Organizan

Del miércoles 25 al viernes 27 de junio de 2025.
****La participación en este evento está sujeta a ser parte de una de las instituciones convocadas***
En este encuentro, las protagonistas fueron las bibliotecas de las cajas de compensación familiar de todo el país. Un espacio para escucharnos, reconocernos y compartir experiencias que nos inspiran a seguir construyendo comunidad desde los libros, la palabra y la conversación. Medellín fue el punto de encuentro del XXXV Encuentro Nacional de Bibliotecas de Cajas de Compensación, y para nosotros fue un honor recibir a tantas voces, saberes y trayectorias.
Este encuentro coincidió con los 50 años de las Bibliotecas Comfama, una celebración que quisimos compartir en red, con afecto y gratitud. 📚 Porque el futuro de las bibliotecas se construye con quienes trabajan en ellas, con las instituciones que las respaldan y, sobre todo, con los lectores y lectoras que les dan sentido cada día.
Relatorías del XXXV Encuentro de la Red de Bibliotecas de Cajas de Compensación: Bibliotecas para el futuro
Escrito por Leonardo Muñoz Urueta (escritor y promotor de lectura de las Bibliotecas Comfama) y Maria Camila Santamaría (coordinadora de proyectos de las Bibliotecas Comfama).
Relatar proviene del latín referre, que significa “volver a llevar”. En su forma más esencial, relatar es traer de nuevo al presente lo vivido, lo dicho, lo sentido, y ofrecerlo a otras personas con palabras que quieren evocar. Relatar es narrar con la intención de que los hechos se conviertan en experiencia, de devolverle cuerpo y gesto a lo que ya pasó, para que siga teniendo lugar en la memoria compartida. Para que sea.
Estas relatorías no son registros de lo ocurrido. Son lecturas sensibles de los encuentros, construidas desde la observación atenta de los gestos de quienes escuchan, de los silencios que se instalan, de las miradas que se cruzan y de las palabras que abren mundos cuando quieren decir algo. La metodología empleada parte de una escucha encarnada: se escribe desde los sentidos, desde lo que vibra en el cuerpo de quien relata, desde lo que se percibe más allá del discurso.
En el centro de estas relatorías está el acto de leer —leer un discurso, leer el espacio, leer a los otros y otras— como la forma tácita de imaginar el futuro de las bibliotecas. Porque cada palabra dicha sobre La Casa de los libros es una semilla: una posibilidad de transformación, una invitación a seguir escribiendo juntos y juntas la historia de lo que vendrá.
Fueron dos días en los que nos ocupamos de ver, hay cuatro manos aquí que están buscando narrar con presente un encuentro que pensaba el futuro. Los usos gramaticales del tiempo tienen sentido en tanto se cruzan, en tanto quieren decir. Deseamos que estas relatorías los lleven de vuelta a sus pensamientos e imaginaciones mientras escuchaban otro deseo: qué las bibliotecas nos sobrevivan. Permanezcan.
📍 Parque Cultural y Ambiental Otraparte Cl. 27 Sur #43A-51, Envigado
Ingeniero de producción de EAFIT y magíster en Administración Pública por Harvard, es un empresario atípico. Poeta, lector empedernido y pensador humanista, ha transformado la caja de compensación Comfama en un referente de cultura, arte y educación en Antioquia. Bajo su liderazgo, Comfama ha impulsado eventos como la Fiesta del Libro, el Hay Festival de Jericó y el Festival de Puerto Berrío. Su visión educativa se ha materializado en iniciativas como Cosmo Schools, una red de colegios que promueve el aprendizaje a través del juego, la curiosidad y la experimentación. También ha fortalecido la educación técnica con la expansión de Cesde, institución que hoy cuenta con más de 70.000 estudiantes y una alta tasa de empleabilidad. Escobar encuentra en la meditación, el chi kung y la escritura espacios para la introspección. Hasta hace pocos meses, su columna en El Colombiano, dirigida a su padre fallecido, es un ejercicio de memoria y reflexión. Cree en una sociedad compasiva y en el poder transformador de la conversación, la cultura y el amor por la vida.
