León de Greiff

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León de Greiff

Tantos nombres como sombras y puertas y oficios y palabras en mi haber. Tantos tintineos, tantas músicas, tantos retruécanos que me hacían sonreír cada vez que me llevaba la pipa a la boca. Y seguía el humo- duende, el humo hechizado y juguetón mientras escuchaba como un eco de mí mismo las cosas que mis amigos decían y cantaban y gritaban. También las que callaban. Mis ojos se achinaban intentando seguirlos dos pasos atrás, dos pasos adelante. Sabía que éramos partituras. Pero yo quería dar todas las notas. Mi fascinación por el lenguaje secreto de las cosas, desde las más inútiles y elementales, hasta las más bellas y necesarias, me envolvía, me exigía, me dejaba exhausto. Pero la mañana, entre mis viejos libros y periódicos revueltos, me devolvía la juventud, el ánimo, el vigor, las preguntas, mi deseo de ser una catedral, o ese trozo de papel que barre el viento en una esquina…