Eduardo Vasco Gutiérrez

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Eduardo Vasco Gutiérrez

Querer perfeccionar lo que siendo imperfecto es más bello, puede ser empresa de locos. De eso estaba consciente por aquellos años de bohemia y rebeldía. Luchaba porque lo racional no me ganara el espíritu. Escribía versos y otras páginas menos memorables con la angustia de quien va a un duelo desarmado. Sabía que todo lo que sabía quedaría en nada frente a ese otro contrincante que era yo mismo al momento de escribir. Quería que todo lo que saliera de mi mano fuera limpio, sano y vigoroso hasta más no poder. Pasé horas estudiando los laberintos de la mente, los laberintos de la infancia, mi infancia de luces apagadas… Eso me hizo melancólico… Años después, con algunos textos bajo el brazo, dejé de arriesgarme en las palabras y me di a la ciencia. No dejé de escribir, pero sin duda mi espíritu se había inclinado a creer en otras leyes, a perseguir otras maneras de resolver los conflictos interiores, otras maneras, menos sucias e imprevisibles, de acercarme a la sociedad…