Bajo una luz cálida en el escenario,
David Escobar, director de Comfama,
está de pie delante de un atril de suelo.
Sonríe.
El silencio fue el primer invitado. Un silencio que no se impuso, sino que preparó el terreno para la palabra. Hace presencia la gratitud, nombrando a quienes hacen posible el latido cotidiano de las bibliotecas: las personas que las habitan, las sueñan y las sostienen.
Las hojas regadas de su discurso están sobre el soporte del atril.
La mira semejante a un jardín, a las palabras leídas en voz alta.
Voz asperjada de claridad que amplificada por el micrófono de sonido inunda el teatro.
Desde ese gesto de reconocimiento, se tejió un discurso íntimo y compartido, escrito a dos manos con Paulina Tejada, y leído en voz alta porque el recuerdo de su madre advirtiendo: “si vas a improvisar, mejor no me invites” es el sino de que siempre se tenga a la mano unas hojas, un discurso escrito.
La complicidad entre el público son las risas al unísono.
La invitación fue clara: cerrar los ojos, recordar, imaginar. Porque las bibliotecas están vivas, allí cada lector es un viajero y cada libro, un territorio por descubrir. Abrir los ojos y sonreír fue el siguiente paso, como quien responde con un “sí” al recuerdo.
Hay un corrientazo corporal, un signo de ánimo cuando escucho que celebramos las bibliotecas como símbolos de la humanidad.
De pie dice palabras; jardín, bibliotecas, estrellas. También dice que su libro favorito es Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.
De pie contempla al silencio, a la belleza.
David dice que la Biblioteca Oodi, de Helsinki, nació de una conversación, de una declaración pública del gesto de una comunidad que quiso regalarse una biblioteca. Al fondo del escenario aparece la Biblioteca Oodi, y se ve una tranquila sala de lectura de planta abierta en el piso superior que es apodada "cielo del libro".
David señala con el dedo las palabras que lee del texto, y es inevitable que su voz se escuche con emoción.
Detrás suyo aparecen fotos de la primera biblioteca de Comfama, un grupo de gentes detenidos en color sepia, en una sala de lectura, unos leyendo al fondo y otros con un periódico abierto. David dice que las bibliotecas son lugares cómodos, templo y circo al tiempo. Casas vecinas que todos quieren tener cerca.
Los gestos de las personas que miran a David son retratados de lado. Veo el perfil de las bibliotecarias y bibliotecarios que regados por Colombia son los rostros de quienes reciben, hacen entrar, saludan y miran a los ciudadanos y ciudadanas de este país. A la par y con el deseo de la absoluta igualdad, veo sus perfiles que también reciben y hacen entrar a los que están de paso, a los que buscan un lugar. Lee: la biblioteca es el lugar de los migrantes.
David le da voz a las palabras que son los testimonios de los lectores y lectoras que viven en nuestras Bibliotecas. El gesto es de enternecimiento.
Las historias de las bibliotecas quiebran la voz.
Hay en medio del texto un poema de Roberto Juarroz, “La Biblioteca”, del que sólo escuchamos un fragmento. Las personas en el auditorio se acomodan en sus sillas, se mueven. En ese gesto de acomodarse con cuidado, de hablar, leer, anotar y mirar, se revela la esencia de las bibliotecas: lugares donde el asombro se cultiva y la sensibilidad está siempre al paso.
David dice que las bibliotecas no van a nacer solas.
Silencio de nuevo.
Riega palabras como semillas, dice la importancia de discernir sobre la tecnología y la mediación, en donde se pueda ofrecer acceso y calidad; La pertinencia social; la sostenibilidad, que sea un modelo solidario, una biblioteca se sostiene mientras se la habita; y la confianza.
Sonríe, David sonríe al recordar el consejo de su padre, cuando le dice sobre los libros: “No los prestes”.
