Palabras Rodantes

"Los buenos comienzos no se encuentran en el escritorio"

Conoce el método del periodismo narrativo de Juan Miguel Álvarez, autor de El veneno de los dragones: Historias del río al socavón, el título 145 de Palabras Rodantes. Descarga el libro en PDF al final del artículo.

Cabecera El veneno de los dragones [Palabras Rodantes]
"Los buenos comienzos no se encuentran en el escritorio"
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El título 145 de Palabras Rodantes reúne cuatro crónicas de Juan Miguel Álvarez sobre la minería aurífera en cuatro zonas de Colombia: Río Quito, Santurbán, Segovia y La Mojana. Juan Miguel es reportero y escritor de crónicas. Casi toda su obra ha estado enfocada en el conflicto armado colombiano y, en años recientes, a la relación entre la economía y el daño ambiental. Escribe para varias revistas impresas y digitales y se desempeña como editor de Baudó Agencia Pública. Su trabajo ha sido reconocido con varias distinciones nacionales e internacionales; la más reciente es el premio Anagrama de Crónica 2021. Este libro, que ahora publican el Metro de Medellín y Comfama, en su colección de Palabras Rodantes, es su octavo título. 

Queríamos conocer el detrás de cámaras de la elaboración de estas cuatro crónicas, entonces conversamos con Juan Miguel sobre su método de trabajo: cómo busca las historias, cómo realiza el trabajo de campo, cómo organiza la información y cómo construye los relatos. Aquí lo que nos contó.

¿Cómo llegaste a las historias que componen este libro?

El tema de los daños ambientales por el oro es una preocupación que nació en BaudóAP como medio de comunicación. Las historias de Río Quito y Santurbán habían captado previamente mi interés como reportero, pero a las historias de Segovia y La Mojana llegué por las investigaciones realizadas por BaudóAP.

¿De qué manera preparas el trabajo de campo?

Es un asunto que no depende solo de mí, del 2014 para acá he tenido la fortuna de trabajar con un equipo que se encarga de hacer una preinvestigación. De modo que cuando llego al sitio ya hay mucho camino abierto.

Llevo 16 años de reportero freelancer. Al comienzo, me tocaba a mí —no lo digo como si fuera un sufrimiento, lo hacía así porque era lo que conocía— llamar a personas que estuvieran en el sitio, acordar con ellas una especie de ideas generales y, una vez en el lugar, confirmar esas ideas previas. Sin embargo, cuando tengo equipo este se encarga de hacer un montón de labor adicional previa a mi viaje para que sea lo más efectivo posible. No es lo mismo estar medio día por ahí libre en campo sin saber qué hacer —mirando para el techo, sin tener entrevista con nadie, diciendo "voy a caminar por aquí a ver qué veo"— a tener un derrotero completo de 8 o 10 horas preestablecido. 

Por otro lado, es necesario preparar las entrevistas. No me refiero simplemente a estructurar el cuestionario, sino a que, según la persona que vaya a entrevistar, defino qué tipo de cosas le puedo preguntar; es decir, planteo con qué persona hablo qué. Hay personas que conocen la historia del sitio, la historia del proceso o de lo que está sucediendo, a ellos hay que dejarlos hablar, yo les pido que me cuenten cómo empezó y cómo se ha desarrollado la situación. A partir de ese relato de la persona, yo le voy lanzando preguntas puntuales para precisar hechos que de pronto se le están yendo o que no me están quedando claros.

Hay otras entrevistas en las cuales lo que hago es preparar preguntas de consulta, por ejemplo, a personas que tienen un conocimiento sofisticado sobre algo. En la crónica de La Mojana tengo una entrevista de precisión con una fuente de consulta que es un investigador de la Universidad de Córdoba. A un personaje como estos no le pregunto cómo llegaron a la comunidad o cómo se relacionaron con ellos, sino que voy directo a los hallazgos efectivos de su indagación: cuáles son los niveles de mercurio, los síntomas en la gente, las maneras de apalearlos, la función del Gobierno, etc. En otras palabras, no apelo a su memoria, sino a lo que puedan explicar desde los hallazgos de la investigación.

