Palabras Rodantes

Los futuros que ellas miran

Conversamos con Rodrigo Bastidas, compilador de Futuras: Cuentos de ciencia ficción ecofeminista. Autoras latinoamericanas, el título 146 de Palabras Rodantes. Descarga el libro en PDF al final del artículo.

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Los futuros que ellas miran
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La ciencia ficción ecofeminista es el tema central del título 146 de Palabras Rodantes. El libro reúne cinco cuentos de escritoras de diferentes países latinoamericanos más un prólogo escrito por Rodrigo Bastidas, editor en Ediciones Vestigio, Doctor en Literatura y profesor en la Universidad de los Andes. Bastidas, además, fue quien se encargó de la selección de los cuentos.

Los cuentos son La cueva, de Liliana Colanzi (Bolivia); El manual del ángulo de la bolsa azul, Claudia Aboaf (Argentina); Buen provecho, de Karen Andrea Reyes (Colombia); Marea viva, de Ana Rüsche (Brasil); y El taller de enmiendas y reparaciones, de Gabriela Damián (México).

Conversamos con Rodrigo Bastidas sobre qué significa para él la ciencia ficción y el ecofeminismo y nos contó también por qué seleccionó a estas autoras para la compilación. Te invitamos a leer lo que nos dijo.

¿Cuál es tu vínculo con la ciencia ficción, cómo llegaste a ella y qué significa para ti?

Conocí la ciencia ficción cuando estaba en cuarto de primaria, una vez que me enfermé y no pude ir por un tiempo al colegio, de modo que un amigo me prestó algunos libros que él había sonsacado de la biblioteca de su padre para que yo me entretuviera. Algunos eran título de la Biblioteca Orbis, la que era azulita con plateado. Ahí tuve el primer encuentro con este tipo de textos. El envión final vino poco tiempo después al leer a Philip K. Dick. No lo entendía realmente, pero me encantaba. Después empecé a ver las películas basadas en sus libros. Esto provocó que me enganchara del todo, principalmente porque me di cuenta de que la ciencia ficción nos permitía entender el mundo desde un lugar que no me lo permitía la literatura realista, me ofrecía una especie de alejamiento de la realidad que me permitía entender cosas que el realismo no me decía, porque este último me hablaba de los hechos en sí, pero no me hablaba de todo lo que estaba detrás de ellos: las guerras, las batallas, la economía, la historia, la política, la sociología, en fin. Descubrí que siempre había grietas escondidas o espacios indeterminados que la ciencia ficción permitía ver.

Liliana Colanzi

Supongo que, en primer momento, todo lo que leías sobre ciencias ficción venía de afuera, de Estados Unidos o Europa, ¿es eso cierto? ¿En qué momento te haces la pregunta por la ciencia ficción latinoamericana?

Sí, así fue. Fue extraño. Mi tesis de pregrado fue sobre ciencia ficción y los autores sobre los que hablé fueron Philip K. Dick, William Gibson, Aldous Huxley y los demás que comúnmente se mencionan. Pero me hacía falta algo con lo que me pudiera identificar de cierta manera o que estuviera más cerca de mi experiencia. Hice consciente que no sabía nada sobre los escritores colombianos de este género. Quería encontrar esa metáfora que es la ciencia ficción que me hablara de mi mundo inmediato, quería ver las grietas de la historia que yo no conocía. Me pregunté entonces: ¿cuál es esa historia que desconozco de mi país y de Latinoamérica que puede ser contada o ya fue contada con la ciencia ficción?

Investigando encontré a René Rebetez, que es el primero de los grandes autores de ciencia ficción colombiana. Empecé a comprender cómo funcionaba la ciencia ficción en América Latina y en Colombia, básicamente lo hice bajo la hipótesis de que nosotros deberíamos estar haciendo algo, pero que quizás no había sido totalmente descubierto, leído o conocido. Incluso cuando yo estaba cursando la carrera de Estudios literarios, le preguntaba a mis profesores qué cosas conocían de ciencia ficción en América Latina y ellos no sabían.

Entonces existía, pero no se conocía. ¿Qué más descubriste en esa indagación?