Hay una pausa para reírse del egoísmo que no tiene futuro.
Menciona un poema de Emily Dickinson, un poema que habla de buscar el futuro en los libros. La biblioteca como promesa, como posibilidad.
Y al final, David mira al público, y pregunta:
¿Qué vamos a sembrar nosotros?
A lo que Fernando González, escritor, filósofo y creador de Otraparte respondió en otro tiempo: ¡Alegría! ¡Vamos a sembrar alegría!
Aplausos.
📍 Claustro Comfama Cra. 44 #48-18, Medellín
Durante 21 años, la Fundación Secretos para contar se ha consolidado como "la biblioteca del campo colombiano" y ha revolucionado el acceso a la educación en las zonas rurales más apartadas de Antioquia y algunas de Colombia. Fundada en 2004, Secretos nació para generar experiencias educativas que transformen los hogares campesinos y lleguen a la población rural dispersa de los 125 municipios de Antioquia donde no existe acceso fácil a libros o bibliotecas. Los números reflejan su impacto:
Esta cifra la convierte posiblemente en la mayor distribuidora de material educativo del país. La Fundación opera bajo un modelo integral que abarca familias, estudiantes y maestros rurales, sin importar que para llegar se deba ir en lancha, mula, chiva o a pie, incluso cuando las escuelas están a días de trocha, sus libros siempre encuentran el camino. Secretos para contar representa un puente entre la Colombia urbana y rural, y demuestra que los libros siguen siendo la herramienta más poderosa para construir futuros.
Juan Diego Mejía es escritor, lector voraz, docente y exdirector de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Su amor por la lectura nació como refugio ante las dificultades de su juventud. Para él, leer es sinónimo de felicidad y libertad, y nunca debe ser una obligación. Desde su rol como gestor cultural y exsecretario de Cultura de Medellín, ha promovido el acceso a la palabra como un derecho ciudadano. A través del Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad, ha impulsado iniciativas que empoderan a las personas mediante el lenguaje. Cree que leer y escribir eliminan fronteras y enriquecen la vida cotidiana. Juan Diego es un apasionado del arte y de su ciudad. Su mensaje es claro: la cultura es un derecho que transforma, y disfrutar de un libro, escribir una historia o conversar con un vecino son actos que nos hacen más humanos y felices.
Juan Diego Mejía mira al público. Con las manos hace énfasis en cada una de sus palabras.
Parece dibujar una línea de tiempo cuando suspende los dedos en el aire.
—¿Cuál es el tiempo real? —pregunta.
Esto no es una ciencia exacta, dice. Tiene la certeza de que hablar de bibliotecas y, contemplación literaria es adentrarse en un territorio donde el tiempo se pliega y se expande, donde las palabras obedecen a una lógica que requiere de detenimiento y contemplación, de tiempo.
En su voz, reconoce el valor del proyecto Secretos para contar, un libro nacido en la ruralidad. Mientras tanto en la pantalla se proyecta una galaxia:
—¿Qué sabemos de ella? ¿Dónde están los libros de los que nos ocupamos dentro de esa galaxia? Parece que son el brillo, qué son las cosas que podemos imaginar sobre esto lo que nos queda.
Al fondo del escenario aparecen títulos e imágenes. Se detiene en La isla a mediodía del escritor Julio Cortázar.
Elegir dos imágenes y ponerles un título: querer pensar con colores, sombras y luces. Las bibliotecarias y bibliotecarios escuchan con el principio de la reflexión de la luz que es un fenómeno óptico básico en la naturaleza ya conocido y analizado desde la Grecia clásica. Todos y todas experimentamos la reciprocidad de la palabra, las luces que van y vuelven para que veamos, para que pensemos.