Tan pronto estoy en campo, pongo mucho cuidado en los territorios, en las características de la gente, en sus costumbres, sobre todo en su expresión informal con relación al tema de mi investigación. Muchas veces la gente termina diciendo cosas reveladoras del tema sin necesidad de una pregunta por mi parte. De repente, pum, arrojan un dato importantísimo. Podemos estar tomando café, relajados, ya en la media noche, cuando la grabadora la tengo en otra parte y, de pronto, alguna persona dice algo valioso, entonces yo me lo grabo o lo anoto.

Siempre estoy en función de la investigación, ya que esos momentos de observación y de conversación informal terminan de redondear las entrevistas de consulta y de memoria de los procesos.

Esos serían los tres momentos fundamentales: preinvestigación, planeación y realización de las entrevistas, y momentos informales. Hay más detalles, pero me extendería muchísimo en esta respuesta.

Tus crónicas se caracterizan porque en ellas aparecen muchas voces, ¿cómo es trabajar con tantas fuentes?

Las crónicas que yo he hecho, cuyo enfoque central es un problema que ocurre en un territorio, me obligan como reportero a consultar a la mayor cantidad posible de fuentes que arrojen diferentes facetas o rostros del problema, entre más fuentes entreviste uno —y comparta más tiempo con ellas para conocerlas—, más se acerca a una conclusión verdadera sobre los hechos. Eso, digamos, es el método típico del reportaje literario anglosajón, el que practican medios como The New York Times, The New Yorker y los demás grandes periódicos y revistas de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania.

Mi método es esencialmente coleccionar la mayor cantidad de testimonios porque no estoy buscando la historia de una persona, sino la de un proceso en un lugar. La historia así solo se puede contar a partir de una multiplicidad de voces, de tal manera que uno está obligado a conocer y entrevistar a muchas personas. Por ejemplo, en las fuentes de Río Quito teníamos en mayor medida testimonios de enfermos, activistas y políticos, pero estando en campo nos dimos cuenta que era indispensable conocer cómo funcionaban las dragas, entonces nos fuimos para una. Eso no estaba contemplado en la producción, pero nuestro fixer* nos ayudó a que fuera posible. Pudimos ver cómo funcionaba la draga, su sonido y la gente que la operaba. Este tipo de cosas ocurren de manera espontánea dentro del trabajo de campo, muchas veces por decisión mía, otras veces por decisión del fotógrafo o incluso muchas veces porque la persona que nos está ayudando desde afuera recibió o encontró alguna información orientadora.

En resumen, trabajar con tanta gente implica entrevistar a unas personas en sus casas, a otras en medio de la actividad a la que se dedican relacionada con el tema central, otras incluso se pueden realizar a distancia porque de pronto no están cerca pero tienen información valiosa y otras las acompaña uno a que hagan algo y uno las ve trabajar, depende del rol que cumpla cada persona dentro de la historia.

Como resultado de investigar y conversar con tantas personas debes obtener mucha información, ¿cómo es el proceso de organizar todo eso?

Esa artesanía ha ido cambiando con los años. Al principio, transcribía todo y eso me daba un volumen de páginas absurdo. Digamos, para hacer una crónica como la de Río Quito que tiene unas 7000 palabras, yo transcribía 25.000 palabras. O sea, para una crónica de 10 páginas yo transcribía alrededor de 50 páginas, una cosa así, absurda. Una vez tenía todas las transcripciones hechas, empezaba a clasificar la información en recuadros. De hecho, imprimía todo y revisaba qué fragmentos de las entrevistas coincidían entre sí. Por ejemplo, si una persona me contaba que en el río tal había tal demonio, subrayaba. Si luego hablaba con otra persona y decía que en el río tal había tal cosa, subrayaba. Iba haciendo una relación de parecidos, buscaba hechos coincidentes en las diferentes fuentes.

Al clasificar la información así me iban apareciendo posibles derroteros narrativos. Si bien yo trataba de escribir la historia con el enfoque que yo había ido a buscar, la organización del relato dependía de esos hallazgos en la transcripción. De tal manera que esos hallazgos coincidentes que yo encontraba organizando la información, más otros que no tenían coincidencia pero que eran similares a lo que yo había investigado previamente, le daban un orden al relato.

