68 voces que hablan desde el corazón de los ancestros

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68 voces que hablan desde el corazón de los ancestros

En México se hablan 364 variantes lingüísticas, clasificadas en 68 agrupaciones. Ese número de dos cifras pude abarcar el universo entero, se extiende a un pasado remoto desde donde hablan los ancestros y puede proyectarse a un futuro, ojalá igual de remoto, gracias a una serie animada que recoge algunos relatos de la tradición oral mexicana.

68 voces, 68 corazones es una serie compuesta por 41 cuentos indígenas narrados en sus lenguas originarias. El proyecto fue creado por Gabriela Badillo en 2013 bajo la premisa de que nadie puede amar lo que no conoce y busca dar a conocer la riqueza lingüística y cultural de las regiones de ese país, resignificar lo indígena y fortalecer el respeto, el orgullo y el uso de las diferentes lenguas y culturas. 

Se estima que en el mundo existen al menos 3.000 lenguas en peligro de extinción. En 2022, murió en Chile Cristina Calderón, la última hablante de la lengua yagán. Tenía 93 años y con ella se perdieron gran parte de los relatos, creencias y tradiciones de los indígenas canoeros que habitaron durante más de 6.000 años Tierra del Fuego. El mismo destino le espera al taushiro, lengua ancestral de la Amazonía, cuyo último hablante, Amadeo García, nació en 1950. Otras lenguas como el tehuelche, de Argentina; el záparo, de Ecuador, o el isconahua, de Perú, solo por mencionar algunas de las que tienen apenas entre 1 y 5 hablantes, están en camino de silenciarse.

El poeta Miguel León Portilla sabía de la pérdida que esto significa cuando escribió su poema Cuando muere una lengua: “Cuando muere una lengua / entonces se cierra / a todos los pueblos del mundo / una ventana, una puerta, / un asomarse / de modo distinto / a cuanto es ser y vida en la tierra. / Cuando muere una lengua, / ya muchas han muerto / y muchas pueden morir. / Espejos para siempre quebrados, / sombra de voces / para siempre acalladas: / la humanidad se empobrece”.

Una inquietud que resuena con fuerza

Una serie de coincidencias llevaron a Gabriela Badillo a emprender el proyecto que le ha cambiado la vida. Efraín Sánchez, su abuelo, de quien escuchaba constantemente fragmentos, palabras e historias de la lengua y la cultura maya, falleció: “Aunque él ya casi no hablaba su lengua originaria, fue con su muerte que me hice consciente de la sabiduría que se estaba perdiendo. Creo que a muchos nos pasa, que cuando algo se pierde es cuando más lo valoramos”, confiesa.

Por esa misma época en que murió su abuelo, Gabriela participaba en jornadas de servicio social en Yucatán. Trabajar en esas jornadas le permitió ver de cerca la educación que recibían cientos de niños y niñas: “Estando ahí, en el pueblo, vi como las madres no querían que sus hijos hablaran en maya; era muy triste ver como ellas mismas no querían pasar su lengua para que sus hijos no sufrieran de discriminación”. 

*Ilustración tomada del cuento El origen de los montes.

Esta tristeza que sentía cobró un sentido revelador cuando encontró el poema de Miguel Portilla, filósofo, historiador y en experto en cultura náhuatl. Gabriela lo leyó un día que consultaba temas relacionados en internet y se sintó atraida por sus 35 versos en náhuatl y en castellano. Todo se unió en un mensaje contundente que la interpeló y cuestionó profundamente: “Fue muy claro leer este poema para entender por qué cuidar las lenguas, por qué cuando muere una lengua se pierde una ventana a un conocer, a un mundo diferente. Esta fue la chispa que terminó de crear el proyecto”.

Gabriela es licenciada en diseño gráfico y para ese momento cumplía ocho años trabajando en el área de diseño y animación de Televisa, una empresa mexicana de medios de comunicación. En su mente eran recurrentes los pensamientos sobre el siguiente paso en su carrera profesional, segura de que su afinidad se encontraba cerca de los proyectos sociales, de retribuir algo a los demás a través de su profesión.

El corazón de cada lengua

Con todas estas revelaciones, en 2013 empezó a transitar el camino para hacer realidad el proyecto y el primer paso fue escribir un documento con toda la idea. El título cargó de sentido a toda la propuesta. 68 voces corresponde al objetivo de darle voz a todas estas lenguas, a la cosmovisión y cosmogonía que representan. 68 corazones surge de una historia con la que Gabriela se topó en su proceso de investigación: “Hay una lengua y una cultura, el totonaco, aquí en México, en Veracruz, y totonaco significa tres corazones y son tres corazones porque son tres pueblos que se unieron en uno y se me hizo súper bonito cómo representaban cada pueblo con un corazón”.