Cuando se hace una historia general de la ciencia ficción en América Latina se descubre que este género de cierta manera empieza —o ciertos textos que se pueden leer como textos de ciencia ficción— a finales del Siglo XIX. Claro, por un lado, no se mostraban como ciencia ficción, pero, por el otro, aquellos textos que sí lo hacían no se conocían mucho dentro de la academia, pero bastaba con raspar un poquito en la pared, bastaba con levantar una piedra para darse cuenta que la ciencia ficción siempre había estado dentro de la literatura latinoamericana, sino que había sido presentada de otra forma o no era tan conocida. El caso más particular es Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ambos son autores muy leídos en la academia y, en general, entre el público. Pero nadie te dice que algunos de sus textos son de ciencia ficción. Y cuando uno se acerca y los lee puede identificar que hay distopía, viajes en el tiempo y mutantes. Pasa particularmente con Adolfo Bioy Casares, pero nunca te dijeron que era ciencia ficción, sino que eran literatura en general.

O literatura fantástica, que es la etiqueta que les suelen poner.

Exactamente, pero llega un punto en el que uno se da cuenta de que obras como La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Borges; Incluso muchos cuentos de Felisberto Hernández; o incluso de Macedonio Fernández, para nombrar cuatro autores de esa zona, son increíbles textos de ciencia ficción que están a la altura de cualquier libro del género, pero que nunca los habíamos leído así. Siempre estuvo ahí, lo que debemos hacer es quitarles las capas que se les han puesto y leerlas desde la perspectiva de la ciencia ficción.

Claudia Aboaf

¿Después de lo que has dicho se hace necesario explicar un poco cómo entiendes la ciencia ficción? ¿Qué elementos hacen que se pueda leer una obra como parte de este género?

El principal elemento es pensar que en el corazón de cada una de las novelas o cuentos de ciencia ficción hay una pregunta por la ciencia. Esto justamente es lo que no nos ha permitido en América Latina haber leído algunos textos como parte de esta tradición: el hecho de que nosotros concebimos la ciencia a partir de unos lineamientos pegados de ciertas formas de comprender la ciencia tal como nos habían enseñado de manera ortodoxa. Es decir, principalmente a partir de la modernidad y la ciencia cartesiana. El vuelco que se está dando últimamente es la posibilidad de construir la idea de ciencia desde otro lugar y entender que esos cuentos de América Latina están también hablando de ciencia, pero de otro tipo que durante mucho tiempo se pensó que era una ciencia más cercana a lo fantástico, como si fuera una especie de explicación mítica. Pero, cuando nosotros comprendemos la forma en la que se ha construido la ciencia aquí, nos damos cuenta de que estos textos están respondiendo o están planteando una duda o unas posibilidades respecto a una ficción cuyo corazón es justamente la ciencia.

La ciencia ficción es una pregunta constante por las formas epistemológicas —llamémoslo así— de comprender, construir y representar la ciencia en todos los niveles, desde la llamada ciencia dura (matemáticas, física e incluso biología) hasta las ciencias humanas o ciencias sociales (antropología, sociología, política, filosofía, teología). Todo este montón de elementos, que en América Latina están constantemente reevaluándose en este momento, creo que son importantes para comprender por qué y cómo se construye la ciencia ficción aquí. Si pudiera decirlo de manera general, con un concepto, que es un poco lo que me pides, diría que la ciencia ficción es toda ficción, que no es realismo, que se está moviendo en un espacio discursivo y temático en donde la ciencia es preponderante.

Karen Andrea Reyes

Volviendo al hilo de la conversación que teníamos, puedo imaginar que el descubrimiento de que no se leía o no eran tan difundidos los autores latinoamericanos fue equivalente al descubrimiento de que hay una cantidad enorme de mujeres escribiendo ciencia ficción y que tampoco eran tan conocidas. ¿Cómo fue ese descubrimiento? ¿Y cómo fue acercarte a la obra de estas mujeres?