Ahora bien, de un tiempo para acá, he aprendido a manejar mejor el tema de la recolección de información en terreno, no transcribo todo, solamente algunas cosas, las otras las voy resumiendo de una vez. Eso me ha favorecido en la medida en que he cambiado mi manera de escribir las crónicas. Digamos que las crónicas mías así de largas tenían muchas intervenciones explícitas de las fuentes. Yo escribía un párrafo y después cinco líneas de la fuente, luego yo escribía tres párrafos y seguidamente un párrafo largo de la fuente y así. Era mi voz con la de ellos todo el tiempo, una escritura muy documental. Has de cuenta un documental cuando ponen a las personas en una salón a que cada una hable y un editor conceptual escoge los fragmentos y los va pegando. Esa manera era la que yo tenía hace unos años.

Sin embargo, de un tiempo para acá, también ha cambiado mi trabajo de campo porque yo ya no me preocupo tanto por apariciones tan largas de las fuentes en el texto, sino que ya le dejo pequeñas intervenciones muy puntuales donde se nota, usualmente en una frase exacta, algo muy revelador o que lo dice en un tono que devela un matiz moral o que complementa las emociones del texto.

Todo lo demás lo escribo en mi voz y para eso no transcribo sino que simplemente escucho y voy resumiendo o parafraseando.  

¿Estas crónicas que van a ser publicadas en el libro de Palabras Rodantes corresponden a cuál de los dos métodos: en el que transcribías todo o el más depurado?

Es el método más depurado.

¿Y cómo haces la síntesis que luego se va a transformar en la crónica?

Es un hecho que corresponde al arte de la narración. Lo primero que hago es identificar un buen comienzo, los buenos comienzos se identifican siempre en el trabajo de campo, uno no encuentra buenos comienzos en el escritorio. Yo los voy buscando: esta historia está buena, este dato está bueno, esta persona se mueve aquí, me muestra esto, sirve para comenzar el texto, o sea, yo voy buscando los momentos claves que sé que van a quedar en el texto, que no necesariamente obedecen a los testimonios, sino que pueden obedecer más bien a mi observación, a lo que yo veo que pasa y nadie me cuenta y que son reveladores de algunos momentos.

También hay que escoger el final y este lo escojo igualmente en campo, trato de que no sea un asunto de resolver improvisadamente en el escritorio, sino que desde el trabajo de campo yo me digo: "Esta crónica termina en este momento". Conociendo el principio y el final, avanzo para conectar esos dos puntos, como si yo pusiera el punto A de partida y el punto Z de llegada, entonces ya en el escritorio, con el material que tengo, lo que hago es idear un camino de narración para completar B C D F... y llegar a la Z. 

Por otro lado, hay que tener en cuenta cuál es el personaje central o los personajes centrales, cuál es un personaje solo de consulta, cuáles son los personajes que no se resuelven muy bien para dejarlos de lado y solamente tomar los datos que sirvan de ellos. Además, hay que tener en cuenta cuáles son los datos más álgidos de la investigación y revestirlos de humanidad, o sea, no solamente importa el porcentaje o la cantidad de algo, sino que hay que llenar esas cifras de sentido y sensibilidad.

En últimas, debo tomar una cantidad de decisiones que no puedo nombrar ahora porque no me acuerdo cómo funciona mi cerebro creativo en ese momento, pero pasa por todo lo que te estoy diciendo.

Yo creo que eso es lo más importante a considerar: que es un proceso creativo y que en cada caso es muy diferente. Pero, con todo eso que dices, quedó muy ilustrado tu método. En la primera crónica, tú cuentas que Bernardino Mosquera, el presidente del Consejo Comunitario de Paimadó, te dijo "que en Río Quito estaban cansados de que los investigadores fueran a recolectar información, datos, testimonios y no compartieran las conclusiones con la comunidad". ¿Qué devoluciones de este trabajo hicieron ustedes y qué devolución han recibido de las personas?