Luego inscribió el proyecto a una convocatoria de coinversión del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México y quedó seleccionado. El resultado de este apoyo fueron siete videos de cuentos en lenguas originarias, recopilados de una investigación minuciosa en bibliotecas y reproducidos bajo el permiso de los autores, en cuya elaboración se fueron sumando amigos que, incluso sin cobrar un peso, aportaron en el arte y la animación de cada producto. “En ese momento yo no sabía el alcance que pudiera tener el proyecto”, continúa Gabriela.

Esta primera etapa fue de mucha experimentación y aprendizaje, surgida más del amor que tenía la diseñadora por el tema. Sin embargo, a medida que fue descubriendo la importancia de la iniciativa y conversando cada vez con más personas, logró una alianza con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y el Canal Once, quienes confiaron plenamente en su propuesta. El patrocinio, la experiencia, el trabajo con las comunidades indígenas y la producción hicieron posible la construcción de 34 cuentos más: “Aunque llevamos casi diez años y no hay un tiempo en el que tengamos que terminar, estamos a contrarreloj, hay muchas lenguas que están en riesgo de desaparecer”. 

*Ilustración tomada del cuento Muere mi rostro.

Escuchar y compartir historias

En esta fase del proyecto se abandonó la búsqueda de las historias en los libros y se inició con la visita directamente a los territorios. La primera comunidad a la que asistió Gabriela y su equipo fue Ayapa, ubicada en el Estado de Tabasco: “El ejercicio fue con los adultos mayores y lo más lindo de la experiencia fue sentarse a platicar con ellos y a escuchar sus historias, sus sentimientos de desesperación al ver que su lengua podía morir porque ya no había niños o jóvenes interesados en aprenderla”.

El trabajo con las comunidades consiste en un contacto previo en el que la misma comunidad selecciona la historia que quiere contar para el proyecto y después se programa una sesión de trabajo para grabar y traducir el relato. En muchas de ellas también se ha tenido la oportunidad de recoger ilustraciones hechas por los niños y las niñas del lugar, las cuales sirven como insumo principal para el diseño del arte del producto: “En algunos lugares los niños ya se saben la historia, pero en otros ni la conocen, entonces un adulto mayor cuenta la historia tanto en español como en la lengua originaria y los niños dibujan los personajes y los lugares como se los imaginan”.

Y es que para Gabriela, el arte del proyecto es un asunto esencial. Ella defiende que el diseño debe servir para comunicar y que la forma importa tanto como el contenido, por eso el objetivo con cada ilustración es alejarse de los clichés en la manera de mirar lo indígena y mostrar que las comunidades indígenas son contemporáneas, que no están en los museos, sino que existen, hacen música, comparten saberes e historias. 

*Ilustración tomada del cuento El origen de los Rarámuri y los Chabochi.

Conversaciones y acciones necesarias

Aparte de los cuentos, Gabriela y su equipo han recopilado palabras y sus significados para conformar dos diccionarios, uno en Náhuatl y otro en Chinanteco. De la mano de dos mujeres hablantes de estas dos lenguas y en la búsqueda constante por encontrar cada vez más formas de aportar, pretenden recoger un vocabulario básico que ayude a los niños y niñas de la misma comunidad y a las personas de todo el mundo a acercarse a la vida que esconden estas lenguas.

El proyecto ha sido referenciado en escuelas, universidades y festivales de muchas partes del mundo y ha sido muy bien recibido por antropólogos y lingüistas que lo han tomado como bandera. Además, ha desencadenado conversaciones y acciones en muchas instituciones y lugares de México: “Ese es precisamente el objetivo que buscamos, no ser un acervo estático, sino que nuestros esfuerzos se conviertan en una chispa que detone más acciones dentro y fuera de las comunidades”.  

Para Gabriela la importancia de un proyecto como este se resume en lo siguiente: “Es un tema que compete no solo a México o a Colombia, sino a todo el mundo. Necesitamos reconocer todos los saberes que existen, los saberes que son previos a muchas culturas y que han sido oprimidos por muchos siglos, debemos darles un lugar y ser un amplificador de todo lo que tienen por contar. Todo esto nos ayuda también a sanar como sociedad, a sanar el vínculo que ha estado roto”.  

"Recuerdo un día que estaba conversando en Estados Unidos sobre el proyecto y una niña me dice: Muchas gracias porque ya les puedo enseñar a mis amigos que México en más de lo que ven en las noticias", cuenta Gabriela Badillo.

Por: Jineth Escobar