la revolución industrial, que trajo la litografía y los procesos de reproducción fotomecánicos. Quiere decir que durante casi más de tres siglos la imprenta plana estuvo a disposición de los inventores, siendo mejorada y puesta a prueba. Parte de su herencia está en los diferentes métodos de grabado que complementaron la posibilidad de reproducir tanto texto como imágenes, incluso de forma simultánea.
Morales Mejía se concentra en explicar los mecanismos del grabado en madera y en metal y la impresión litográfica. Las descripciones, además de exhaustivas —para quien no tenga idea de cómo funciona el grabado—, permiten imaginar escenarios que solo conocemos por algunas ilustraciones: cómo lucían las imprentas, qué implicaba la operación de las máquinas, cómo se organizaba la cadena de operación, cuáles eran los errores más probables. Por cuenta de los materiales implicados en las tintas, la fantasía puede ir más lejos para tentar el olor, figurar los sobrantes que iban quedando en el piso y el frenesí del movimiento a medida que iban resultando las páginas impresas.

La imagen corresponde a la parte central de un grabado en relieve y tipografía a dos tintas tallado a gubias o cuchillas y al criblé en seis placas o tacos de madera a la fibra mejorada. Imagen tomada del libro reseñado.
El paisaje se puebla casi de inmediato por los protagonistas de estas escenas, dispuestos a un trabajo necesariamente colaborativo por la complejidad de su elaboración y el grado de experticia exigido en cada paso de la producción del impreso. Estaba el editor, que en la estructura de la imprenta sería el dueño, encargado de obtener los insumos y de gestionar los proyectos; el impresor, maestro tipógrafo encargado de la composición de las páginas; el inventor o dibujante, creador de las imágenes; y el grabador, encargado de hacer las matrices en madera o en metal. Como satélites indispensables, aparecen el batidor o fabricante de las tintas, el fundidor de tipos, el encuadernador y el cajista, este último responsable de ordenar uno a uno los tipos para conformar los textos a imprimir.
Las reproducciones de grabados incluidas en esta edición permiten terminar de entender el logro artístico y técnico logrado por los impresores desde el siglo XV. Los originales de estas imágenes sobreviven encuadernados y exigen la mirada atenta de quien busca descubrir las circunstancias en las que fueron elaborados. La comprobación está hecha de detalles: el registro de la tinta, el uso de ciertos colores, la definición del trazo, incluso la presencia de monogramas y marcas de agua que revelan autores y talleres detrás del papel y de la impresión. Este acopio de recursos se combina para contar una historia, el pulso de un momento determinado en el camino del libro y, de esta manera, suma a la cuestión general sobre el lugar que ocupan estos objetos en nuestra cultura, en nuestra vida privada, y esa costumbre tan antigua de atesorarlos.
