Palabras Rodantes

La pareja indisoluble: amor y celos

Sobre El amor es un mal incurable, antología de fragmentos amorosos de Marcel Proust, título 155 de Palabras Rodantes, compilado y editado por Orlando Mejía Rivera.

Cabecera El amor es un mal incurable
La pareja indisoluble: amor y celos
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En busca del tiempo perdido, la reconocida novela de Marcel Proust, es una obra irreductible a un tema, pero el amor es sin duda uno de los más importantes que tienen presencia en ella. Por eso encaja perfectamente con el tema de este año de Palabra Rodantes la selección de fragmentos de la novela y de la correspondencia del autor francés que se publica bajo el título El amor es un mal incurable, el número 155 de la colección.

El encargado de compilar y editar el libro fue Orlando Mejía Rivera, médico internista de profesión que ejerció más de 35 años como docente universitario y es autor de las novelas La Casa Rosada (1997), Pensamientos de guerra (1998), El enfermo de Abisinia (2007) y Recordando a Bosé (2009); de más de una docena de ensayos y otros textos.   

Hace poco se jubiló de la universidad donde trabajó buena parte de su vida. Aunque hubiera podido continuar un par de años más ejerciendo como docente, decidió dedicarse plenamente a su familia y a sus proyectos literarios. De hecho, El amor es un mal incurable es el primer libro que ve la luz después de tomar esta decisión. Pero también se encuentra terminando una historia cultural de la medicina en cinco tomos que se está publicando en España. Ya están publicados los tres primeros tomos, en octubre del presente año sale el cuarto y en el 2025 último.  

Una vez concluya aquel proyecto, planea dedicarse a escribir narrativa, tiene proyectado un ciclo de novelas históricas médicas de las cuales también la primera será publicada próximamente en España después de haber salido en Colombia bajo el nombre El médico de Pérgamo. Es la primera novela de siete que espera escribir, calcula que dicho proyecto lo tendrá ocupado por los próximos diez años. Orlando fue invitado a ser editor de la selección de fragmentos de en Busca del tiempo perdido por su declarado amor público a la obra de Proust. Conversamos con él sobre el proceso de armar el nuevo libro de Palabras Rodantes.  

Lo importante en esta vida no es aquello en que se pone el amor, sino el sentir amor.

Conversación con Orlando Mejía Rivera

¿Cómo nació su relación con Proust y cómo se ha mantenido ese vínculo a lo largo del tiempo?  

Llegué a Proust a los diecinueve o veinte años por la fama que lo precedía. Leía en todas partes que la novela del francés era la obra literaria más grande del siglo XX. Entonces, por supuesto, yo que he sido un ratón de biblioteca desde niño, busqué el libro. Me topé con el primero de los siete tomos, que fue como finalmente se conformó la obra después de la muerte del autor. Por el camino de Swann me deslumbró, pero estaba todavía muy joven para comprender, digamos, la hondura de esa historia. Desde entonces, he leído varias veces los siete tomos, casi que aprendí a leer y traducir francés leyendo a Proust y a Montaigne.  

A lo largo de mi vida, Proust me ha acompañado con relecturas, a veces completas, a veces de pasajes. Esta vez hice la lectura queriendo mostrar que en su universo literario y en su correspondencia hay contradicciones. Cuando hablamos del amor, la palabra contradicción es inherente a lo que es el ser humano amando y siendo amado.

En resumen, mi relación con Proust es muy fuerte e intensa. Estoy de acuerdo con un comentario de Harold Bloom, uno de los grandes críticos de la literatura occidental, quien afirmó que después de 70 años de enseñar a Proust nunca lo comprendió a fondo. Proust es inagotable, es como el mar, tú te metes, aprendes a nadar, puedes bucear, puedes volverte un experto navegante, pero nadie que tenga uso de razón dirá que domina el mar. Bueno, así es ese universo Proustiano.  

¿Cómo está conformada esa correspondencia de Proust, con quién cruzaba cartas, a quién le escribía? 

