No dejo de mirar la línea simple y reflexiva en la que quizo inmortalizarme Horacio Longas. Eso soy yo. Un hombre al que siempre le ha gustado escuchar a los demás, poner en la balanza aquello que dicen y hacen y aquello que yo adivino en su interior. Siempre creí que la caricatura revelaba mucho más del espíritu que de la figura. Entonces, a mi manera, yo también fui un dibujante como Rendón o Pepe. Sólo que mis trazos se redujeron a leyes, normas y estatutos en los que advertía una sombra de duda, una gota de íntima desaprobación, yo que bebí tantas noches el vino de la libertad, la ensoñación y la desobediencia…

