A veces lo que les ocurre a los otros nos ensaña más de la vida que nuestra propia experiencia. En las historias de nuestros allegados podemos ver reflejos de lo que nos ha pasado o nos podrían pasar. Las historias amorosas suelen ser ejemplares en ese sentido y las crónicas que recogen tales historias, por lo tanto, son fuente de un conocimiento invaluable.
El título 157 de Palabras Rodantes, Los caminos inesperados del amor, Antología de crónicas de autores colombianos es la puerta de entrada a las vidas de unas parejas que se amaron intensamente, a la vez que muestra un país en el que el conflicto armado no ha cegado las posibilidades de amar. Un año en el que el programa de circulación de libros del Metro de Medellín y Comfama se decidió plantear conversaciones alrededor del amor no podía faltar una compilación de textos de no ficción.
La selección de las crónicas le fue encargada a Alfonso Buitrago, dada su amplia experiencia como escritor y editor de este tipo de textos. Él es Periodista y máster en Literatura Comparada y Estudios Culturales. Ha sido parte del Comité Editorial de Universo Centro. Fue editor de cultura del periódico El Colombiano y el suplemento cultural Generación. Actualmente, hace parte del grupo de educación y prensa del Ministerio de Cultura, coordinando el equipo de comunicaciones del programa presidencial Sonidos para la Construcción de Paz, que es una iniciativa del Ministerio para la creación de escuelas de formación artística y musical en todo Colombia.
Además, es autor de los libros El Chino: el fotógrafo personal de Pablo Escobar (Universo Centro, 2022), El 9. Un fotógrafo en guerra (Tragaluz, 2015) y El hombre que no quería ser padre (Planeta, 2012) y coautor de ¿De quién hablan las noticias? Guía para humanizar la información (Icaria, 2007).
Conversamos con Alfonso sobre su trabajo como compilador y editor del título 157 de Palabras Rodantes. Esto nos contó.
¿Cómo recibes que la selección de crónicas que te fue encargada sea específicamente sobre el tema del amor?
Con mucha sorpresa porque yo no escribo sobre el amor. Además, me parecía un tema ausente en el trabajo de nuestros cronistas y de nuestros escritores de no ficción. Ausente, marginal o poco tratado. Creo que de alguna manera el conflicto ha marcado de gran forma el trabajo que hemos hecho los cronistas en general, en especial la preocupación por los personajes o por los territorios. El amor, en cambio, no aparece como un tema grande o fundamental que haga parte de esa tradición literaria tan rica que tenemos nosotros en la crónica. Entonces sí, con mucha sorpresa. Me pareció un reto difícil en principio, un poco asustador, pero también me dio mucha curiosidad ver si esta idea inicial de esa ausencia se confirmaba en la realidad o por el contrario me daba cuenta de que había un mundo que yo particularmente desconocía.
¿Qué hallazgos encontraste en ese proceso de búsqueda? ¿Confirmaste la ausencia o encontraste que sí había bastante?
Encontré una gran variedad. Confirmé que no es un tema protagonista o fundamental que atraviese nuestra tradición, incluso hablando del pasado. Pero obviamente que si aparece en la producción de grandes autores, hombres y mujeres, tanto fallecidos como activos. Sin embargo, no es un tema central de nuestra producción, con excepción de una autora en particular de Medellín que es Carolina Calle Vellejo, para quien el amor sí ha sido un tema fundamental de reflexión y de producción, el cual atraviesa toda su obra. En mi búsqueda ella es un caso excepcional.
¿Y qué formas o variantes del amor encontraste? Porque uno ve que en las crónicas seleccionadas no todo es amor romántico o de pareja, sino que hay muchas formas.