Hay una cosa muy sorprendente que me ocurrió con las escritoras en mis investigaciones históricas de la ciencia ficción en América Latina y tiene que ver con que este género siempre se ha considerado menor dentro de la literatura hegemónica. El género mayor viene siendo el realismo, la crónica, la novela histórica, etcétera. Pero la ciencia ficción siempre ha sido o siempre había sido considerada editorialmente literatura menor o juvenil.

Fue entonces muy sorprendente cuando identifico que las mujeres y otros grupos sociales que normalmente han sido considerados como grupos menores toman estos géneros menores justamente para hablar de su lugar de periferia. Toman la ciencia ficción —que es un género periférico— para hablar de su propia condición periférica con relación al centro hegemónico: hombre blanco patriarcal. Si además es latinoamericana entonces es la periferia de la periferia. Una escritora latinoamericana que escribe ciencia ficción es la periferia de la periferia de la periferia. Ese desplazamiento en tercer grado es tan periférico que conforma un nuevo centro. El centro de la literatura patriarcal hegemónica es realista e histórico, pero mientras más te alejas de él se amplia la posibilidad de quitarte el peso gravitacional que te lleva a querer ser parte del centro y te conviertes en un lugar que tiene su propia fuerza gravitacional.

Cuando yo me encuentro con una autora como Angélica Gorodischer, la gran escritora latinoamericana, específicamente Argentina, de los años sesenta, me doy cuenta de que ella es una genia y que justamente utiliza conscientemente la literatura de género, sabiendo que es mujer y haciendo ese tándem entre lo que yo siempre he llamado "la conjunción de los géneros". Tanto en inglés como en español se usa gender o género para hablar de género literario y género sexual. La confluencia de esos dos términos les permite a las escritoras latinoamericanas de ciencia ficción crear unas formas propias de construcción de la imaginación que no se les habían permitido, que no se les había dejado dentro del sistema normal: decir, hablar, plantear, imaginar, pensar. Aquí puedo ver un universo completo, gigante, inmenso.

Ese tema es inmenso, pero me gustaría que hiciéramos un zoom en el ecofeminismo, subgénero que se desprende del género del que venimos hablando. ¿En qué consiste y por qué resulta llamativo y poderoso?

Una de las cosas más interesantes de la ciencia ficción es que observa el presente para construir un futuro. Desde el Siglo XXI, hay una urgencia del día a día que tiene que ver con las crisis climáticas, más ampliamente con la ecología. Y sobre todo eso está ocurriendo aquí en América Latina. Todo esto está siendo revaluado por una gran cantidad de dinámicas sociales, políticas y económicas. Pero a mí me interesaba la forma ideológica que eso viene tomando. Una de las grandes conclusiones a la que se ha llegado dentro de la filosofía ha sido que gran parte de la crisis climática actual se explica por el sistema patriarcal, en el cual se ha construido nuestra relación con la naturaleza. El ser humano, principalmente influenciado por la religión, se ha dicho a sí mismo: “todos los animales y las plantas están a mi servicio”. Eso ha producido una estructura vertical, en donde el ser humano está arriba y la naturaleza abajo.

En una especie de llamado de urgencia, el feminismo, en tanto movimiento ideológico, plantea que tenemos que cambiar esa dinámica con la naturaleza, no seguir ese sistema vertical patriarcal, sino darnos cuenta que nosotros, como seres humanos, formamos parte de la naturaleza. Proponen transitar a un sistema horizontal: uno de compartir, comprender al otro, y dialogar. En últimas, un sistema de construcción social mucho más equitativo que el patriarcal. Es así como el feminismo tiene un diálogo particular con lo ecológico y se funda la idea del ecofeminismo.

Volviendo a la ciencia ficción, si este género es un espacio de urgencia sobre la construcción del futuro y estamos en un momento de crisis climática, la ciencia ficción ecofeminista justamente lo que está haciendo es responder un poco a través de la ficción con propuestas dinámicas que permitan comprender nuestra relación con la ciencia de una forma que no siga los constructos de la verticalidad patriarcal. Propuestas no solamente innovadoras, sino que realmente motivan a actuar sobre el mundo en un momento de urgencia y de necesidad de imaginar nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza.