Juan Diego dice que hay tantos tiempos como personas. El micrófono pasa de una mano a otra mano, habla como si el tiempo mismo se compartiera. Las manos en las barbillas de todos y todas, los ojos atentos, los cuerpos inclinados hacia la escucha: parecíamos leer el pasado en busca de una página que definiera algo, pero la complejidad es fáctica, solo tenemos historias como las que se ha detenido a nombrar. Esa página, dijo Juan, tiene una sola palabra al final: futuro. Y, a veces, fin.
Menciona la obra Un suceso en el puente sobre el río Owl, de Ambrose Bierce. A manera de una ventana que da paso al tiempo aparece la imagen de una familia del futuro en caricatura, con letras grandes que rezan: Los supersónicos. Al pie de esa foto, Juan Diego pregunta en voz alta: — ¿Cómo será el lector del futuro? — tal vez para sí, tal vez para los otros, o para todos y todas.
Otras imágenes aparecen en la pantalla, escenas del año dos mil, anuncio del terror, dos aviones detenidos en el tiempo de la fotografía a punto de chocar con Las torres gemelas.
—El mundo no pinta bien —puntualiza. Luego aparecen imágenes sobre un cambio inminente, el climático.
—¿Qué pasa con las Bibliotecas frente a este cambio? ¿Quiénes podemos ser cuándo las lluvias y los veranos no sean predecibles?
Se lleva las manos a los bolsillos.
—La palabra viajaba por el aire —dice.
También aparece en esa ventana que muestra no sólo los acercamientos al futuro, sino de lo que está hecho el pasado, y se ve las fotografías de los Parques Bibliotecas en Medellín. Son las Bibliotecas lugares seguros por definición.
—¿De qué nos protegen?
Un “nosotros mismos” se cuela en el murmullo del público.
Juan Diego vuelve a mirar al público.
Busco los gestos y encuentro una mirada fija el cuidado es manifiesto. Nos deja sin palabras.
Silencio.
—¿Cuál es la biblioteca ideal?
Habla entonces de hexágonos infinitos y de la Biblioteca de Babel. Sostiene el micrófono con ambas manos, como si abrazara el acto de leer en voz alta. Cambian los señantes, se anotaban títulos en las libretas, se evocaban libros que marcaron su vida. “Todos los libros son míos —dijo—, solo que otros también quieren leerlos”.
Hace una pausa.
—La biblioteca está en la mente.
Aparece el “yo” en su discurso para aseverar que se es un lector. Es un convencimiento, la diferencia cuando se pensó el tiempo es notoria.
Recordó la buhardilla de su infancia como un lugar seguro, un rincón donde la vida comenzaba bien. Y en medio de todo, una imagen poderosa: una fogata que arde, con las palabras “un hogar para el futuro” escritas sobre las llamas. Un sorbo de agua cerró la lectura, se apaga el fuego, pero se conservar el calor.
Otra vez, las manos en los bolsillos.
La pantalla al fondo es una ventana que se cierra.
Karla Paniagua es licenciada en Comunicación Social por la UAM-X y maestra en Antropología Social por el CIESAS. Con más de una década de experiencia como investigadora, docente y consultora, ha profundizado en áreas como la semiótica, el análisis discursivo y la antropología visual. Es autora de los libros El documental como crisol (CIESAS, 2007) y Pobre amor heterosexual (Lenguaraz, 2008), y desde el año 2000 publica la columna “Cinemantropos” en el boletín Ichan Tecolotl del CIESAS. Doctora en Estudios Transdisciplinarios de la Cultura y la Comunicación, actualmente coordina los Estudios de Futuros y dirige la Especialidad en Diseño del Mañana en CENTRO (CDMX), donde también coedita la revista Economía Creativa. Ha trabajado como investigadora senior de UX para firmas como Intuito (México) y Yuzu Kyodai (Tokio). Además, es profesora, editora científica, conferencista, blogger y autora de múltiples artículos. Su curiosidad profesional la ha llevado a explorar diversos lenguajes, desde el cinematográfico hasta los más simbólicos. Cuando no está investigando, escribe y conduce programas de radio.