Digamos que eso fue un primer hallazgo y, de alguna manera, una decisión. La primera búsqueda fue sobre amor romántico o de pareja. Pero en las consultas que hice con muchos cronistas que han estudiado nuestra tradición literaria fueron apareciendo otros tipos de amores. Por ejemplo, el amor filial, el amor a un hijo representado por Piedad Bonnett en su libro Lo que no tiene nombre. Pero, en general, todas las crónicas parten de una pareja o de un amor romántico aunque ellas expresen diferentes dimensiones del amor. Es el caso de la crónica de Fernando Mora, en la superficie es una historia sobre el enamoramiento entre Ethel Gilmour, una artista estadounidense, y Jorge Uribe, un artista antioqueño, pero en el fondo es una historia de amor a Colombia, de amor a un país y de cómo ese amor a ese país se mete en su obra y transforma su producción artística.
Algo parecido ocurre con la historia de Vanessa de la Torre. El amor entre Miriam Rodríguez y Carlos Pizarro León Gómez, el ex comandante del M-19 asesinado en los años 90, es un amor atravesado por la política, por la ideología. Es un amor que describe un momento histórico de Colombia. Encontré entonces que esos amores de pareja expresaban otras dimensiones del amor y eso fue sorprendente y grato.
En el prólogo planteas que el amor es un tema complejo, etéreo, difícil de agarrar, ¿aprendiste algo sobre el amor en todo este proceso?
Sí, mucho, fue una gran confrontación personal, en particular darme cuenta de que el amor como tema o la práctica del amor cotidiano no está presente en nuestras conversaciones y en nuestras reflexiones. El amor tiene dos grandes momentos que se hacen colectivos o que hacen parte de nuestras conversaciones. El primero es el enamoramiento, ese primer momento físico y de deslumbramiento, de cambios emocionales que compartimos. Decimos: “Me estoy enamorando” o “Me enamoré de esta persona”. El segundo, es la perdida del amor, cuando nos desenamoramos, lo que llamamos “la tusa”. Es un momento en el que necesitamos hablar de él.
Pero sobre la práctica cotidiana, sobre cómo ejercemos el amor, cómo vivimos el amor, cómo lo entendemos, qué entendemos específicamente por él no solemos hablar, me parece, o por lo menos estaba muy ausente en mí esa conversación o esa reflexión de cómo ejerzo yo el amor. Uno tiende a pensar que siente el amor, pero no que uno lo ejerce, que uno conscientemente hace cosas cuando está enamorado y que uno se da cuenta de que está en un estado diferente o es un ser diferente a cuando no está enamorado. Eso me hizo pensar este proceso, fue como una iluminación que me permitió confrontarme a mí mismo y a mis relaciones para poder entender un poco más de ese sentimiento tan fundamental en la vida de todos.
También dices en el prólogo que este ejercicio o este encargo fue una excusa para hablar de este tema con amigos y conocidos, ¿te sorprendiste con las respuestas que daba la gente?
Sí, lo primero fue vencer cierta vergüenza. Tengo la impresión de que eso es más de los hombres, creo que las mujeres son más abiertas y más tranquilas para hablar del amor, de alguna manera lo viven más intensamente o lo exteriorizan de manera más frecuente. Me da la impresión de que los hombres solemos pensar que estar enamorados es una suerte de debilidad, entonces hablar de ello implica ser vulnerables. Vencer eso, plantear las conversaciones y empezar a mirar las reacciones de esos conocidos y amigos nos llevó a darnos cuenta de que es necesario llegar a unos acuerdos comunes sobre qué es el amor, no sólo como experiencia individual.
Las crónicas seleccionadas, por ejemplo, están atravesadas por la violencia. Y en nuestra vida cotidiana, en muchos casos, tenemos interiorizada cierta agresividad como parte del amor, actitudes de control, de celos o de maltrato. Frases como “Yo lo hago porque la quiero”, “Yo controlo porque la amo”, “Yo reacciono violentamente porque me duele el amor”. Poder hablar de eso, llegar a unos acuerdos y excluir la violencia del amor, señalar que cuando hay ese tipo de manifestaciones no hay amor, no existe el amor, es otra cosa diferente. Creo que nos podría ayudar colectivamente para combatir esas expresiones que son tan frecuentes.