Lo primero para decir es que fue un grafómano, porque finalmente la edición de la editorial Plon empezó a publicarse en 1970 y terminó en 1993, recoge 21 tomos. O sea que estamos hablando de casi seis mil páginas de correspondencia, lo cual significa que Proust escribía diariamente muchas cartas. La mayoría de esas cartas son a sus amigos, a sus editores y a sus amantes, pero aquí hay algo bien interesante para contar.  

Realmente no hay una correspondencia amorosa íntima, me explico, no hay ese tipo de correspondencia que cuente secretos amorosos o que tenga componentes eróticos íntimos, porque los biógrafos de Proust dejan claro que él destruyó todas las correspondencias que implicaba una verdadera intimidad y que incluso le hacía quemar o destruir las cartas a sus propios amantes. Las cartas eróticas —teniendo en cuenta que la mayor parte eran homoeróticas, aunque también se sabe que tuvo algún tipo de apetencia y de relaciones sexuales con mujeres— al parecer desaparecieron por completo.  

Mi querido: Se equivoca si piensa que mi silencio está preparando el olvido. Es el que como una ceniza fiel recubre la ternura intacta y ardiente. Mi afecto por usted permanecerá así y se aviva más y vislumbro mejor que es una estrella fija observándola en el mismo sitio cuando tantas otras luces han pasado.

Incluso varios biógrafos cuentan que él enviaba a sus amantes cartas con su portero, quien también hacía las veces de guardaespaldas ya que Proust controlaba mucho la entrada a su casa. Este empleado esperaba que el destinatario leyera la carta y se la tenía que devolver tan pronto terminaba la lectura. Por eso la gran mayoría de este tipo de cartas se perdieron. Hoy se sabe que queda alguna correspondencia privada. Cada tanto aparece una nueva carta, pero no conservamos casi nada sobre la vida íntima.  

Yo siempre me he acordado de García Márquez cuando va a decir los seres humanos tenemos vida pública, tenemos vida privada, tenemos vida íntima y tenemos vida secreta. Bien, las cartas sirven para la vida íntima y la vida secreta, además de la privada. Proust dejó que existieran las cartas de la vida privada, pero posiblemente destruyó las de la vida íntima y las de la vida secreta. Por eso la selección que hice realmente son cositas muy pequeñas, se sabe que iban dirigidas a un amante, pero en esas cartas decían cosas como leí tal libro, me acuerdo de ti, te amo, pero de ahí no pasamos.  

¿Cuáles fueron los criterios de selección para determinar qué fragmentos elegir para El amor es un mal incurable?  

Lo primero, la belleza estética, quería fragmentos bellos, desde el punto de vista literario, que además le hablaran a un lector que nunca ha leído a Proust. Habrá lectores que van a conocer por primera vez a Proust, entonces necesitaba que los fragmentos reflejaran el mundo estético de la obra. Por otro lado, quería hablar a Proust a través de sus personajes. Por eso la antología toma fragmentos donde hablan distintos personajes para conocer distintas versiones y visiones del amor, el desamor y los celos. Hice énfasis en esas tres cosas: la parte estética, presencia de varias voces a través de varios de los personajes y que esos personajes pensaron distinto. El lector encontrará una antología que tiene muchas formas de entender el amor, los celos y la pasión.  

Dicen algunos filósofos que el mundo exterior no existe y que es en nosotros mismos donde transcurre nuestra vida. Comoquiera que sea, el amor, aun en sus más humildes comienzos, es un ejemplo decisivo de lo poco que la realidad es para nosotros.

Y por eso lo quise numerar, es un homenaje a la Rayuela de Cortázar. ¿Por qué? Porque cuando tú tienes una antología numerada y la lees, de pronto te quedas con diez fragmentos. De modo que puedes hacer tu propio libro. Invito a los lectores futuros del libro a eso. En la última página, después de leerlo, pueden decir: "Definitivamente me caso con el número tres, con el número cien, con la ciento cincuenta". Y lo vuelvan a leer, como hacemos con Rayuela, ya convertido en tu propio libro. Así pues que la antología está diseñada para que cada uno encuentre de ese universo múltiple, diverso e incluso contradictorio, como el amor en Proust, su propio libro.  

