Reseña

Los fantasmas de las cosas blancas

Reseña de Blanco (Rata, 2020), de Han Kang por Lina María Parra.

Cabecera Blanco de Han Kang
Los fantasmas de las cosas blancas
Te demoras 0 minutos leyendo esta noticia

Es en medio de la neblina se abren mis ojos y puedo ver. Aquí no son ciegos mis ojos blancos. Aquí, en las páginas blancas del libro blanco, mis ojos adivinan lo sutil que a veces palidece ante el estruendo colorido del mundo. Mis ojos que leen Blanco de Han Kang, la escritora coreana y más reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura, más que leer ven lo blanco, los fantasmas, las cortinas de encaje, la manta para envolver un bebé recién nacido, la nieve, los huesos, la pintura de una puerta, la niebla aplastante de un país frío al norte de Europa. Lograr ver el color blanco es lo que importa en la lectura, el verdadero misterio de la prosa breve y suave de Kang.

Aunque más conocida por sus libros La vegetariana y La clase de griego, Han Kang pareciera revelarse y desnudarse de una manera más vulnerable en Blanco. La escritura del libro parte, así lo propone la narradora, de la idea sencilla de escribir sobre el color blanco, y para ello creó una lista. Así, el libro empieza con un inventario de cosas en las que la escritora piensa cuando piensa en lo blanco: la Luna, el arroz, una magnolia blanca, las canas, una mortaja. Y otras más. Pero no se queda en mero ejercicio literario, hay detrás de la lista una historia que Kang nos va develando como si levantara con recelo la sábana blanca que cubre a un fallecido. La historia de una madre que pare sola a su hija en el suelo de la cocina. La historia de una hermana mayor que respiró en el mundo apenas unas horas, pero que dejó en la vida de su hermana menor un hueco que nada parece llenar. La historia de una mujer coreana que vive un invierno helado en un país europeo mientras intenta escribir.

Me encontré el libro por casualidad. No andaba particularmente interesada en leer la literatura de Kang solo porque se hubiera ganado el Nobel, pero fue precisamente el premio el que llevó a los libreros de todo el mundo a rebuscar en sus inventarios los ejemplares de su obra para exponerlos en las vitrinas con renovado interés. Y fue en una de esas vitrinas en donde vi la portada blanca del libro. Había algo de silencio en la idea de escribir sobre cosas blancas, y en la brevedad de cada uno de los textos que componen el libro, dos a tres páginas si mucho. Yo estaba necesitando un silencio así. Una lectura que no pretenda levantar un mundo entero, que no busque decirlo todo, que no llene las páginas de letras sin respiro. Lo compré después de ojear las primeras frases y me lo leí en tres horas.

Una lectura que no pretenda levantar un mundo entero, que no busque decirlo todo, que no llene las páginas de letras sin respiro

Leer Blanco es entrar con los ojos ciegos en el breve universo invernal de la escritora, ver apenas pedacitos de una vida que se insinúa, como las formas entre la niebla. No es necesario saberlo todo, pareciera decir el libro, solo intuir los bordes, nadar en leche. La lectura se parece a ver con detenimiento un álbum de fotos desvaídas, sobreexpuestas, casi completamente decoloradas, con el asomo apenas de una sombra, una forma, una silueta, lo mínimo necesario para decir.

Cada texto es una cosa blanca: un hueso, un terrón de azúcar, la escarcha, la espuma de una ola. Y, a la manera de los Inuit, pareciera que cada texto habla sobre un tono distinto de blanco, construyendo un mundo complejo hecho de un solo color. No se podría decir que estos textos son formalmente capítulos, ni relatos, sino más bien que son episodios, destellos de luz, partecitas de un secreto que va cobrando una forma espectral con la lectura. Así, me parece imposible e innecesario intentar clasificar el libro de Kang. No sé si sea una novela, podría ser una compilación fragmentada de pedazos que arman una historia. Pero realmente creo que en este caso no importa. Blanco es unas manos pálidas que acunan el cuerpo de un bebé muerto, es la figura mullida de lo que queda cubierto de nieve después de una tormenta, es la maestría narrativa de una escritora que cuenta desde la palidez silenciosa de las pocas palabras.

Me asombro de leer a Kang y la descubro reveladora en la intimidad que construye en su libro blanco. Más allá de los premios literarios que la encumbran en lo más alto, yo siento cercana su literatura, como susurrada al oído, apenas un secreto entre dos. Este es un texto hecho de niebla, que se lee rápido y acompaña largo. Aunque lo encontré hace poco, presiento que se volverá uno de esos libros a los que regreso cuando me pierdo, cuando tengo hambre de palabras certeras. Blanco es de esos textos que subrayo intentando encapsular con lápiz alguna verdad pequeña que brilló en sus páginas. Y así, después de leer a Han Kang quedo con un velo blanco que me cubre los ojos, pero que no me tapa la vista. En cambio sus palabras me revelan los fantasmas de las cosas blancas.

Por: Lina María Parra Ochoa