Animal extinto (@animalextintoeditorial) fue, en sus inicios, la idea de un grupo de libreros que conocían bien los libros que circulaban y se vendían en el país. Tener este panorama desde el lugar donde la edición se prueba ante los lectores, les permitió encontrar brechas y oportunidades que son el suelo fértil para crear un proyecto con la capacidad de proponer un itinerario de lecturas original. El grupo inicial se decantó hasta dejar a Édgar Blanco y a Lucía Buitrago con el proyecto entre manos. Édgar se ocupa de los textos, Lucía del diseño. Lo llamaron Animal extinto por cierta nostalgia del tipo de edición —más parsimoniosa o al menos empujada por otras prisas— que ha creado los libros que admiran.
Entre los referentes para construir una cierta mirada sobre el oficio, de nuevo en dirección al pasado, está la editorial Einaudi. Como propuesta política e intelectual en oposición al fascismo, la editorial italiana quería proponer un canon que transformara el gusto del público, contrariando a las mayorías hasta convencerlas de darle entrada a otros autores y a otro tipo de literatura. En el mapa de figuras tutelares de Animal extinto también está la editorial española Siruela, por su éxito en convertir una inquietud muy propia en el foco de atención de un grupo amplio y leal de lectores. Ambos son buenos ejemplos de cómo un interés auténtico conduce a un camino de exploración que termina por llamar la atención de otros curiosos.
Con cada título publicado durante estos diez años de trabajo, en Animal extinto han aprendido aspectos nuevos de la edición que, en algún momento, les permitirá hacer libros tan bellos como los que han llegado a sus manos, dice Édgar. Al principio, contemplaban la idea de que un único tiraje se extinguiera para que el ecosistema librero se renovara de manera natural. Pero las escalas de ejemplares impresos por editoriales independientes están lejos de competir con el monocultivo de los grandes grupos editoriales, así que ahora entienden que vale la pena pervivir en pequeño, a veces como una especie endémica, eso sí, siempre en peligro de extinción.
Contradecir esta posibilidad, es decir, que los libros permanezcan en el tiempo, es la recompensa por el esfuerzo de planear con cuidado el material a publicar. El fondo editorial de Animal extinto se divide en cuatro colecciones: ficción —llamada El solitario, en honor al desaparecido solitario de Rodrigues—, ensayo —o rorqual, bautizada así por el segundo animal más grande del planeta, un gigante silencioso—, capriccio stravagante —armada con la curiosidad objetual que conduce a un coleccionista— y la de clásicos —también conocida como los folívoros, en honor a los autores que gracias a la longevidad de su obra cosechan hojas y hojas de ediciones publicadas—.
De la colección de ficción hacen parte libros como Pintura fresca de Matías Godoy, Movimientos involuntarios de Yulieth Mora Garzón y Las diecinueve enaguas de César Mackenzie. Todos son experimentos delicados que apelan a una sensibilidad narrativa más paciente, curiosa por el cruce entre géneros. En este sentido, lo que buscan como editores es una “propuesta estilista, profundidad en el uso de la lengua o de los recursos literarios, excepcionalidad en relación con los temas y obras del presente editorial”. Así, es visible la intención de cuestionar mediante la ficción la manera en que nos representamos la realidad y de encontrar márgenes para considerar otras formas de relatar.
En el ensayo se han adentrado en una serie de temas que han ido revistiéndose de urgencia después de la pandemia. Preguntas sobre cómo pensar el desarrollo, el medioambiente, el estar en el mundo para sobrevivir no ya a la destrucción misma sino a las ideas que circulan sobre la disyuntiva de extinguir lo humano o de salvar a la naturaleza. Estas publicaciones ponen sobre la mesa la necesidad de usar los libros para que circulen otras metodologías que ayuden a repensar los problemas de la contemporaneidad.
Para la colección de caprichos, se reservan los textos que insinúan nuevas conexiones con la materialidad y que ocasionalmente podrían desencadenar otros formatos. Aunque no se han salido de los límites del códex, los libros de Animal extinto están llenos de detalles que expanden el placer de la lectura: un papel que considera los sentidos del lector, liso y cálido, además del diseño en general, del que sobresale la tipografía y la composición de las portadas ilustradas.
Finalmente, con la decisión reciente de incluir clásicos en el catálogo, recuperan el impulso de volver a los libros queridos y darles un nuevo marco en el paisaje editorial contemporáneo: António de Alcântara Machado y Cesare Pavese esperan su turno en la imprenta. El motivo que une a todas las colecciones podría resumirse en encontrar libros con la capacidad de conmover a los lectores y conectarlos de manera distinta con su contexto. En Animal extinto les gusta decir que son un proyecto, como recurso para también decir que son un plan, una intención, un propósito, una traza de algo que se concreta en cada libro. Los lectores que aguarden la lenta aparición de sus títulos podrán ir tejiendo ese hilo invisible que los conduce a una conversación, a cierta conversación.
Revive la conversación con Édgar Blanco, editor de Animal Extinto