Uno de los planteamientos centrales de Proust con relación al amor es la idea de que el amor y los celos son indisolubles. ¿Podría desarrollar un poco más esta idea?  

Se ama y al amarse se tienen celos del amado. Y celos que en el caso de Proust y en el caso de buena parte de sus personajes son celos muy difíciles de dominar. En consecuencia, la pasión va de la mano del deseo amoroso, pero también va de la mano del sufrimiento psicológico de estar pensando en que el amado va a ser infiel. Realmente ahí está un núcleo muy interesante. Buena parte de las tramas o de las microtramas que se dan a lo largo de los siete tomos de En busca del tiempo perdido tienen que ver con escenas de celos.  

Además, son celos a veces bastante complejos porque, por ejemplo, Swann y el mismo personaje que narra la novela que se llama Marcel —que no se debe confundir con Proust porque, como decía Jean Genet, no se debe confundir al autor implícito con el autor de carne y hueso. Por más que Proust haya vaciado de alguna manera su experiencia personal, la literatura es otra cosa— son hombres que celan a sus amadas.

Y, en realidad, el amor de Swann había llegado ya a ese punto en que el médico, y en ciertas enfermedades hasta el más atrevido cirujano, dudan de si es posible y conveniente privar a un enfermo de su vicio o quitarle su enfermedad.

En el caso de Swann a Odette, y ella es una coquette, una expresión muy francesa que es difícil de entender qué significa hoy, porque de alguna manera no es una prostituta, en el sentido clásico, era más lo que llamaban los franceses a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX una querida, pero no una querida exclusiva, aunque a veces se volvían así. Lo más cercano hoy a las coquettes serían lo que ya se conoce como prepagos, es decir, no ejercen la prostitución explícitamente, tienen otro tipo de perspectivas. Esa coquette vivía de ser amada por muchos hombres los cuales le pagaban, no con dinero, sino con apartamentos, vestidos muy lujosos, viajes y otras cosas así por el estilo.  

Swann, paradójicamente no tiene celos de que ella consiga a otros hombres. De hecho, al principio, antes de que la convierta en su mujer, no le importa que ella posiblemente se vea con otros hombres, sus mayores celos provienen de que se vea con mujeres. Entonces oye el rumor de que ella también es bisexual o que ha tenido relaciones lesbianas. Igualmente, Marcel, cuando se enamora de Albertine, sus celos no son porque ella salga con otros hombres, sino por sus relaciones lésbicas.  

El amor en Proust es muy complejo porque, curiosamente, los celos tienen más que ver con la posibilidad del amor homosexual de la pareja. Tanto Swann como Marcel tienen celos porque no entienden qué les da una mujer o las mujeres a sus amadas. Entienden qué les dan los hombres y por eso no tienen celos, pero no entienden qué les dan las mujeres. También está el barón de Charlus, quien se enamora de un tipo, lo hace su amante y no le dan celos de que él tenga mujeres. Le dan celos que vaya a tener otros amantes hombres. De esa manera esta relación se hace simétrica a las anteriores.

En realidad, en el amor hay un padecer permanente, que la alegría neutraliza, aplaza y da virtualidad, pero que en cualquier instante puede convertirse en aquello que hubiese sido desde el primer momento de no haberle dado todo lo que pedía, es decir, en pena atroz.

¿Por qué el amor es un mal incurable? 

Aunque es cierto que el amor va de la mano de los celos, es lo que más nos permite sentirnos vivos, peor sería no conocer el amor. Quien ama sufre por los celos, sin duda conocerá a la vez la pasión y la incertidumbre. Pero quien decide no amar está muerto en vida. El amor para Proust se convierte en un camino extraño donde, pese al sufrimiento, se conoce uno a sí mismo y puede reconocer al otro; el amor para Proust es también un camino filosófico espiritual donde quien ama se transforma en un mejor o peor ser humano capaz de llegar al fondo de sí mismo.    

Revive la conversación del lanzamiento

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