El reino fungi es todo un universo de capacidades que parecen sacadas de un libro de ciencia ficción. Estos organismos no solo esconden tras de sí cuerpos enormes que conectan a todas las plantas y árboles de bosques enteros, sino que, recientemente la serie de The last of us ha puesto el foco de atención en un grupo de hongos que puede tomar el control de la mente de sus huéspedes.
¿El hongo Cordyceps puede contagiar al ser humano?
La nueva serie de HBO, adaptación del videojuego de aventura, terror y acción, The last of us, toma lugar en un mundo apocalíptico donde un hongo tiene la capacidad de contagiar al hombre a través de la mordedura de los infectados, para controlar su mente y reproducirse como una pandemia. Si bien, la trama no es poco familiar para un público que conoció de primera mano el impacto de una enfermedad desconocida, esta historia logró cautivarlo de manera que rompió el récord de la serie más vista en toda la historia de HBO, contando con alrededor de 30.4 millones de reproducciones por episodio, reportadas en la revista Variety.
En el 2011, año en que salió el videojuego, este revolucionó la industria ganando alrededor de 250 premios como “Mejor juego del año”. La complejidad de los personajes tomó por sorpresa a los jugadores que se vieron involucrados de una manera más profunda con la historia. El mundo de The last of us no se reduce al entretenimiento, explora las diferentes respuestas de la humanidad cuando esta tiene que enfrentarse a sus peores miedos. La historia no termina de prestar de la realidad temas usualmente ignorados, también encontró en ella a el producto de todo su caos.

El Cordyceps es un hongo que actúa de manera parasitaria en el cuerpo de sus huéspedes, este consume las partes no vitales, para luego tomar el control del cuerpo de su víctima y hacerlo arraigarse a un punto específico donde continúa por consumir el resto del cuerpo, su finalidad es llegar a un estado en el que pueda reproducirse y liberar sus esporas. Hasta ahora se conocen más de 200 especies de este tipo que han evolucionado por millones de años para adaptarse a un insecto específico, y si bien, en ocasiones pueden cambiar la especie que suelen infectar, los efectos dentro de un huésped diferente al habitual no son tan efectivos y el crecimiento del hongo se ve limitado.
La posibilidad de que este hongo pueda evolucionar de tal manera que adquiera la capacidad para tomar el control del cuerpo de un humano es poco probable, pero teóricamente posible, es decir, para llegar a ese punto el Cordyceps tendría que pasar por un proceso evolutivo de aproximadamente 45 millones de años, afirma el experto en hongos parásitos, João Araújo para la sección de Ciencia de National Geographic.
Hongos como estos no dejan de sorprender tanto al público como a la comunidad científica. Desde el descubrimiento de que el ancestro común entre el reino fungi y animal se dividió mucho después que el del reino fungi y el vegetal, lo que significa que el hongo tiene genéticamente más similitudes con los hombres que con las plantas; la teoría que sostiene que los ancestros del hombre evolucionaron su capacidad mental gracias a los hongos psicodélicos que consumían en las tierras africanas, hasta las habilidades que han pasado de largo nuestra sociedad, son temas que recientemente se han avivado en las redes gracias a la serie.

Una clase de hongo bioluminiscente
Bajo el denso follaje de la selva amazónica, que hace que la oscuridad de la noche se derrame en los días, la poca luz que casi no logra llegar a los suelos resulta ser, bajo el brillo de las estrellas y de la luna, una oscuridad total. Cualquier persona habituada al refugio de la modernidad no pensaría dos veces en atiborrarse de artefactos para evitar enfrentar ese negro paisaje que parece guardar todo tipo de peligros en él. Pero, a lo largo del río Caquetá, aún viven algunas comunidades que no han olvidado que la naturaleza le entrega soluciones a aquellos que pacientemente observan.
Una vez comienza a caer la noche en la selva, los grupos que aún requieren seguir su camino a través de ella saben que es solo cuestión de prestar un poco de atención para retomarlo, ya que con los matices de verde aún visibles no es posible encontrar a su guía. Es cuando la oscuridad desdibuja los detalles del paisaje que, en medio de las sombras cada vez más negras, aparece el hongo que llaman “palo de luna”. Un pequeño organismo bioluminiscente capaz de emitir luz suficiente como para que los habitantes del territorio caminen durante la noche.