Hay una nitidez en el movimiento de sus manos: parecían saltar en el aire, como si tejieran hilos invisibles entre el presente y lo que aún no existe. Karla Paniagua habla del futuro, lo encarna con cada gesto, con cada palabra que nos empujaba a pensar en lo que no hemos pensado.
En la pantalla una pregunta con cuatro opciones de respuesta: ¿Cómo te sientes con respecto al futuro? Esa fue la pregunta que abrió el umbral. No buscaba una respuesta racional, sino una sensación, una vibración interna. Agradece la sinceridad de las respuestas. En ese instante, el futuro dejó de ser una línea recta para convertirse en un archipiélago de posibilidades, donde cada isla representa un método, una visión, una intuición. El deseo y el motivo de su conversación es que los bibliotecarios y bibliotecarias sean agentes de cambio: optimistas o pesimistas. Eso no importa.
Nos habló del tirón del futuro, esa fuerza que nos atrae hacia lo desconocido, pero también del empujón del presente, que nos obliga a actuar desde lo que somos ahora. Y entre ambos, el peso de la historia, que no es una carga, sino una memoria que nos ancla y nos da sentido.
En este taller hay una premisa: el cambio no se puede predecir. Solo en el futuro remoto se aloja el verdadero cambio, ese que no se ve venir, que no se puede controlar. La certeza disminuye a medida que nos alejamos del presente, pero es allí donde germinan las transformaciones más profundas.
Karla nos recordó que los futuros posibles no son uno, sino muchos. Existen como un archipiélago, y cada uno requiere una mirada distinta, una mano elocuente y plausible que los moldee. Porque imaginar el futuro es un acto de ficción, de creación.
En el contexto de las bibliotecas, esta visión es urgente. ¿Cómo pensar las bibliotecas del futuro si no nos atrevemos a imaginar otras formas de habitar el conocimiento? La tendencia no es solo tecnológica: es un cambio de conducta acompañado de un cambio de valores. Las bibliotecas ya no son solo depósitos de libros, sino espacios vivos, en constante mutación, donde se cruzan memorias, afectos, saberes y futuros.
Este taller fue una microdosis, sí, pero de esas que alteran la percepción. Salimos con el convencimiento de tener las preguntas de nuestro lado, pero también con la certeza de que imaginar futuros para las bibliotecas es, en sí mismo, un acto de resistencia y de creación.
📍 Biblioteca Comfama Aranjuez, José Epifanio Mejía. Calle 90 # 51B – 30, Aranjuez - Medellín
Durante dos días consecutivos, nos reunimos en una jornada de trabajo conjunto que combinó momentos colectivos y sesiones en comités regionales. El objetivo fue fortalecer nuestras capacidades enfatizando en temas claves para nuestras instituciones. A lo largo de la jornada, abordamos temas como planeación estratégica, definición de objetivos y profundizamos en el diseño de indicadores cualitativos y cuantitativos.
La firma consultora invitada, Reflejarse, nos acompañó durante este proceso. Reflejarse es una firma especializada en asesoría organizacional que integra estrategia, sostenibilidad e innovación a través de metodologías sistemáticas y basadas en evidencia. Su enfoque busca inspirar y crear futuros sostenibles que promuevan la vida y el progreso.
Fundada en 2010, Reflejarse es una firma consultora que fusiona enfoques sistémicos y regenerativos con metodologías de estrategia, innovación y desarrollo de negocios. Su propósito es replicar la inteligencia, adaptabilidad y belleza del mundo natural en las organizaciones, ayudándolas a integrar de forma sistémica la sostenibilidad con propuestas de valor rentables y conscientes. Reflejarse acompaña a organizaciones de diversos sectores a descubrir y materializar futuros posibles mediante estrategias vivas, basadas en el aprendizaje continuo y la innovación adaptativa. El equipo conformado por Angela Zapata, Luisa Mejía, Ana Acosta y Lina Villa diseñarán y facilitarán los Talleres Zonales: Bibliotecas para el Futuro.