Lo que fue Río Quito, Segovia y La Mojana, BaudóAP hizo una retroalimentación con la comunidad. Pero yo no participé de eso. Ellos mandaron gente para que debatiera con la comunidad, para compartir los resultados y sacar conclusiones. Hubo varias etapas importantes de retroalimentación.

En Santurbán nunca hicimos eso, pues teníamos otra perspectiva. A diferencia del tema del mercurio, en el cual la gente es víctima de una contaminación no buscada —aunque en Segovia es un poco dudoso—, en Santurbán ha habido un debate público álgido en torno a permitir o no la minería. Nuestra función, entonces, no era ayudar a los que quieren o no quieren, no estábamos participando de un cierto activismo periodístico que sería como ir allá y tomar partido a favor de los que no quieren minería de oro en el páramo, sino que fuimos para contar las dos visiones, queríamos narrar de manera artística y coleccionar argumentos en cada una de las partes del debate: los que estaban a favor y en contra. Nuestra intención era que la gente entendiera que no es fácil tomar una decisión de plano frente a eso, que no es blanco o negro porque:

Los "intereses superiores medioambientales" se ven interpelados por "los intereses superiores socioeconómicos", y no necesariamente de las comunidades más grandes sino de las más pequeñas.

Mejor dicho, uno no puede tomar partido ahí. Lo que hicimos fue mostrar los dos lados. En Santurbán no hicimos retroalimentación porque el resultado del texto no era eso, en cambio en los otros tres sí. En los otros sí hubo feedback. A ese señor que me dice eso en Río Quito, yo mismo fui y le entregué la revista. Él quedó super contento y yo le dije: "vea que si le estamos entregando los resultados y no solo eso sino que van a venir más personas para hacer otros trabajos con ustedes".

A propósito del trabajo de activismo periodístico, ¿puedes mencionar si estas crónicas han tenido alguna influencia o han tenido algún impacto en la opinión pública o incluso en intervenciones estatales o de otro tipo en estos lugares? Yo sé que es difícil de medir, pero...

No, nada. A nadie le importa nada, nadie lee nada.

Por último, ¿cómo desarrollar este trabajo de periodismo profundo en un contexto violento como el nuestro? ¿Qué le recomiendas a personas que quieran hacer un trabajo como el que tu realizas en contextos como en los que tú te metes?

Yo he tenido mucha suerte en la vida porque he tenido la posibilidad de desarrollar mi trabajo sin mucha infraestructura. Aunque es difícil recomendar, lo que podría decir es que cada quien trata de proveerse de ciertos medios para hacer las cosas que quiere hacer en la vida, y eso aplica para todos los campos. El que yo escogí fue el periodismo narrativo. Desde que comencé a los 22 años, metido en una revista como practicante, leyendo y aprendiendo, he tratado de construir un método y todas las decisiones que he tomado en mi vida profesional e íntima han sido en función de poder lograr vivir de ese método de trabajo.

Entonces, por ejemplo, yo he tomado decisiones difíciles en mi vida solamente para poder mantener la independencia de criterio y de emociones para poder hacer cosas. En primer lugar, las personas que quieran dedicarse a esto, tendrían que tener mucha independencia de criterio y esa independencia se logra teniendo independencia económica —no del todo, porque nadie logra eso a no ser que sea millonario— y cierta independencia emocional de la vida que sería la vida íntima.

Para resumirlo: mi recomendación sería que las personas que quieran hacer algo así trabajen mucho en lograr la independencia de movimiento y la independencia de pensamiento, la independencia de poder ir, moverse, ir a un lado, ir al otro, sin problemas de tiempo y sin problemas de recursos. 

***

*"Un fixer es alguien que un periodista o equipo de periodistas puede contratar para que los acompañe cuando viajan a una nueva ubicación. Los fixers están familiarizados con las costumbres y prácticas locales, están al tanto de los temas relevantes y también pueden servir como traductores. Cuando los fixers son también periodistas, pueden asumir más funciones". Tomado de: https://ijnet.org/es/story/el-fixer-una-figura-clave-en-el-periodismo

Revive la conversación del lanzamiento:

Por: Santiago Velásquez Yepes

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