Los hongos atraviesan estas culturas de diferentes maneras, son utilizados con fines alimenticios, curativos, prácticos, pero, tal vez la manera más interesante, es como se revelan en ellas a través de sus creencias. Los grupos dicen que los hongos son “la última vida de los palos”, ellos entienden la relación entre estos organismos y las plantas como si los primeros fueran la reencarnación del alma de los árboles, y si bien, no es posible determinar científicamente este argumento místico, la relación que mantiene el reino fungi con el reino vegetal resulta igualmente curiosa.
Micelio: El internet del bosque
Los hongos parecen brotar arbitrariamente en los suelos húmedos y sombreados de los bosques, encontrarlos no es una tarea fácil por su reducido tamaño, dan la impresión de que su existencia se reduce únicamente al azar del viento que esparce sus esporas, pero eso que nosotros identificamos como un hongo, esconde tras de sí un organismo que se extiende con tanta rapidez, que ha llegado a ser catalogado como el más grande del mundo. En el artículo de Ladera Sur, “Micelio: las impresionantes redes naturales de la Tierra”, se habla de un organismo que se extiende a lo largo de 965 hectáreas o 1350 canchas de futbol profesional.
Llamar hongo a ese cuerpito conformado por un pie y su característico sombrero, sería como reducir toda la estructura de un árbol a la flor que este produce. El hongo se parece más bien a una delgada red de venas y arterias que constantemente se extiende en la tierra, y aquello que se sienta sobre la superficie es el órgano sexual que se encarga de liberar las esporas. Esta red subterránea se llama micelio, pero es también conocida como “el internet del bosque” porque es a través de ella que los árboles y las plantas logran comunicarse.

El micelio se extiende a una increíble velocidad, no solo recoge los nutrientes del suelo para alimentarse, sino que en su camino se encuentra con las raíces de diversos árboles y plantas para conectarse a ellas. Esta unión resulta tan beneficiosa para el hongo como para su nuevo compañero, por medio de esa red ambos pueden compartir nutrientes entre ellos, como también con plantas que se encuentran en regiones del bosque donde los suelos no son fértiles. Gracias a los hongos el bosque no solo fortalece su vida de una manera equitativa, sino que incluso puede advertirse de las posibles amenazas que lo acechan.
Es difícil hacerse una idea de cómo los árboles y las plantas puedan comunicarse, mucho menos defenderse, pero este proceso se da de una manera tan sutil que, a pesar de ser descubierto en 1885, le llevó al hombre otros 70 años reconocer su importancia. Hasta hoy se hacen estudios donde se ha reconocido la extrema complejidad del papel del micelio en los diferentes ecosistemas, se ha notado que cuando un árbol está siendo atacado por algún tipo de plaga, este libera señales por medio de la red construida por el micelio, las plantas y árboles que lo rodean entonces comienzan a producir toxinas que específicamente repelen el tipo de plaga presentada por el árbol inicial.

Los hongos pueden salvar al mundo
Puede decirse que el micelio actúa como la red neuronal del bosque, captando los cambios en el ambiente y supliendo las necesidades que presenta para un óptimo equilibrio. Sin embargo, no todas las especies de hongos se dedican exclusivamente a esta tarea, las diversas funciones que estos organismos realizan tienen la capacidad de impactar el ecosistema positivamente si aprendemos a usarlas de un modo adecuado.
Se han encontrado hongos capaces de descomponer plásticos, petróleo y químicos tóxicos, controlar plagas y servir como antibacterianos, además de que pueden ser un potente sustituto para la industria carnicera y de cuero por su alto contenido proteico y el actual desarrollo de un material similar al cuero, pero amigable con el planeta. De las millones de especies de hongos alrededor del mundo se estima que solo se han estudiado 150 mil, lo que significa que aún queda un largo proceso de investigación, y por los increíbles resultados que ya nos han proporcionado los que conocemos puede decirse que el camino a recorrer resulta esperanzador.