Para continuar la conversación sobre la naturaleza que propuso Palabras Rodantes en 2023, el título 143 de la colección agrupa textos de Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, dos amigos y compañeros intelectuales que vieron en la naturaleza el punto de anclaje para desplegar sus pensamientos.
Para cuando se conocieron, en 1837 en Concord, Massachusetts, Estados Unidos, Ralph Waldo Emerson contaba con 34 años y Henry David Thoreau con 20. Unos dicen que los presentó un amigo en común, otros que fue la cuñada de Emerson. Sin embargo, ese dato no es tan relevante, como sí lo es el hecho de que para ese entonces Emerson ya había publicado Nature (Naturaleza) y The American Scholar (El estudiante americano), dos textos que le granjearon una gran popularidad entre académicos y escritores y que hoy en día son considerados pilares en la historia intelectual del país norteamericano.
Thoreau aún no había publicado nada, pero oficiaba como maestro de escuela y era reconocido por resistirse a los métodos tradicionales de enseñanza, en especial a impartir el castigo físico. Prefería hacer caminatas con sus estudiantes para que vieran el mundo de cerca, los llevaba de paseo por el bosque o a recorrer los locales comerciales de los vecinos. Pronto, Emerson y Thoreau identificaron que tenían mucho en común, en especial un profundo interés por la naturaleza.
Emerson acogió casi paternalmente al joven Thoreau: puso a su disposición los libros de su biblioteca personal, lo introdujo en el círculo de escritores locales, lo instó a iniciar un diario como él mismo lo llevó durante toda su vida, recomendó sus textos para que fueran publicados en un periódico de la región, le consiguió trabajos, lo dejó al cuidado de su casa mientras estaba de viaje por Europa y, entre otras cosas, le ayudó a construir la cabaña en el bosque donde se aisló y cuya experiencia quedaría retratada en la célebre obra Walden, un texto en el que Thoreau narra sus poco más de dos años viviendo allí en solitario, cultivando sus propios alimentos y buscando fundirse con la naturaleza.

Cabaña de Thoreau reconstruida cerca de donde se ubicaba la original en Concord, Massachusetts, cerca del pantano Walden.
Emerson se ganó la vida, principalmente, dando conferencias, las daba donde lo invitaban o en eventos organizados por él mismo, esto le permitió mantener un constante ejercicio de escritura: además de sus diarios y conferencias, escribió ensayos y poesía. Thoreau, por su parte, siguió los pasos de su mentor, se dedicó a sus mismas actividades, pero también practicó en algunos momentos oficios como el de agrimensor y fabricante de lápices, este último un arte que heredó de su padre.
Buena parte de la amistad entre ambos autores es posible conocerla gracias a los diarios de cada uno y a la correspondencia que sostuvieron durante varios años. Esta última, de hecho, fue publicada en español en el 2018 bajo el título Querido Waldo por la editorial Red Libre Ediciones. Se dice que, si bien durante una época se leyó a Thoreau por Emerson —el primero murió 20 años antes que el segundo—, ahora es más común que pase lo contrario.

Thoreau se popularizó por sus planteamientos sobre la desobediencia civil, los cuales fueron sustento e inspiración, por mencionar dos casos, para el Movimiento de independencia de la India frente al Imperio Británico y para el Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Actualmente, el giro ambiental que está dando la opinión pública, sumado al agotamiento por el ritmo de vida acelerado de la sociedad contemporánea, ha hecho que se reviva el interés por los dos autores de los que venimos hablando debido a sus ideas sobre la naturaleza y la actitud contemplativa frente a la vida.
El libro en el que Palabras Rodantes los reúne de nuevo lleva por título Emerson y Thoreau para acercarnos a la Naturaleza. Allí el lector podrá encontrar seis fragmentos de Naturaleza y el ensayo completo El método de la Naturaleza, ambos de Emerson; y los ensayos Caminar e Historia natural de Masachusetts, los dos de Thoreau. Estos textos son un recordatorio de que los seres humanos estamos integrados con la naturaleza, por lo que hace falta educar nuestra mirada para relacionarnos mejor con ella y, de paso, con nosotros mismos en el proceso, teniendo en cuenta, además, que en la naturaleza nada se repite, por eso, únicamente el ojo que sepa ver podrá captar la singularidad que está por todas partes. Estos autores están convencidos de que todas las cosas tienen algo por decirnos, solo es cuestión de aprender a escucharlas.

Después de plantear que solemos ver la naturaleza con los ojos de los pensadores que nos precedieron, se pregunta Emerson en su introducción de Naturaleza: "¿Por qué no podríamos nosotros también disfrutar de una relación original con el universo? ¿Por qué no podríamos tener una poesía y una filosofía del entendimiento y no de la tradición, y una religión que nos llegue por revelación y no la historia religiosa de las generaciones pasadas?". Y él mismo se responde: “El sol brilla también hoy. Hay más lana y más lino en los campos. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevos pensamientos. Exijamos nuestras propias palabras y nuestras leyes y nuestra veneración”.