Siguiendo esta idea de que la violencia política ha influido en el amor de alguna manera, ¿podríamos decir que estas crónicas nos permiten ver que en nuestro territorio, en nuestra cultura, en nuestro contexto existen unas formas particulares en las que se da el amor?
Sí, yo creo que sí. Otro de los hallazgos de esta investigación es que casi todas las historias son trágicas. Es difícil encontrar historias de amor romántico feliz. Eso no necesariamente es culpa de la crónica. Creo que preferimos leer historias de tragedia, pues las historias felices suelen ser antipáticas para el público. Pero eso tiene una razón de ser y es que finalmente lo que buscamos un poco es entender la tragedia para poder sobrevivirla o intentar tener algún tipo de aprendizajes. Leemos cosas trágicas y despreciamos la felicidad o despreciamos los momentos amorosos porque sentimos que de eso no nos tienen que explicar nada, cuando yo estoy feliz, ¿quién me va a explicar a mí la felicidad?
Pero resulta que, en el caso del amor, entender el momento de la satisfacción personal, del bienestar que trae consigo, es muy escaso. No reflexionamos sobre él, no somos enteramente conscientes de él, eso no ha hecho parte de nuestra tradición literaria de la crónica. Aunque, de nuevo, debo mencionar a Carolina Calle, ella es la única que reflexiona sobre el amor. Se pregunta qué es lo que le está pasando a Marina, la protagonista de su crónica, cuando se enamora, le pregunta cómo se siente, qué hace cuando está enamorada, por qué hace esas cosas, por qué visita a un enamorado en la cárcel o por qué se enamora de alguien que está privado de la libertad, qué le produce personalmente y eso cómo la transforma.
Ese tipo de cuestionamientos no están en las otras crónicas, porque las otras crónicas un poco lo que estaban buscando es desentrañar lo que les pasó a esas parejas porque, en general, les sucede algo trágico y terrible: o se muere el ser amado, se está enamorada de muertos que son víctimas de la guerra o se ejerce violencia sobre la pareja. De modo que la pregunta de esas crónicas es qué les pasa a esos personajes pero no qué sienten ni cómo viven esos momentos cuando están enamorados o el amor se les va de las manos.
De ahí viene el título del libro: esos son los caminos inesperados. También viene de la idea de que el amor es una aventura que no sabemos nunca cómo va a terminar. Eso es lo más emocionante que nos pasa cuando nos enamoramos.
¿Qué nos permite la crónica saber sobre el amor que no nos permiten otros géneros o expresiones artísticas?
La literatura de no ficción nos pone de frente el desenlace de unas vidas reales, nos cuenta cómo transitaron por esa aventura. En este caso, la aventura del amor y las consecuencia que les trajo en sus vidas. Eso finalmente nos permite reflexionar sobre nuestras propias trayectorias y valorar un poco lo que tenemos a la mano, nuestra cotidianidad que a veces la despreciamos o no le prestamos suficiente atención. Ver las vidas de otros nos permiten poner nuestra propia experiencia en perspectiva y eso nos ayuda a vivir mejor o por lo menos esa es la esperanza que yo tengo en la crónica.
¿Qué van a encontrar en este libro los y las lectoras?
En este libro van a encontrar una selección maravillosa de autores y autoras colombianas en ejercicio que se han adentrado en las vidas de unas parejas que se amaron intensamente y que la vida las fue llevando por caminos inesperados y que nos retratan a la vez unos momentos históricos de Colombia. Estas crónicas se detienen en las vidas de unos personajes con emociones muy intensas. Ninguna de estas historias de amor está fuera de su contexto histórico o de lo que está pasando en el país. Todas ellas reflejan un aprendizaje no sólo individual, sino que nos ayudan a entender cómo hemos amado en unos lugares y momentos históricos concretos. Además, es una selección de autores hombres y mujeres de muy distintas partes de Colombia, que son muestra de una gran riqueza.