Ana Rüsche

¿Para terminar me gustaría que habláramos del libro en específico, ¿cómo fue el proceso de confección de este libro? ¿Cómo seleccionaste los textos? ¿Por qué esos?

El libro está constituido por cinco cuentos de escritoras de diferentes países más un prólogo que yo escribí. Están Liliana Colanzi, de Bolivia; Karen Andrea Reyes, de Colombia; Ana Rüsche, de Brasil; Claudia Aboaf, de Argentina; y Gabriela Damián, de México. La elección de estas escritoras tiene que ver con mujeres que vienen repensando la ciencia ficción relacionada con la ecología.

Liliana Colanzi es docente de la Universidad de Cornell y desde allí está trabajando todo lo que tiene que ver con la ecocrítica y la escritura de ficción desde la ecología. Karen Andrea Reyes, entre otras cosas, hace parte de una ONG de defensa de los derechos de los animales y piensa ese asunto a partir de la ficción. Ana Rüsche en estos momentos está llevando a cabo una investigación muy amplia para su doctorado en literatura sobre la construcción de la visión de la naturaleza dentro de las obras de ciencia ficción latinoamericanas.

Claudia Aboaf es la autora de la Trilogía del agua, que está compuesta por el Rey del agua, El ojo y la flor y Pichonas. Ella vive a las afueras de Buenos Aires, en el Delta del Tigre, cerca de un río que está siendo drenado para construir en el suelo seco grandes condominios y edificios de altísimo costo. En la Trilogía, entonces, la autora argentina se ocupa de pensar el valor del agua en ese espacio. Por otro lado, Aboaf hace parte de un grupo de activistas por el agua que han pasado una serie de proyectos sobre el cuidado del agua como bien publico para que sean estudiados por el Gobierno de su país. Ella es alguien que está todo el tiempo pensando en lo ecológico, no solamente con la escritura como tal, sino también con una intervención directa sobre el mundo.

Gabriela Damián trabaja el tema de la explotación de los minerales en México, en especial de algunos cristales. En su novela La Canción detrás de las cosas justamente habla de el Cuarzo de Ópalo, una obra en la que el lector tiene que ingresar a unos túneles subterráneos en la zona de Yucatán. Se siente en este texto la tensión entre la explotación minera y el cuidado de la tierra.

En resumen, la selección se debió a que todas son escritoras que están muy interesadas, cada una desde su lugar, de cuáles son los impactos, las relaciones y las mediaciones que estamos teniendo con la naturaleza. De cierta manera, también en cómo esas mediaciones se pueden transformar en un diálogo horizontal con la naturaleza. Me hubiera encantado tener ocho más, pero queda en en el aire la posibilidad de hacer un libro más extenso sobre este tema para mostrar todo lo que está pasando ahora mismo.

¿Qué te hace pensar el hecho de que este libro va a ser leído principalmente por el usuarios del Metro de Medellín y que lo van a leer en sus trayectos ahí dentro de ese gusano mecánico que cruza el valle? ¿No te parece propia de la ciencia ficción esa imagen?

Eso es lo que más me gusta de todo porque es un cierre perfecto. Si nosotros estamos hablando de una relación horizontal con la naturaleza y de un diálogo equitativo, qué mejor que este libro sea distribuido sin costo, eso representa un acto tangible de lo que estamos hablando.

La idea de poder crear una relación horizontal y dinámica con la naturaleza y con los otros, que también son parte de la naturaleza, no tiene que ver simplemente con decir que nadie pida nunca más vasos desechables, sino que se refiere a cambiar las ideas en las cuales nosotros creamos relaciones con los otros. Un libro que se distribuya, se lea, se comente y se comparta en medio del paseo del Metro reafirma la propuesta de lo que es el ecofeminismo, con su idea de diálogo horizontal que te dice que no tienes que tener un altísimo nivel económico para poder pagar un libro y acceder al mensaje de que todos somos iguales. En ese acto de lectura podemos comprender al otro y a nosotros mismos a través de la ficción.

Revive la conversación del lanzamiento:

Por: Santiago Velásquez Yepes

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